Tenía un estilo muy personal de arreglar las cosas, era tan gallardo que nadie dudaba de él, y esa seguridad siempre, su aroma a lavanda, su vestir no elegante mas siempre apropiado... estaba cierta que sería el marido perfecto.

Nos encontraríamos tal y como se había establecido unos meses antes, frente a la catedral, en contra esquina con la plaza principal donde habíamos estado en nuestra última visita a esa cuidad.

Faltaban tan sólo unos minutos y llegaría. Volteaba yo disimuladamente, o al menos yo así lo creía, a ver de vez en cuando el reloj inmenso cuyas manecillas parecían no avanzar.

El clima estaba fresco pero tolerable y todo quedaría aclarado para siempre... saqué la pitillera, quizá tuviera tiempo de dar unas cuantas fumadas y calmar los nervios. Extraje un pitillo y cuando lo llevaba a la boca, sentí una mano que me ofrecía fuego.

Volteé abriendo los ojos , pestañeando lo más coqueta posible al saber que había llegado por fin. Pues con esos ojos fue que el gentil caballero, un total desconocido, me miró con un dejo de asombro. Yo también me sorprendí, era tan varonil, tan majo. Vestía un traje impecable y qué decir de su camisa y la corbata haciendo juego con todo él.

¡Oh, por Dios! Yo nada tengo que verle a un extraño, estoy esperando aquí a tomar la decisión de mi vida y este guapo me viene a encender mi pitillo mirándome de esa manera... y yo de la mía. ¡Caray! Todo fue tan rápido, no pude sino acertar a decir gracias después de haber exhalado el humo del primer jalón, su mirada siguió un momento mis movimientos. Seguro se percató de mi nerviosismo.

Pues nada, yo ni media palabra.... sólo que no aparté mis ojos de los suyos. Él no parecía desear desviar los de él.

Fue un placer, -- dijo-- nada tiene que agradecer y parpadeó... en un instante pensé y sentí que esas largas pestañas espesas, negras, demasiado largas me envolverían por y para siempre se pensaba él... y yo, creo que yo también

Nada de eso. Cortésmente se retiró después de volver a dirigirme una mirada escrutadora y yo le seguía también ese brillo especial al mirarme, la verdad me tenía cautivada. Nos firamos tan fijo..

Lo vi alejarse como sabiendo que volvería sobre sus talones y no me dejaría ir sin cruzar algunas palabras. Yo pondría cierta resistencia, no faltaba más, le diría que no estaba sola como él se lo pensaba, que estaba esperando a... ¿quién? En realidad ¿a quién estoy esperando? Y además ¿para qué?

No se volvió sobre sus talones, ni siquiera se volteó a mirarme una vez más.

Nada... se marchó, se fue caminando como si nada... como si mis ojos no le hubieran hablado ... pero los suyos, sus ojos y su mirada... han pasado mil años desde que los viera y nunca lo volví a ver, ni a él ni a sus negros ojos de fuego profundo, pero nunca lo he podido olvidar.

La llegada del primer personaje dejó de tener la importancia que hubiera tenido de no ser por aquel hombre que mi pitillo encendiera. Nunca se habrá dado cuenta él lo que a mi corazón en ese momento y con esa mirada le hiciera. Una mirada cuyo recuerdo me llevaré hasta mi última morada


Lara Elra Cira

Lo volví a esperar en el mismo sitio muchas veces y busqué sus ojos en muchos rostros y, nada...
Jamás volví a sentir o a ver otra como esa mirada