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El imperio de la magia 3

Punka miraba horrorizada Emuras: ardía en llamas, como nunca lo había hecho; algunas personas se refugiaban en las torbas, y otras corrían a la torre del homenaje, que era como la fortaleza. Punka dio un golpe con el talón a Nara, que galopó tan rápido que Punka casi cae. Galopó por caminos, abriéndose paso entre la multitud que chillaba nerviosa, intentando distinguir las torbas. Miles de partículas de ceniza volaban por el cielo, ahora teñido intensamente de humo negro. Cuando Punka, por fin, encontró su casa, Wornies salió a su encuentro. Rugió, y guió a Punka hasta el almacen, donde le esperaba Krai. Este le tiró una túnica color azul.
- ¡rápido! Punka, ponte esta túnica, tiene aislante mágico, hecho con saliva de unicornio. ¡Lo sabes muy bien! -Krai parecía nervioso. Se retorcía las manos, y no paraba de murmurar.
Punka se vistió con la túnica, cogió a Wornies y salió con Krai al patio.
- ¿Que ha pasado? Esto es peor que el incendio de Roma
- ¡Ha sido un ataque de dragón! -gritó Krai. La multiud gritaba, y no podían entenderse bien.
- ¿Como? ¿Dragones? ¡No hay dragones en Emuras!
- !!¿¿que no hay dragones??!! - Krai parecía rabioso - !¿Que no hay dragones?! ¡Mira que no!
¡¡Emuras es la principal reserva de dragones de todo el planeta!! - Dijo Krai. - !Nuestro rey, Konak, nos ha pedido que lo eliminemos!
- ¿Porque a nosotros?
- ¡Somos los únicos en la ciudad que tenemos animales guardianes! Nos acompañarán Selok, hijo de Narlok y el propio. - Krai miró a Punka. -Tienen basiliscos de tamaño grande. También vendrá Nyla, o Leonyla como te apetezca llamarla. Sabes que tiene una quimera domada.
- ¿a que esperamos pues? Krai, ves delante. Cojo a Wornies, a Seizer y... -Miró con cara de tristeza a las tres pequeñas serpientes, que miraban con cara suplicante. -No, vosotras sois mi mayor tesoro. Quedaos en el corral y si las llamas se aproximan demasiado, meteos en casa.
Llevaré a Nara conmigo, y Krai... -Punka cogió las riendas del caballo negro y se las tendió a su hermano.
- Tu ten este caballo, te lo regalo. -Krai sonrió.
- Bueno, dejémonos de charlas. ¡¡¡MIRA!!! -Gritó Krai; señalaba un punto del cielo negro.
Una criatura alada de unos veinte metros alzó el vuelo. Las membranas de sus alas estaban rasgadas, tenían múltiples cicatrices. Su cola era sorprendentemente larga, y unos pinchos acorazados la cubrían.
- Punka no lo dudó, se montó en Nara y le dió un golpe con el talón. Wornies, rápido como el viento, siguió a su dueña, mientras que Seizer les seguía desde las alturas. Krai montó en el caballo negro y siguió a Punka.
No tardaron en encontrarse con Selok, Narcok y Leonyla, que les aguardaban en la entrada de Emuras. Punka se asustó al ver las dos serpientes gigantes que aguardaban junto a sus amos. Medían mas de 10 metros, y sus ojos fieros estaban fijos en Punka. También se quedó pasmada cuando vió a la quimera de Nyla; ella dijo que se llamaba "Kreena", porque así se había llamado su hermana. Esta quimera era extraña, más grande de lo normal, y con una cabeza de dragón que le sobresalía de la espalda. Debería tener unos 3 metros de alto.

Reunido todo el grupo, cada uno montó en su caballo. El dragón había volado en dirrección Sur, lo que les obligaba a rodear Emuras; el grupo sabía donde se había dirigido, a Las ruinas Deano, una ciudad más grande que Emurahk, pero en ruinas. Perfecto para un dragón escupellamas. El grupo fué en marcha.
Pasó al menos una hora hasta que terminaron de rodear el inmenso imperio. Entonces, un extraño ser les sorprendió en el cielo: un humano iba montado en él. Cuando la misteriosa criatura alada y su ser descendieron, comprobaron que la criatura era un dragón Africano de menos de dos metros, no peligrosos, pero si fuertes. Pueden cargar con muchas cosas. El humano tan solo tenía un taparrabos de piel, y su pelo era puntiagudo y extraño. Su piel era de un tono marrón, y tenía rayas de vivos colores dibujadas cuidadosamente en su rostro.
- Yo me llamo Hejinn, y esté -señaló a su dragón- Este es Chekoó, es pequeño pero escupe llamas de hielo, y es fiel, me ha sido confiado por mi pueblo. Vengo del oeste, del clan de los lobos. Ese dragón ha atacado a nuestro pueblo, y me uniré a vosotros con tal de eliminarlo y llevar uno de sus cuernos a mi clan.
- Esta bien, Hejinn -dijo Nyla- Cuantos más seamos, más fuerza tendremos. Y con tu dragón... Creo que es un dragón Africano antiguo, escupe-hielo; podría debilitar al dragón que buscamos.. Bueno, ven con nosotros. Nos dirigimos a Deano.
- ¿Deano? -dijo Hejinn- Ah! si, nosotros las llamamos Dinnako, "ruinas de la muerte", donde el tiempo dobla el hierro y derriba la roca. Sí, se donde están... Pero queda a mas de 3000 Naekos de aquí.
- Naekos? -susurró Punka a Nyla- ¿Que medida es esa?
- Un Naeko -le respondió Nyla- es igual a 30 metros.
El grupo se puso en marcha. Nyla, montada sobre Kreena, Krai y Punka sobre caballos, Selok y Narlok sobre sus reptantes basiliscos y Hejinn volando con Chekoó. Los siseos de estos inquietaban a Punka.
Tras unas cuantas horas de camino, los miembros se vieron obligados a parar en un claro cercano. La quimera de Nyla desapareció entre las sombras, los basiliscos se enroscaron para hecharse una cabezada, el dragón fué al río a beber, y el grifo e hipogrifo de Krai y Punka se reunieron con los caballos. Aunque momentos después Seizer fué en busca de alguna liebre. Punka, al fin, pudo ver a los para ela desconocidos Selok y Narlok. Conocía muy bien a Leonyla, su mejor amiga. Cuando Punka se acercó para hablarles, descubrió que eran elfos.
- Hola, Selok, hijo de.. Nar... Narl...
- Narlok -dijo este- Mi nombre es difícil de recordar, pero soy un elfo y me es obligado llamarme así. Yo odio la K -dijo Narlok- pero sin ella, mi nombre sería "Narlo" y eso sería horrible para un elfo.
Narlok, aunque era el padre de Selok, parecía joven. Cuando Punka le preguntó la edad, se sorprendio al oir que le respondía -"137 años recién cumplidos en Junio" "Mi hijo Selok tiene 110, pero parece mucho más joven". Selok era guapete: el pelo, dorado como el sol, los ojos de un tono verde. Llevaba el pelo recogido en una trenza que le llegaba hasta los hombros. Era de aspecto atlético, y debería tener en el sentido de la edad de Punka unos 18 años.
Narlok era la viva imagen de su hijo, pero sus ojos eran castaños, y su pelo mucho más largo que el de Selok. Narlok sinceramente no parecía su padre, tan solo su hermano, o su amigo.
Punka les preguntó que cual era el origen de esos basiliscos gigantes.
- Estos dos reptiles -Dijo Selok- eran crías cuando las atrapamos en Hiall, las colinas del cielo, están lejísimos de Emuras. Era nuestra tierra natal, pero nos vinos obligados a venir aquí debido al ataque de un dragón. No era el que persegimos, sino otro mucho más grande y de color rojizo. Era un mito hasta que apareció entre nosotros y borró esa leyenda de nuestras mentes. Como te contaba -Selok se puso a pelar una Fangela.- Estas crias no alcanzaban el metro cuando las cogimos. Su madre había muerto y nos apiadamos de ellas. Pensamos que podríamos derrotar al dragón cuando se hicieran grandes. Aunque en Emuras... Las leyes son malas, para mi opinión. Suerte que somos amigos de nuestro gobernador,es un familiar lejano de mi padre. Nos dejó críar a las serpientes pero nos hizo jurar que si destrozaban algo de su imperio, tendrian que sacrificarlas o dejarlas libres. Y aquí andamos -acabó Selok.
Punka estaba maravillada con las historias y leyendas que Selok le contaba por el camino. Aquella noche comieron jabalí, cazado por Kreena, y dos liebres, por Seizer. Este se erguió con orgullo ante las liebres cuando las trajo. Después de montar una hoguera y planear la entrada a Deano, el grupo se quedó dormido. Selok montaba guardia, con su daga siempre alerta, y uno de sus basiliscos al que el llamaba Namor, se quedó con él. El grupo pudo oir unos cascos y ver unos unicornios, antes de tumbarse sobre las pieles que Nyla había traído y dormir una noche.
Aquella noche, Punka soñó con el dragón. Soñó que destrozaba su torba, quemaba a sus basiliscos...
Despertó. El sueño se le había hecho corto. Era por la mañana, y se dió un susto enorme cuando se vió encima suyo la gigantesca cabeza del basilisco mirarla fijamente. Punka gritó.
- Oh, ¡perdona Punka! Selok bajó del reptil. No era mi intención, tan solo quería avisarte de que nos vamos. ¿Tienes todo? -Punka asintió-. Bien, pues, levantate y monta a Nara. Selok le tendió las riendas. Punka vió como se desplazaba majestuosamente el basilisco, y sintió un orgullo que jamás había sentido al saber que ella tenía tres basiliscos, que algún día se convertirían en aquellas magníficas criaturas. Punka, ya arreglada, montó en Nara y el grupo, tras recoger todo, se puso en marcha de nuevo.
***********
Fin 3ª parte
Datos del Cuento
  • Autor: Alana
  • Código: 8178
  • Fecha: 06-04-2004
  • Categoría: Mitológicos
  • Media: 5.46
  • Votos: 82
  • Envios: 3
  • Lecturas: 4842
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
LETICIA
invitado-LETICIA 08-07-2004 00:00:00

ESPERO QUE LO SIGAS PRONTO ME GUSTO MUCHO HASTA AHORA. SALUDOS

jose
invitado-jose 07-05-2004 00:00:00

me parece una historia muy interesante yla verdad me llamo mucho la atencion pero quede con las ganas d el final

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