Había una vez un país donde solo vivían animales. Era muy bonito ver tantos animales juntos y cada uno diferente de los demás. Había camellos, loros, osos, perros, koalas, gatos, serpientes, peces, cebras, búhos, elefantes, cerdos, pollitos, gallinas, águilas, caballos, canarios, monos y un montón más.

 Todos eran muy amigos y se llevaban bien. Compartían la comida, paseaban juntos, jugaban y se defendían unos a otros cuando llegaba al país algún ser extraño que no conocían y les pudiera hacer daño.

 Un día salieron a buscar comida un oso, un loro, un mono, un koala, un elefante, un caballo y una cebra. Estaban todos muy contentos porque habían encontrado comida para todos y decidieron hacer una fiesta cuando empezara a anochecer. Lo prepararon todo e incluso buscaron amigos músicos que pudieran tocar instrumentos después de la cena para hacer un gran baile.

 Cuando estaban cenando, un koala que se llamaba Klum comenzó a sentirse mal, pensaba que todos los animales eran más bonitos que él y se fue alejando de la fiesta. Llegó a una verde pradera donde no había luces solamente le alumbraba el resplandor de la luna. Allí se sentó y empezó a hablar con ella.

Le decía: hola lunita, soy Klum y como ves me siento un poco triste porque mis amigos son mucho más bonitos que yo. A mi me gustaría tener plumas de muchos colores como el loro, el hocico como el oso hormiguero, un rabo largo como el mono, …

La luna le contestó que era muy guapo como estaba, que los koalas son así y que cada animal era diferente de los demás, pero como Klum no estaba de acuerdo, así que se fue pensativo hacia la fiesta y siguió pensando que podía hacer para estar más bonito.

 Al día siguiente, se lo contó a varios de sus amigos y todos se pusieron en marcha para ayudarle. Fueron a cortar un trozo de tronco de un árbol que se había caído para hacerle el hocico, después fueron a buscar hojas de las que se habían caído porque era otoño y las pintaron con pintura de varios colores. Se las pegaron como si fueran las plumas del loro.

 Más tarde vieron que le faltaba un rabito como el del mono, así que fueron a buscar varios calcetines, los cosieron y se los rellenaron con mucha paja de la que había en el corral.

 Cuando ya lo tenían hecho fueron a ver al elefante y le preguntaron: ¿qué te parece que le falta a Klum para ser más bonito?

 Y el elefante contestó: unas orejas grandes como las mías. Así que pensaron como se las podían hacer y decidieron buscar por todas las ciudades. Encontraron una caja de galletas, dibujaron las orejas, las recortaron y se las pegaron.

 ¡Que bonito está Klum! Gritaban todos.

 Cuando ya estaba listo se paseó por el país para que todos los animales lo vieran. Estaba feliz, muy contento, daba saltos de alegría, reía y corría hasta que tropezó con una roca, cayó al suelo y se le despegó todo de su cuerpo.

 Volvió a ser el koala de siempre y entonces recordó lo que le dijo la luna: “TODOS SOMOS DIFERENTES Y TENEMOS QUE ESTAR CONTENTOS Y ACEPTAR COMO SOMOS”

 Así que Klum desde entonces empezó a quererse y ya nunca más tuvo envidia de los demás animales y desde entonces vive feliz con sus amigos.

¡FIN!