Una vieja leyenda egipcia, enterrada bajo las arenas del olvido, cuenta cómo una noche, hace ya más de tres mil años, el Dios Anubis salió del Inframundo para caminar por la Tierra de Egipto junto a los chacales.
Desde su trono, Osiris vio lo que el Dios Chacal hacía y montando en cólera le ordenó que volviera a su morada. Pero Anubis se negó y siguió vagando por el desierto. Entonces Osiris bajó a la Tierra y se apareció ante Anubis, cerca de Karnak.
Éste detuvo su marcha y le pidió que le dejara continuar, pues desde hacía tiempo había oído la llamada de los chacales y por fin podía reunirse con ellos.
Osiris, lejos de dejarle pasar, le ordenó de nuevo que se retirase al Inframundo, amenazándole con castigarle severamente si no lo hacía.

Entonces Anubis, sin pensarselo dos veces, le atacó. Los chacales, asustados, huyeron despavoridos hasta perderse tras las colinas de arena. Osiris y Anubis lucharon ferozmente, empleando todo su poder. La batalla duró mucho tiempo, había aparecido Ra por el horizonte y aún estaban luchando. Finalmente Osiris logró derrotar al Dios Chacal y lo devolvió al Inframundo. Pero después, para que jamás volviera a salir, colocó una reja en la entrada con el Amuleto de Horus en su centro.

Sumido en la aterradora oscuridad de su reino, Anubis juró para sí que algun día se vengaría de aquello, aunque debiera de destruir el mundo para lograrlo.

Dicen los bereberes del desierto que algunas noches se escucha un extraño rumor, como si la arena suspirase. A ese sonido lo llaman "el lamento del chacal", pues es semejante al que este animal hace cuando está triste.