Sinopsis: Después de robar el Libro de los Siete Reinos de las bibliotecas de Wikglor, Durfild el Nigromante huyó a la torre de Ningraff, donde invocó a los terribles demonios Nurin-auks, para que atacaran las tierras que aún resistían al avance del general Kailos.

Como escupidas por la misma noche, un centenar de nuevas flechas atravesó la lluvia en dirección a las bestias. Los jinetes, sentados sobre sus inquietas monturas, echaron un vistazo alrededor: los arqueros estaban en torno a ellos, tan cerca que casi podían ver la expresión de sus caras.
Renovadas pues todas sus esperanzas de vencer, los caballeros rechazaron como pudieron la brutal embestida de los Nurin-auks y a continuación contraatacaron como si aquella fuese su última oportunidad.
Momentos después, los arcos que les apoyaban volvieron a hablar.

Los Nurin-auks que habían sido alcanzados aullaron de dolor, todos excepto uno, que se había quedado completamente inmóvil.
Sin descuidarse ni un segundo, los jinetes observaron al demonio. En una de las patas traseras tenía algo, como una mancha grisácea que le llegaba desde la pezuña hasta la rodilla, y que seguía creciendo..... Después de unos segundos, todos lo entendieron. Aquel Nurin-auk estaba...petrificándose.
Entretanto los arqueros lanzaban otra batería de flechas, cargaron de nuevo contra los demonios, aún sin dar crédito a lo que habían visto.
A lo lejos, sobre las montañas, el cercano día comenzaba a maquillar la tenebrosa oscuridad.
De repente, un cuerno sonó al Este, al otro lado del bosque. Era el cuerno de Wikglor.....¡el castillo estaba en peligro!.
Preocupados por la suerte de su gente, los caballeros partieron hacia las colinas que rodeaban la fortaleza seguidos, también a caballo, por los arqueros. Cuando hubieron llegado, subieron hasta la cima.
Ante ellos, en la parte derecha de un vasto y pedregoso valle, apareció la imponente imagen del castillo, y junto a éste, a apenas unas decenas de metros, una marabunta de soldados, interrumpida por varias torres de asalto, que avanzaba implacablemente hacia sus murallas.
Seguían observando cuando, de pronto, escucharon detrás de ellos a los Nurin-auks.