fabrizio había nacido con problemas respiratorios, conforme se hacía mayor se le agravaban.
Sus padres,lo mandaban a un clima más seco y mejoraba.
Ël vivía cerca del mar, la humedad no le sentaba bien.Tuvo una nueva crisis y decidieron esta vez, mandarlo a la aldea, allí tenían una casita.
Se marchó,cuando entró en aquel lugar,se deprimió,
era tal la desolación que contemplaba, pero trató de adaptarse,lo que más le podía era la soledad,
echaba de menos a sus padres, pero pronto lo asumió.
Se hizo amigo del sacerdote.
Fabrizio era un joven muy devoto, le gustaba cumplir con sus deberes de cristiano.
Todas las mañana acudía a su misa. Don Florencio enseguida le tomó afecto, todas las noches le hacía un poco de compañía, le contaba historietas de cuando él era más joven,así pasaban la velada.
Fabrizio empeoró y no pudo salir en unos días, pero no le faltaba la visita de don Florencio, dándole ánimo, eso lo confortaba.
Se encontraba mejor y decidió que por la mañana volvería a su misa.
Nunca cerraba la puerta, ponía una silla para sujetarla, así cuando venía el sacerdote no tenía que levantarse, se quedaba tapado con su manta,
calentándose al calor de la chimenea, se fatigaba bastante cuando andaba y hacía lo posible por evitarlo.
La noche era fría, había una tormenta, los relámpagos entraban por la ventana, alumbrando la
estancia, el viento silvaba con gran intensidad,
la luz del candil se apagaba.
Fabrizio puso un puchero en la lumbre, para que se calentara el agua, así cuando venía su amigo echaba el agua en el caneco para calentar la cama, empezó a hervir con intensidad ese ruido lo ponía
nervioso, la noches imponía estar solo. Miraba el reloj, era la hora que siempre venía el sacerdote.
De pronto una corriente de aire abrió la puerta,
vio entrar a don Florencio, sintió una alegría inmensa, así no estaría tan solo en una noche como
aquella, pero su amigo no pasó, le dijo adiós con la mano y se alejó, la puerta volvió a cerrarse
bruscamente.
Ël se extrañó de que no le dirigiera la palabra,
no pudo dormir, estuvo pensando toda la noche,
¿por qué no le habló? Por la mañana se fue al templo, como había hecho habitualmente antes de caer enfermo, no vio a don Florencio, estaba otro sacerdote diciendo la misa, cuando terminó se le acercó y le preguntó por su amigo.
¡Cómo usted no lo sabe, hace tres días que lo enterramos!
Fabrizio se quedó blanco, un helor traspasó su alma,no lo podía creer, si él lo había visitado todas las noches, en los días que estuvo sin salir.
Ese mismo día se marchó de la aldea y no volvió jamás a aquel lugar.
Se casó y le contaba a sus hijos lo sucedido, ellos temblaban de miedo, de ver de la manera que su padre relataba los hechos.
Mientras vivió, no pudo apartar de su mente la imagen de don Florencio diciéndole adiós.