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El miñequito en la bicicleta

Eran tiempos de tristezas y lamentos en mi tirra.La tierra en que, por primera vez descubri las maravillas de Dios, esos campos verdes, las montañas majestuosas, el río cristalino y aquella alfombra azul que cubría los cielos.

Subía la cuesta acompañado del cantar de los pájaros, cantaba la reinita, el pitirre, zorzal, el chango prieto, las tórtolas sabaneras.. era el más algre de los conciertos.

Pensaba en mi amigo y hermano Roberto. Lo recordaba muy bien, recordaba sus luchas universitarias, su talento atléico, recordaba sus aventuras amorosas, aquella suerte para conseguir chicas bonutas y yo tenía que conformarme con los flejes del barrio.¡Ay que vida aquélla!

Ironías del destino, después que peleó tanto y cogióo tantos macanazos, cuando protestaba por la presencia del ROTC, pues segán decía, era una barbaridad que en un centro de estudios existiera una organización militar. Recuerdo cuando participamos en una protesta que degeneró en un motin, y mataron a Antonia, una joven que estaba estudiando para maestra.
Aquellos días fueron muy triste, pero hoy siento esa alegría infinita, esa paz que tanto necesitamos, Me siento muy emocionado, pues luego de diez años volveré a ver a mi amigo, a mi hermano Roberto.

Pues sí, es irónico que después de tantas luchas contra los yanki, tuvo que ir a la guerra de Vietnam. Yo me escapé de eso, pues no servía ni para mondar papas.

Me había escrito hace un año que todo marchaba a las mil maravillas, se había casado con Elena, su novia de siempre, y que era padre del más hermoso niño. Me envió fotos del pequeño, para entonces tenía tres años. Me decía que estaba loco porque yo fuera a visitarlo. Su casa era una hermosa manción en el tope de una loma.

Estaba en Nueva York y se me hacía difícil regresar a mi tierra. El horror que me causaban los aviiones era algo terrible. Pensaba cuando iba hace diez años que si Dios hubiera querido que volara, me hubiera puesto alas. Pensaba en las cuatro o cinco muertes que iba a experimentar si aquella cosa voladora se caía en el mar, me moriría del susto mientras caía, si explotaba me quemaría, si caía al mar me ahogaría y en el peor de los escenarios, me comerían los tiburones. Así que había que pensarlo.

Pero ahora estoy aquí, feliz, deseoso de darle un abrazo a Roberto y coger al niño en mis manos, ya que Dios me privó de mi hijo, sólo vivió cinco días. Roberto ese día no se apartó de mi lado, mi dolor era su dolor, mi sufrimiento, su sufrimiento.

Ya la casa se veía, el sudor corría por mi frente, ya podía escuchar los ladridos de Roque, el gran perro, que había visto en los retratos.

Por fin llegué, el silencio me comió y sentí, se lo juro, escalofríos, al ver un muñequito montado en una pequeña bicieta. Doña Ramona, la madre de Roberto, se asomó al balcón y me saludó.. Pero fue extraño, ella siempre se volvía loca cuando me veía, y ese saludo no respondía a lo que estaba acostumbrado.

Subí las escaleras y ella me dio un fuerte abrazo.
¡_Muchacho estás muy guapo!

Más tarde salió Elena, estaba hermosa, su pelo negro, largo, sus ojos de azabache, su mirada profunda.pero por vez privera, noté en sus ojos la tristeza. Se acercó y nos abrazamos, me dio un beso en la mejilla, Noté que una lágrima salto de sus ojos y corrió por su mejila.
¿Y Roberto?-le pregunté-

_ Debe estar por ahí, jugando con el nene en la bicicleta- Ella caminó hacia la ventana de cristal. Su mirada se perdió en el vacío, la suegra se fue a la cocina a prepararme cafá. Elena no me hablaba, miraba, miraba. Me le acerqué y vi sus ojos empapapdos en lágrimas, me abrazó con fuerza.
__ Braulio. Ay Braulio.¡No puedo más!

Y volvió a mirar mientras se secaba las lágrimas y me señaló hacia el árbol de mangó que estaba en el patio.

Allí estaba Roberto, mi amigo y hrtmano del alma.Estaba mal verstido, su pelo largo, una barba sucia le cubría el rostro. Se movía como alocado, le hablaba al muñequito, lo levantaba de la bicicleta y lo abrazaba, lo cubría de besos.

A veces colocaba el muñquuito en el tronco del ánbol y le lanzaba una bola. Lugo lo tomaba en sus brazos y se sentaba sobre el tronco y le cantaba.

Se me hizo un nudo en la garganta.sospechaba lo peor, lo horrible. tenía el pecho apretadado. Entonces, ella me contó entre sollozos y lágrimas.

Un día Roberto recibió una llamada para realizar un trabajo con su camión. Salió de prisa, cuando dio reversa sintió que había golpeado al perro.
¡Dios mío!. era el niño en su bicicletita..
Lo tomó en los brazos y corrió como un loco..
Desde entonces nuestras vidas ya no tienen sentido, él enloqueció y cree que el muñequito es su bebé.

Cuando salí de aquella mansión no dejé de llorar y miraba al cielo con coraje y le preguntaba a Dios:¿Por quá a ellos?¿Por qué, Señor?
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