Nos estábamos preparando temprano para salir a la escuela cuando el noticiero en la televisión dio a conocer un extraño descubrimiento arqueológico en las pirámides de Teotihuacan. El conductor señaló que un grupo de arqueólogos mexicanos fueron notificados que del lado norte donde se ubica la Pirámide de la Luna avistaron un túnel subterráneo casi inaccesible y desconocido. Al realizar las primeras incursiones, los investigadores descendieron , con dificultad a unos 20 metros de profundidad, exploraron una amplia plataforma extensa de unos 400 metros cuadrados, lo que en apariencia representaba una plaza ceremonial rodeada de grandes figuras labradas en piedra, lo cual significaban, cada una, la tumba de importantes guerreros aztecas, los cuales fueron enterrados ahí por su gran valor y méritos militares. Al centro una extraña escultura mostraba una figura mitológica, mitad hombre mitad águila, al principio difícil de descifrar. Los investigadores se preguntaban ¿qué personaje yacía en ese lugar? ¿Cuál sería su importancia para que ocupara tal honor de ser enterrado en el centro de esa majestuosa plaza?
Pasaron varios días de arduas excavaciones y con sumo cuidado removieron la escultura principal, asombrados descubrieron otro túnel debajo de la tumba que conducía a una estancia mucho más pequeña, ricamente decorada, en las paredes había códices con inscripciones y pinturas antiquísimas , en la parte principal un altar con recipientes grabados, sahumerios y joyería, se apreciaban máscaras rituales y penachos elegantemente tejidos y majestuosos. Sin duda era un lugar sagrado y digno de aprecio por los antiguos aztecas. Lo que estaban descubriendo los arqueólogos era algo sorprendente: no sólo era un recinto religioso, sino además un lugar de gran valor histórico y cultural para los aztecas, lo que para nosotros sería en la actualidad un museo. Pero, entonces ¿quién estaba sepultado en esa tumba? Sin dura era un gran personaje. Debajo del altar se encontraba un ataúd de un tamaño más grande de lo normal , de fina madera con inscripciones simbólicas. Al abrirlo encontraron un cuerpo momificado cuidadosamente, junto a él se hallaron más objetos artísticos. Lo que llamó más su atención fue un pequeño cofre a los pies del extraño personaje, dentro de él se encontraba un códice antiquísimo que mostraba instrucciones para encontrar ciertos lugares Los expertos dedicaron tiempo y empeño estudiando antiguos códices y referencias históricas de expertos en la materia, empleando todo lo que la ciencia moderna les brindaba para conocer la época de estos hallazgos. Los resultados no dejaban lugar a dudas: el personaje de la tumba era un gran sacerdote, era Tenoch, el patriarca que orientó a las 7 tribus a encontrar el lugar donde deberían fundar la Gran Tenochtitlán, junto a él estaba depositado el códice que mencionaba la ruta para llegar al lugar señalado y además la inscripción original de la señal que simbolizara el acontecimiento histórico: un águila parada en un nopal devorando una serpiente. Es el descubrimiento más importante de todos los tiempos que la arqueología halla descubierto, el origen no solo de nuestro Escudo Nacional sino de nuestra mexicanidad, ya para los antiguos aztecas este códice representaba un rico tesoro histórico, para nosotros es un símbolo de orgullo nacional que identifica a México como un pueblo con tradiciones y costumbres bien definidos, con hondas raíces culturales que lo hacen tener una sólida ideología, respetada por la comunidad de pueblos y naciones.
Este descubrimiento arqueológico nos brinda la oportunidad de ratificar al Escudo Nacional como un símbolo patrio que todos los mexicanos debemos valorar y apreciar.