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El misterio de los libros agujereados

Luisa, la bibliotecaria del colegio, dio la voz de alarma entre los profesores, ¡Hay alguien que está agujereando hojas de los libros más divertidos! Nadie lo podía entender. ¿Por qué si alguien no quería leer tenía que romper los libros? ¿Por qué no se le pilla si los libros que da la bibliotecaria en el cole llevan un sello y se sabe quién se los llevó para casa?

Un día tras otro, la bibliotecaria miraba los libros entregados y en el momento no se veía nada roto. Sin embargo, cuando miraba para revisarlos, los limpiaba o los cogía otro alumno, aparecían así. Eran pequeños agujeros, como si se pasara la punta de un lápiz de un lado a otro de la hoja. 

A la hora de la lectura los profesores habían optado por que los estuches se guardaran dentro de las mochilas por si acaso. A medida que pasaron los días, la bibliotecaria informó en una reunión que parecía que los agujeros se hacían en aquellos libros que parecían más leídos por los alumnos o más entretenidos, pero ya no era así. Había libros de física nuclear que nadie había tocado en años que también tenían algunos agujeros. 
¡Menudo misterio! ¿Pensáis que se resolvió en ese momento? Nada de nada, no había culpable, incluso no había sospechoso. 

A la semana siguiente, Luisa, más enfadada todavía, porque ya no había agujeros en una página había agujeros, sino en muchas más. La profesora de ciencias sintió mucha curiosidad y le pidió permiso a Luisa para estar una tarde entera en la biblioteca y así observar si pasaba algo extraño y quizá poder resolver el misterio.

La profesora de ciencias se llamaba Julia y era muy observadora. Tanto que, dando una vuelta por la biblioteca y acercándose a todas las estanterías y mesas, ya se dio cuenta de lo que sucedía. Los niños no eran responsables de nada…las responsables eran… ¡las polillas! 

Las polillas son unos insectos que estropean la madera como si se la comiesen y que de paso han podido dañar los libros. No solo estos tenían agujeros: las mesas, las patas de alguna silla y alguna estantería también, por eso Julia se dio cuenta. 

Cuando Luisa lo supo pidió disculpas por sospechar de los alumnos y enseguida se encargó de solucionar lo que sucedía. ¡No se puede pensar mal sin razón! Cuando se supo todos los profesores respiraron tranquilos, ya se había descubierto el misterio del agujereador de libros.

Datos del Cuento
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