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Había una vez un murciélago al que le gustaba mucho dormir por la noche, y eso era un gran problema, porque precisamente por la noche es cuando los murciélagos salen a cazar para alimentarse.
Al principio, el Murciélago Dormilón salía a cazar de día, pero pronto descubrió que, además de ser mucho más peligroso, era mucho más difícil. Además, le daba mucho sueño. Y cada vez dormía más y más, tanto de día como de noche.
Cuando se despertaba estaba hambriento, pero se sentía tan débil que enseguida se cansaba de cazar y se volvía a dormir.
Un día, de madrugada, un ejército de grandes arañas invadió la cueva donde dormía el Murciélago Dormilón. Todo los demás murciélagos acaban de llegar y consiguieron huir rápidamente. Acababan de alimentarse y tenían fuerzas suficientes para emprender el vuelo y salir de allí.
Pero el Murciélago Dormilón no tenía fuerzas para huir. Afortunadamente, las arañas no le vieron, porque estaba colgado en la parte más profunda de la cueva para que nadie le molestara.
Cuando se marcharon, el Murciélago Dormilón salió de la cueva. Había caído ya la noche. Todo estaba lleno de telas de araña. Se había quedado completamente solo, de modo que pudo imaginarse qué había sucedido.
El Murciélago Dormilón tuvo que tomar una decisión: irse a dormir o ponerse a cazar para coger fuerzas y buscar un lugar más seguro para vivir. El instinto ganó la partida, y el Murciélago Dormilón se dio un buen atracón de insectos, aunque estuvo a punto de ser devorado por las serpientes en más de una ocasión.
El Murciélago se retiró a la cueva para hacer la digestión mientras echaba la siesta. Pensó en salir en cuanto amaneciera, por si acaso volvían las arañas, pero le daba mucha pereza irse.
- No creo que vuelvan las arañas -dijo en voz alta-. No pensarán que existe un murciélago lo suficientemente tonto como para quedarse aquí tras un ataque como el de anoche.
Entonces, se oyó una voz que salía del fondo de la cueva:
- Mirad, chicas. Parece que sí hay un murciélago lo suficientemente tonto como para volver.
El murciélago se quedó congelado del susto. ¡Tenía que huir! ¿Cómo lo haría? De pronto, se dio cuenta de que había comido bien y de que también había dormido. Por lo tanto, tenía fuerzas y energía para irse. Solo tenía que ser hábil para aprovechar el momento adecuado.
- ¡A por él! -gritó una araña.
Justo en ese momento, el murciélago esquivó el ataque y salió disparado, derribando con un aletazo de sus grandes alas a varias arañas que se acercaban hacia él.
El murciélago voló toda la noche y fue comiendo todo lo que pudo por el camino para recuperar fuerzas. Finalmente, se metió en una cueva que encontró cuando salió el sol.
Al despertar, se encontró con muchos de sus compañeros, que sintieron gran alegría al verle.
- ¡Has conseguido encontrarnos! ¡Quién lo diría! -le dijeron.
Desde entonces, el Murciélago Dormilón duerme por el día y caza por la noche y, aunque tiene mucho sueño, se esfuerza por hacerlo bien.
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