Y luego piensas como vas a salir del inmenso pozo en el que se ha convertido tu vida.
Te sientes como un naufrago, a la deriva, rodeado de mar por todas partes.
Empiezas a sentir cansancio y ya no tienes ganas de nadar. Empiezas a sumergirte y decides que no tienes ganas de seguir intentandolo. Decides que ya no quieres salvar tu vida, que estas harto de luchar porque tus gritos de socorro se han perdido entre la nada y nadie ha podido, o ha querido, venir a ayudarte.
Se acabó, ya es demasiado tarde, ya no hay solución y empiezas a hundirte, un poco más, un poco más... ni siquiera alcanzas a ver el fondo ¿O sí? ¿Es aquello que ves allí, a lo lejos, borroso? Es igual porque ya no te importa. Ya todo está perdido y no hay salida.
Ahora si que has dejado completamente de nadar, ahora solo sientes que te hundes y que la respiración te va abandonando.
Y, antes de tu alma abandone tu cuerpo, lo último que piensas es, que jamás hubieras creido que tu vida se iba acabar así. Pero ya no te importa.
Ahora solo cierras los ojos y te duermes... solo dispuesto a soñar... por toda la eternidad...
Estás describiendo en este cuento de una forma poética lo que es una depresíón. Te felicito por expresar algo tan terrible de forma tan bella. Pero quiero añadir que no se tiene que hundir definitivamente la vida. Tenemos que estar atentos para que quien esté a punto de naufragar pueda encontrar nuestro auxilio. Cuando se cae en algo así parece que no hay salida, pero no es verdad, sí que la hay. Lo importante es encontrar a quien te ayude a buscarla.