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El noble y el esclavo

Había una vez un noble que vivía en una gran mansión, no lejos de Samarkanda. Rodeando la mansión había árboles frutales en extensos campos y jardines, cuajados de rosas y otras flores, que eran cuidados durante todo el día para conservar el sitio hermoso. Un día, el noble, cuyo nombre era Abdul Azim, compró un niño esclavo con el cual se encariñó y al que enseñó a leer y escribir, tratándolo como a su propio hijo. Esto molestaba a los otros sirvientes que odiaban al niño esclavo (cuyo nombre era Gafur) y aprovechaban cada oportunidad para intrigar contra él. Hacían de su vida una miseria contando mentiras sobre él a su señor. Sin embargo, éste se daba cuenta de que realmente estaban celosos, así que cada vez que le venían contando chismes sobre Gafur los mandaba severamente de vuelta a sus tareas. Gafur, día tras día y año tras año, aprendió de libros sobre ciencias, artes y sabiduría, así que llegó a ser igual a un noble como su señor. Juntos iban a la corte y se unían en pláticas ante el rey. Fue en la corte cuando, mirando por la celosía tras el trono de su padre, la hija de rey, Shiraz, lo vio. Su corazón se llenó de amor y supo que debía casarse con él y con ningún otro. Consultó a su vieja aya quien prometió contarle al joven los sentimientos de la princesa. Una noche la vieja mujer se aproximó a Gafur y le entregó un retrato en miniatura de una bella doncella. "Joven señor" dijo ella, envuelta en velos y enseñando un solo ojo "este es un retrato de mi señora que es una dama de alta posición y se ha enamorado de ti. ¿Me darás un mensaje para ella de que puede tener alguna esperanza en este asunto?". Gafur, tan pronto como vio el retrato, sintió también las punzadas del amor y dijo a la sirvienta: "Dile a tu señora que todos sus sentimientos son correspondidos y que la amo verdaderamente. Pero, ¿no vas a decirme quién es ella?". "No, no. No puedo hacer eso" exclamó la vieja mujer "debes esperar a que me ponga en contacto contigo otra vez, pues mi señora me dijo que te mostrara el retrato y observara tu reacción. Ahora debo volver con ella" diciendo esto se cubrió completamente y se marchó. Gafur, como se quedó muy interesado por todo esto, la siguió a distancia. Se quedó consternado cuando vio que entraba en el palacio real. Obviamente su señora era alguien de la corte, pero ¿quién?. Volvió a su casa muy serio. Sucedió que el hijo del noble, que estaba celoso de Gafur en grado sumo, se dirigió a su padre y le dijo que Gafur era ambicioso y taimado. Añadió que había oído decir que Gafur quería usurpar la posición de su amo, gobernar la casa y la familia y ser cada vez más poderoso, porque se iba a casar con la hija del rey. La vieja mujer, desgraciadamente, había contado la historia del enamoramiento de su señora a su hijo, que trabajaba en el establo de la casa del noble, éste había confiado estas noticias a su señor, para desacreditar al pobre Gafur todavía más. Abdul Azim alarmándose de la aparente naturaleza ambiciosa de su esclavo, decidió probarle. Si fuera verdad que Gafur quería ocupar su puesto, había una buena manera de averiguarlo. "Gafur" dijo cuando el esclavo volvió esa noche "voy a salir en peregrinación y estaré fuera durante dos años. Mientras tanto quiero que te quedes a cargo de mi casa. Todos los asuntos que yo atiendo normalmente estarán bajo tu responsabilidad. Debes pagar a todos los sirvientes y también las facturas de los comerciantes y mercaderes. Protegerás a mi esposa y familia, darás consejo a mi hijo e irás a la corte del rey en mi representación". ¿Cómo se lo tomaría Gafur?. Sólo pena podía verse en el rostro del esclavo. "¿Dos años señor?. Eso es mucho tiempo para estar separado de ti. Pero lo intentaré y tendré cuidado de todo, desde luego, mientras tu no estés aquí si ese es tu deseo". Y se fue a la cama. Abdul Azim lo miró con expresión pensativa. ¿Serían verdad todas las malas cosas que se decían acerca de Gafur?. Esa noche Gafur no podía quedarse dormido y no paraba de dar vueltas bajo las sábanas. A medianoche se levantó y fue a la ventana. Miró hacia el jardín. La luna brillante y clara lo iluminaba desde el cielo. Allí afuera, una fuente tintineaba. Se vistió y salió hacia la fuente a mirar el brillante goteo derramarse en el recipiente de mármol. De repente, se oyó una risa musical y una bella hada apareció ante él, en el mismo centro de la fontana. "Sabe, ¡oh mortal!, que yo soy tu espíritu guía y estás bajo mi responsabilidad, porque asistí a tu nacimiento y desde ese momento te he protegido. Ahora debo aparecer para darte consejo, pues estás en peligro". "¿Peligro? ¿qué clase de peligro? ¡no tengo un solo enemigo en todo el mundo!". El hada rió otra vez "¡oh, sí que tienes mi pobre niño!, está el hijo de tu amo y todos los sirvientes de tu casa. Ahora el noble mismo está en contra tuya, por lo tanto te diré como recuperar sus favores, de otra manera no lo conseguirás". "Mi amo va en peregrinación y yo llevaré el control de su casa ¿es que acaso eso indica que ya no confía en mí?" exclamó Gafur. "Es una treta, dice eso para ver cómo te comportas mientras él está lejos. Atiende mi consejo y escucha lo que tengo que decirte" contestó el hada. "Habla, soy todo oídos" afirmó Gafur y guardó silencio. "Mañana te vistes con una túnica andrajosa en cuyo forro coserás cien piezas de oro y preséntate a tu señor. Le dirás: Señor, yo no puedo quedarme aquí y hacerme cargo de todo en tu ausencia, pues no soy digno. En vez de eso, pon a tu hijo en la dirección de todos los asuntos y déjame ir contigo, te lo suplico, adonde quiera que vayas, aunque sea al fin del mundo". "Sí, lo recordaré" dijo Gafur "pero, además, estoy enamorado de una noble dama que parece pertenecer a la casa del rey ¿cómo puedo conocer su nombre o incluso arreglármelas para verla?". "No te preocupes de eso, solucionaré ese asunto también. ¡Paz y bendiciones sean contigo!" y dicho esto se desvaneció del centro de la fuente que continuó tintineando dentro del estanque de mármol, bañado en la luz de la luna. Gafur empezó a preguntarse si habría soñado todo aquello, pero se dio cuenta que si el hada era realmente su protectora, él haría bien en hacer lo que ella había dicho. Así que a la mañana siguiente y muy temprano, se vistió con un harapiento manto, con remiendos y parches y hecho jirones, en cuyo forro cosió cien piezas de oro, toda su fortuna en este mundo. Ataviado de esta manera esperó a que la mirada de su señor se posara sobre él desde la ventana. "Gafur, ¿por qué estás vestido como un derviche errante? ¿cuál es el significado de esta mascarada?". "Señor, yo no quiero estar a cargo de todo cuando tu te vayas de casa. Permíteme ir contigo, disfrazado así, de manera que pueda seguirte y protegerte en caso de que caigas entre ladrones o tengas que ser rescatado de algún incidente. Tengo cien monedas de oro cosidas a este viejo manto, si pierdes tu dinero yo todavía tendré suficiente para los dos. Déjame ir contigo, porque tu hijo ha de ser el cabeza de familia en tu ausencia y no yo pues soy indigno en grado sumo". Dicho esto se calló, para dejar que el efecto de sus palabras calara hondo. Al oír todo esto, Abdul Azim lo abrazó y le dijo que todo aquello no había sido más que una prueba y que, en realidad, no iba a salir en peregrinación. Luego le contó a Gafur como cierta gente había hecho levantar sospechas sobre él y había tenido que descubrir si eran ciertas. De este modo gracias a su hada protectora, Gafur se salvó. Entonces le contó a su amo que estaba enamorado de una dama de alta condición que le había entregado su retrato a través de una sirvienta con un mensaje de amor. "Querido Gafur" exclamó el noble al ver la miniatura "¡esta no es otra que la princesa Shiraz, la hija del rey!. Si se ha enamorado de ti, entonces eres verdaderamente un hombre de suerte, pues el rey no le niega nunca nada a su hija. Por consiguiente, actuaré en tu beneficio y te propondré como su futuro yerno. La princesa está en edad casadera y el rey debe estar buscando un joven de buen carácter para casarle con ella. "Pero yo no soy lo suficientemente bueno para ella. ¿Cómo crees que yo, un humilde esclavo, puede ser recibido en la corte" dijo Gafur desalentado. "No temas. Desde este momento yo te declaro un hombre libre. Pondré una bolsa de oro a tu disposición y te adopto como segundo hijo. Mi familia es noble y con solera, así que serás bien recibido en la corte". Cuando el hijo y los sirvientes oyeron esto, suplicaron ser perdonados. Gafur alegremente los perdonó a todos, pues no había rencor en su corazón. Así, Gafur y la princesa se unieron en matrimonio y en la fiesta de bodas, junto con otros regalos, aparecieron sacos de oro y joyas. Los cortesanos miraban con asombro, maravillados, estos tesoros pensando que Gafur debía ser casi tan rico como el mismo rey. Entonces la voz del hada dijo a los oídos de la pareja: "¡que viváis juntos en verdadera felicidad y tengáis muchos hijos!". El oro y las joyas nunca menguaron, pues estaban en sacos encantados que volvían a llenarse tan pronto como se quedaban vacíos. Gafur y la princesa vivieron felices juntos. Cada viernes distribuían cientos de monedas entre los pobres. Cuando el rey murió, no dejando hijos varones, Gafur se convirtió en el soberano. De esta manera, de ser un esclavo llegó a ser un Rey y fue sinceramente querido por todos.

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