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El nuevo compañero de clase

- ¡Cuántas ganas tengo de empezar las clases en el nuevo colegio, mamá! -dijo Abeo muy ilusionado nada más levantarse.

Abeo y su familia venían de otro país y acababan de mudarse a la ciudad. El niño tenía mucha ilusión por conocer a sus nuevos compañeros, así que entró con una gran sonrisa en la clase.

Nada más traspasar la puerta, Abeo empezó a escuchar murmullos y risitas. No entendía nada, así que saludó a todos con mucha alegría:
- ¡Hola! Soy Abeo, vuestro nuevo compañero.

No había terminado la frase cuando los niños estallaron en una incontrolable carcajada. Abeo se sintió muy avergonzado, y se sentó solo en una mesa del rincón. No volvió a decir nada en todo el día.

Los murmullos y las risitas se repitieron día tras día. En la clase, en los pasillos, en el comedor… no había sitio donde la gente no murmurara y mirara a Abeo como si fuera un bicho raro. Las burlas eran cada vez más frecuentes.

Un día, la mamá de Abeo le preguntó qué le pasaba, porque le veía cada día más triste. Abeo se echó a llorar con tal amargura que no podía articular palabra.
Cuando se tranquilizó, el niño le contó a su madre que en el colegio no tenía amigos, y que todos murmuraban a su paso y se burlaban de él.

- Pero, ¿les has preguntado por qué se ríen de ti? -preguntó la madre.
- No me atrevo. Me miran mal, como ellos fueran mejores que yo -respondió Abeo.
- Tal vez deberías preguntarles, ¿no crees? -dijo la madre.
- Pero, entonces, se reirán más de mí -dijo el niño con voz nerviosa.
- Al menos sabrás que es lo que pasa y podrás ponerle remedio -dijo la madre.

Al día siguiente, Abeo se acercó a un niño de la clase que siempre estaba solo y que llevaba unas gafas muy grandes. A diferencia del resto, él no solía reírse de Abeo.

- Oye, ¿tú sabes por qué todos se ríen de mí ?
- No sé… supongo que porque eres diferente -respondió el niño-. Siempre llevas pantalones de colores brillantes, y camisetas con dibujos rarísimos. Y ese nombre que tienes tan raro y ese pelo..
- No sé, a mí me gusta ir así -dijo Abeo-.
- Ya, pero a ellos no -dijo el niño-. No encajas en sus esquemas. Para ellos eres un tipo raro.

Abeo se pasó todo el día observando a sus compañeros. Todo llevaban ropa de los mismos colores, peinados parecidos, mochilas aburridas y se pasaban el día diciendo las mismas frases.

Cuando llegó a casa y le contó lo que había pasado a su madre, ésta le dijo:
- Hijo, tienes dos opciones. Puedes ser como los demás y pasarte el día preocupado por gustar a todo el mundo o ser tú mismo.
- Un momento ¿Me estás diciendo que si soy como ellos dejarán de reírse de mi?
- Es probable. 
- ¡Pero yo no quiero ser como ellos!
- Entonces siempre puedes vestir como a ti te gusta y dejar de preocuparte por cómo quieren los demás que seas. Mira hijo, si te muestras seguro de ti mismo y demuestras que sus críticas no te afectan seguro que empiezan a mirarte de otra forma. Además, ser diferente hace que seas especial y eso no es malo en absoluto. 

Abeo se fue a su habitación pensando en lo que su mamá le había dicho. 

Al día siguiente, Abeo llegó al colegio con la misma ilusión y la misma sonrisa del primer día. Entró en la clase con mucha energía, con paso marcado. Y mirando a todos, dijo:
- ¡Hola compañeros! ¡Buenos días! ¡Hace una mañana maravillosa!

Sus compañeros, tras unos segundos de congelación, estallaron en una carcajada. Pero Abeo, lejos de ofenderse, continuó:
- Me he puesto mis pantalones amarillos para celebrar este día tan maravilloso. ¿A que molan?

Los compañeros de Abeo, se quedaron callados ante aquella respuesta inesperada. Hasta que el más mayor de la clase le contestó:
- ¡Tus pantalones son horribles! ¡Estás ridículo!
- Pues a mí me gustan -dijo tímidamente una de las niñas de la última fila-. Son alegres.
- Y a mí también.- dijo también el muchacho de las gafas grandes que siempre estaba solo. 

Abeo sonrió a los dos para darles las gracias por sus palabras de apoyo y desde ese día, los niños de la clase esperan cada mañana la llegada de Abeo, que siempre les alegra el día. Poco a poco, aquella clase gris y aburrida se fue convirtiendo en en un lugar alegre y divertido.

Abeo descubrió el poder que tenía ser diferente y lo importante que es ser uno mismo para ser feliz.

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