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El pájaro flautista

En un lugar muy lejano llamado Pentagrama, habitaban animales que podían tocar instrumentos musicales. Los pájaros, los conejos, los zorros y los osos, cada uno de ellos llevaba su instrumento colgado en el cuello, y a cada minuto del día, entonaban bellas y agradables melodías que alegraban todo el bosque.



En aquel lugar, vivía un pájaro flautista muy popular que todos admiraban por su talento. El pájaro era invitado a todas las fiestas y siempre animaba a todos a su alrededor entonando canciones maravillosas con su flauta. Cuando daba conciertos, los tickets se agotaban en instantes, y las personas se abarrotaban cerca de la entrada para poder admirar la gracia con que el distinguido pájaro manipulaba la flauta.



Cierta mañana, el pájaro despertó como de costumbre en su habitación y, cuál fue su sorpresa al encontrar que su preciada flauta ya no estaba. ¿Cómo iba a poder interpretar sus bellas canciones? ¿Quién habría podido ser capaz de robarle su querido instrumento?



Entre sollozos y sollozos, el pájaro descubrió una nota muy extraña sobre la puerta de su casita: “Hemos tomado tu flauta y no podrás tocarla nunca jamás. Serás la burla de todo el reino”. Al leer aquella nota, las patas endebles del pájaro comenzaron a flaquear, sintió un nudo en su garganta y no tuvo más remedio que inventar un catarro para poder justificar su ausencia en los conciertos que le esperaban aquel día.



Tras una semana de agonía y lento pesar, el pájaro decidió llamar a sus tres amigas las urracas. “No lo podemos creer. Que crimen tan horrendo”, exclamaron al unísono las urracas revoloteando de furia. “Por favor, amigas, ayúdenme a recuperar mi flauta”, sollozaba el pájaro con las alas en la cabeza.



“No queda otro remedio que buscarla en todos los rincones del reino. Incluso debajo de las piedras”, dijo una de las urracas y todos estuvieron de acuerdo. Sin tiempo que perder, el pájaro se disfrazó de flor, una urraca de gusano, otra de cucaracha, y la última se disfrazó de roca, y así salieron cada uno por su lado en busca de la flauta.



El pájaro vestido de flor visitó todos los teatros y los lugares donde tocaban los animales, pero ninguno de ellos tenía su flauta. Al cabo de los días, cansado de tanto buscar, el pobre pájaro se dio por vencido. “Esto es todo. No busco más”, y dicho aquello se retiró a su casa para llorar de tristeza.



Mientras tanto, la urraca disfrazada de gusano visitó los talleres de instrumentos en busca de una flauta llegada recientemente. Sin embargo, anduvo por horas entre violines, pianos y tambores, y tampoco tuvo buena suerte con su búsqueda. “Me cansé de buscar”, gritó quitándose el disfraz y volviendo a casa de su amigo el pájaro.



Del otro lado del reino, la urraca disfrazada de cucaracha tampoco pudo regresar a casa con buenas noticias. Tras largo tiempo visitando las tiendas y los mercados, no pudo encontrar a nadie que estuviese vendiendo una flauta, así que regresó por el mismo camino a casa de su amigo el pájaro.



Finalmente, la tercera urraca disfrazada de roca, se quedó inmóvil en un solo lugar del bosque, y aunque pasó largo tiempo sin probar bocado ni poder estirar sus alas, un buen día escuchó a dos topos que cuchicheaban atentamente escondidos en la yerba.



“¿Estás seguro de que nadie nos escucha?”, preguntó el topo más pequeño. “No te preocupes, estamos solos”, contestó el segundo más gordo y viejo. “Pronto echarán del reino al pájaro flautista porque no tiene su instrumento” “Al fin nos libramos de ese idiota”, decían los topos riéndose en voz baja.



Pero, lo que no sabían aquellos bribones era que la urraca disfrazada de piedra los estaba escuchando, así que regresó rápidamente a casa del pájaro para contarle lo sucedido, y una vez que llegaron a casa de los topos, esperaron a que estos se quedaran dormidos para entrar y quitarles la flauta que tanto había añorado el pájaro.



Cuando cayó la noche, y tal como habían planeado, los cuatro amigos se colaron en la casita de los topos que roncaban y roncaban sumidos en un profundo sueño. Después de andar un rato buscando la flauta por fin la encontraron, pero ya era demasiado tarde. Los topos se habían despertado y habían trancado la puerta para que el pájaro y las tres urracas no pudieran salir.



Asustado y temeroso, el pájaro tuvo entonces una brillante idea. “Tocaré mi flauta como solo yo lo sé hacer y las personas de todo el reino vendrán enseguida a rescatarnos”. Y así lo hizo el pájaro flautista. Tocó y tocó melodías hermosas y pronto la guarida de los topos se repletó de animales que corrían a escuchar las canciones del pájaro. Cuando llegaron al lugar, los habitantes de Pentagrama rescataron al pájaro y las urracas, y los topos recibieron un buen merecido por haberse robado la flauta.


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