Aquella reunión en casa de la abuela no estaba impregnada de tristeza como hubiese ocurrido en una circunstancia similar en cualquier otra familia.
La abuela se había marchado como había vivido, discretamente, casi se podía decir que alegremente, en aquella casa siempre había reinado la alegría. En cada habitación había algo de ella que casi se podía palpar. Los olores, especialmente los olores; en la cocina el olor de sus guisos y de sus postres. En los armarios de los dormitorios el olor de las bolsitas con lavanda que ella misma recogía en el campo. En los cajones de la ropa blanca el olor de las manzanas envueltas en papel de seda.
María Eugenia subió al desván y su hija la siguió.
Juntas abrieron baules y cajas, miraron fotos de color sepia y María Eugenia recordó aquellos hermosos veranos que había pasado con la abuela.
-¡ Mi paracaidas!- exclamó la madre.
-Pero mamá, si es un paragüas-
María Eugenia le contó a su hija la historia del paragüas.
Su abuela le decía siempre que lo que desea con mucha fuerza se consigue, así que como lo que ella deseaba con más fuerza era volar lo intentó.
Desde la ventana del desván colocaron una cuerda que ataron a un árbol del jardín.María Eugenia se subia en el borde la ventana y se deslizaba rapidamente hasta la rama del árbol, una mano cogida a la cuerda y en la otra el paragüas al que su abuela había pintado rayas de colores.
-Este es tu paracaidas- le había dicho-. Si consigues volar te hará falta para aterrizar.
Como ya imaginaréis María Eugenia no llegó a volar, pero, sigue pensando que lo que se desea con mucha fuerza se consigue.
Se me olvidaba deciros que María Eugenia es azafata de vuelo, así que de otra manera ha conseguido volar.
Y...COLORIN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO