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Corría el año 3250 en el planeta tierra. Las personas no podían salir a tomar el Sol. El cielo estaba cubierto por una capa gris y amorfa.
Hellen y David jugaban en su casa con unas rocas esterilizadas que les había comprado su madre el mes anterior.
No querían salir al patio porque les pesaba el traje protector que debían usar para evitar la contaminación.
– Mamá, ¿podemos salir sin los trajes protectores?- preguntó Hellen curiosa.
– No, mi amor. Es peligroso – dijo su madre.
– Es que quiero jugar como esos niños de las historias que los mayores nos cuentan. Esos que jugaban en… par… par… ¡parques! Como los niños que jugaban en los parques sin esos trajes tan pesados que debemos usar nosotros.
Hellen y su hermano, siempre escuchaban historias de que antiguamente los niños jugaban en sitios llamados parques, pero que poco a poco los fueron abandonando para encerrarse en sus casas a jugar con aparatos.
– Amor, ya sabes que ellos podían hacer eso antes porque era diferente. Las personas se llenaron de aparatos que se dañaban rápidamente y se fueron acumulando muchos desechos en nuestra atmósfera, en nuestro aire. Ahora, no podemos estar afuera sin protección.
Esa respuesta ya la habían escuchado, pero Hellen y David no podían entenderlo. No sabían cómo era que las personas habían permitido que eso pasara.
No sabían cómo se podía preferir estar encerrados durante tanto tiempo, antes que jugar y correr libremente cuando se podía.
Así pasaron un par de meses más hasta que un día Hellen volvió a hacer la misma pregunta, pero esta vez su mamá le sorprendió con la respuesta:
– ¿Y si te propongo algo mejor?
– ¿Algo mejor?
– Sí, ¿qué tal si construimos nuestro propio parque allá afuera?
– Siiiii – gritaron los hermanos emocionados.
Entonces se pusieron manos a la obra. Ese domingo, la familia entera empezó a construir su propio parque en el estacionamiento de la casa.
Pasaron horas divertidas en familia. Crearon, trabajaron, jugaron y se cansaron también, pero lo más importante: compartieron un momento diferente en familia.
Al final, observaron felices un parque muy colorido y con juegos distintos dentro de la seguridad de la cochera de la casa.
De esta manera, los niños pudieron conocer algo muy parecido a un parque, sin arriesgar su salud… al menos mientras se mudaban de planeta.
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