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Hace muchos años surcaba los mares un temible navío pirata al mando del cual se encontraba el fiero pirata Patapocha.
El pirata Patapocha tenía una pata de palo. La suya la había perdido en una legendaria batalla en los mares del norte contra corsarios ingleses, cuando todavía era un grumete y todo el mundo le llamaba Manolete.
Aquel día, cuando parecía que todo estaba perdido, el grumete Manolete salió en auxilio de su capitán y logró salvarlo a él y al barco entero. Pero en su hazaña fue herido gravemente en una pierna.
Como la pierna de Manolete no sanaba se se la tuvieron que sustituir por una pata de palo. Manolete, es decir, Patapocha, juró vengarse del que le había hecho perder la pierna.
Después de muchos años, el pirata Patapocha, convertido en capitán del barco, se encontró con los corsarios que les habían atacado.
- Muchachos es la hora de la venganza. ¿Estáis preparados?
- ¡¡Sí, capitán!!
Los corsarios trataron de escapar en sus botes, pero los hombres de Patapocha lograron alcanzarles.
- Deteneos, perros de mar -gritó el pirata Patapocha-. Vais a recibir vuestro merecido…Un momento…. ¿Qué diablos pasa aquí?
- ¡No, nos hagáis daño! Quedaros con el barco, está lleno de oro y ron. Pero dejadnos ir- suplicó uno de los piratas que parecía ser el capitán.
- ¡¿Dónde están los temibles corsarios que navegaban en ese barco y me hicieron perder la pierna hace casi veinte años?!
- Aquí, capitán Patapocha -dijo otro-. Somos nosotros.
- Pero, ¡si sois unos viejos! No puedo luchar con vosotros, no sería una pelea justa.
En ese momento, un enorme tiburón golpeó el barco de los corsarios, y los tiró al mar. Patapocha se tiró al agua para salvar a los corsarios mientras los demás disparaban cañonazos al tiburón para espantarlo. Pero el tiburón se tiró a por Patapocha, que estaba ayudando, precisamente, al pirata que le hirió en la pierna.
Entonces, justo cuando iba a morderle, el pirata Patapocha metió la pata de palo atravesada en la boca del tiburón para que no pudiera cerrarla y los piratas aprovecharon para acabar con el tiburón.
Ya en el barco, los piratas atendieron a los ancianos corsarios. Les curaron las heridas, les dieron ropa seca y les dieron un buen caldito caliente.
- No entendemos nada, Patapocha, ¿por qué nos has salvado? - preguntó uno de los piratas más ancianos.
- ¿Sabes? He vivido todos estos años soñando con vengarme del hombre que me hirió. Pero la verdad es que, ahora que te tengo delante, me preguntó de qué serviría. Podéis iros cuando queráis, no sois mis prisioneros.
En agradecimiento, los viejos corsarios ofrecieron a Patapocha su barco, su oro y su ron y les propusieron quedarse con ellos para enseñarles todos sus secretos.
- Incluso te haremos una nueva pata de palo -dijeron-. ¿No querrás dejar de ser el pirata Patapocha para convertirse en el pirata Palopocho, verdad?
Desde entonces viven todos juntos en el navío pirata de Patapocha. Con el dinero que sacaron de vender el barco de los corsarios con todos los tesoros no necesitaron volver a saquear, y vivieron felices navegando por el mundo.
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