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El precursor del cine sonoro

También María me daba clases a mí, y debo confesar que no se mostraba nada benigna con la pereza que me caracterizaba, y de la que no he renegado nunca, si bien los implacables clientes jamás me han permitido disfrutarla.
Uno de los castigos a los que se mostraba más proclive María, era el de privarme de asistir a la sesión de cine que se celebraba los domingos en el Centro Instructivo y Recreativo.
En aquella época el cine era mudo y las escenas que enardecían la mente de todos los asistentes eran remarcadas con la música de la pianola que evocadora calaba profundamente en los espectadores. Los actores Richard Taldmadge, conocido por el diminutivo de Ricardito, Douglas Fairbanks, John Gilbert, Harold Lloyd, Charles Spencer Chaplín 'Charlot' y tantos otros que durante años constituyeron la pléyade de nuestros héroes, en los seriales que duraban un número incalculable de domingos nos dejaban el alma en vilo durante toda la semana, pendientes de si el 'bueno' de la película atado por el 'malo' a la transportadora de la máquina de aserrar, sería seccionado en dos mitades. Pues siempre cada sesión acababa en el momento álgido en que o bien la sierra se encontraba a escasos centímetros para iniciar su acción carnicera, o el protagonista se hallaba en el instante mismo en que su vida se veía amenazada por algún peligro insuperable. Hasta el episodio siguiente en que se dilucidaba el enigma, todo el pueblo no tenía más entretenimiento que conversar lucubrando sobre la tragedia que pendía sobre la amenazada víctima. De aquella época, por el impacto que me produjeron, recuerdo dos títulos: 'El protegido de Satán', de personaje que se embozaba en una capa y se ocultaba en cuevas de grandes dimensiones, y 'Stanley, en el Africa ecuatorial', que trataba de la odisea de este explorador inglés en busca de Livingstone
Como digo, mi hermana me castigaba a estudiar en casa mientras toda la familia acudía al cine. Pero en cuanto ellos habían salido yo hacía lo propio, y veía la película escondido en el pasillo que comunicaba con la Biblioteca, o en cualquier otro rincón donde no pudiera ser descubierto.
Y ya que hablo de cine, no quiero dejar pasar este navegar por el piélago de acontecimientos de mi infancia sin hacer una especial mención a mis tíos Juan y Genis, hermanos de mi padre, y Vicente, hermano de mamá. Los hechos que voy a narrar tuvieron que ocurrir antes del año 1921, pues mi tío Genís desapareció en el desastre de Anual ocurrido el treinta de julio de ese año. El auge adquirido por el nuevo invento del cine, sedujo a los tres para explotar esta incipiente industria. A tal fin se proveyeron de una máquina de cine, varios rollos de cintas filmadas, una sábana que servía de pantalla y un carro con su caballería en el que transportar todos los elementos necesarios para organizar en los pueblos sesiones de cine.
En el año mil novecientos treinta y cinco pasé varios meses en Cuenca, ayudando al tío Juan en su gestión de contratista de obras, en cuya provincia construyó un gran número de carreteras y obras civiles. Mientras en su coche viajábamos para visitar las obras, el tío Juan, con su gracejo peculiar, me explicaba sus andanzas de trotamundos. Refiriéndose al periodo en que junto a Genís y Vicente recorrían los pueblos brindando a las gentes la magia del cinematógrafo, se ufanaba de ser el innovador del cine mudo en hablado. Contaba, que él se colocaba debajo del tablero de la mesa que soportaba la máquina, quedando invisible para el público por los faldones del tapete que la cubría. Una bocina de gramófono 'La Voz de su Amo´ empalmada a un tubo cuyo extremo él se llevaba a la boca, le servía de megáfono. Desde su observatorio podía contemplar la pantalla, y a medida que las escenas de la película se iban produciendo, mi tío Juan, con voz potente, ampliada por la bocina, las iba narrando, algunas coincidentes con el argumento y otras fruto de su provocativa imaginación. Los títulos que se intercalaban entre las escenas de nada servían para un público formado en su mayoría por analfabetos. De ahí el éxito que alcanzó en su época el 'cine hablado' del tío Juan.
A pesar de todo, el negocio no les reportaba apenas beneficios, por lo que suprimieron la caballería, que fue sustituida por el empuje de los tres esforzados empresarios tirando del carro. De un modo harto jocoso explicaba el tío Juan las tribulaciones que pasaron un día, al descender por la calle Caballeros, de Lléida, y la inercia del carro les venció sin poder dominarlo, y gritando a voz en cuello para que la gente se apartara, fueron los tres al galope por aquella inclinada pendiente a remolque del carro, hasta llegar al paseo de la Banqueta, donde gracias a Dios sin mayor percance pudieron frenar y dominar al ingobernable vehículo.
En otra ocasión me contó su aparición como torero en la Plaza de Toros, de Cuenca, para una corrida benéfica. Explicaba que para preservarse del daño de las posibles cornadas se hizo confeccionar una 'cotilla' de cuero. Al intentar los primeros pases a la vaquilla que le tocó en suerte, la dureza del cuero se sobrepuso a la taleguilla que vestía, y entonces el público alborozado comenzó a repetir al unísono: 'Juanito, que se te ve la cotilla' Fue una advertencia, según me decía, que no cesó durante el resto de la corrida, por causa de que cada vez que la vaquilla le miraba, salía corriendo sin ningún recato a guarecerse tras el burladero, y, contra más corría, la cotilla se ponía más de manifiesto, hasta desbordarle por todos los costados.
Todas estas andanzas y muchas más que he olvidado, mi tío las exponía con una alegría contagiosa, y sin acusar rubor por los miedos o ridículos que paladinamente confesaba.

(Fragmento de la biografía de "Mi hermana María")
Datos del Cuento
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1 comentarios. Página 1 de 1
Angel L. Blanco
invitado-Angel L. Blanco 17-05-2003 00:00:00

Realmente es una preciosa historia de tiempos pasados, escrito con una prosa excelente.

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