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El recuerdo de Juan Vicente Gomez

Eran apenas las seis de la tarde. Lluvia a torrencial. El cielo permanecía forrado con velos grises. En el pequeño pueblo de Gancho Seco, se anegaban las calles de tierra apisonada con las lágrimas del cielo, mutándolas en un légamo anaranjizo.
Aquella tarde de tez de pizarra vieja, bajo un frondoso Samán que la fuerte brisa parecía besar el suelo con sus ramas, guarecía Julián, el cual hurgaba con los pies el légamo anaranjado. Julián esperaba impaciente, sus rasgos jóvenes denotaban el sufrir más profundo, pálido y tembloroso se acariciaba el lampiño mentón y otras veces se acurrucaba entre sus propios brazos, queriendo espantar el frío que lo torturaba.
- Hay compadre Servelión, que hace ay parao, buscando que le de calentura, pase pa la casa hombre, ¡no este ay de majadero!
- No compadre, es que estoy esperando aquí una cuestioncita, de esas que se nos meten hasta el tuétano de los huesos, yo no me meto en su casa ni amarrao, venga viento, salga sapo o salga rana o venga lo que sea.
- Mire compadre, mire que enenantico se murió Venancio entiesao por tá haciendo malos desarreglos, déjese de esas tonterías que ya uté es mayorcito. Venga, pase que aquí le tengo un cafecito bien caliente.
- No se apure ¡nójoda! cierre su puerta y su ventana, yo voy horita pa’ ya, uté sabe, déjeme solo y con Dio.
- Virgen Purísima.
Arcadio cierra la puerta. Julián se queda ensimismado, inmóvil, recostado del tronco del frondoso samán, recordando las palabras de sus congéneres.
- Mire compaicito venga pa mi casa, allí le puede partir un rayo la cabeza, sálgase de ahí.
- No sea tonto mi compadre, yo estoy aquí esperando una cuestioncita, no es pa tanto.
Inclino el rostro y fue resbalando paulatino en la corteza del samán, hasta caer sentado en el barro. Sentado en la tierra mojada hundió el rostro escondiéndole entre las piernas, no sintió el escalofrío del hambre, el latigazo del frío, ni la garra del tiempo. Una lágrima díscolas rodaron amargas por sus mejillas, confundiéndose con la lluvia, entrando suave en el cieno; sus delgados y ágiles dedos aprisionaron la carne y las uñas desgarraron piel hasta hacerse sangre; un grito infrahumano, como de un demonio encadenado surgió de su garganta, cuya sonoridad fue apagada por el fragor incesante de la lluvia; luego otro alarido, otro y otro hasta que quedo callado, en silencio, su mirada lejana, dulce y noble se transformo en diabólica y demente, un cúmulo de celos se abatió sobre Julián, rompiendo la barrera de sus sueños.
Y llego la noche sibilante como serpiente que ataca silenciosa, su oscuro veneno pinto de negro el panorama, la luna era apagada por los densos nubarrones. Llego la quietud, y con ella reingreso la larga cabellera lechosa y transparente de la luna; ya no existía la lluvia y los gallos volvían a elevar sus cantos distantes y allí Julián esperaba impaciente, entre sus lágrimas calladas y sus manos aferradas a la carne.
Se encendieron los mechones, espadas de luz se tendieron en los porches y en las calzadas. A Julián un minúsculo rayito de luz nocturna le acaricio el degradado rostro, entristecido sonrió, su helada sonrisa broto mustia de sus labios morados e inexpresivos, se arreglo el sombrero, luego se levanto lento, ominoso se estremeció al sentir el frío, recogió el mapire donde siempre guardaba aquel viejo revolver, recuerdo del tío Eufrasio que se lo había regalado Juan Vicente Gómez, cuando trabajaba como General Comisario; entonces el tío Eufrasio se lo había regalado con estas palabras.
- Mijo, yo me voy a morí, pero espero que conserves esto que te estoy dando, es como si te lo estuviese dando Juan Vicente Gómez, es su recuerdo.
Lo extrajo del mapire, desenvolviéndole de un harapo, amartillándolo y sacándole brillo con los dedos; miró a los lados como si temiera que alguien lo estuviera mirando y ocultó el alma con ligereza.
Comenzó a caminar arrastrando los pies, sin importarle el lodo y los excrementos de los animales domésticos. Una manada de perros correcalles comenzaron a ladrarle.
El camino distante, voraz de ausencias lo devoro, su figura borrosa se fugó entre los densos cañaverales, rumbo a su rancho, cercano a las haciendas de su patrón. Hacia tres meses que se había llegado hasta “Yaguaraparo” en busca de trabajo, se había traído a Numa su mujer, era hermosa, procedente de la “ciudad del Otro Lado de la Frontera o Colombia.
Julián recordaba profundamente y con ira las palabras de su hermano Francisco:
Pero como yo soy tu hermano y salimos de la mismita cepa, yo te voy a soltar el cuento, yo no se si en verdad son ciertos los rumores pero cuando el río truena, es porque piedras trae. Hace una semana que eso esta regao poallí, por todas parte mi hermanito de sangre, por todas partes…
Silenciosa pasaba la noche cuando brotó cerca de las hacienda del patrón de Servelión seis disparos juntos, retumbando una y otro vez en los pensamientos de los lugareños.
Julián había inventado un viaje esa tarde.
A Gueno mujé yo voy pale mi hermanito José morales, voy a pasa dos día poallá en su casa, voy ve si el me arregló lo de la otra ve, así que me preparas alguna ropita que me voy en la tarde de hoy.
Al llegar a su rancho sigiloso, silencioso y precavido se allegó hasta la habitación, allí enlazados encontró al patrón y Numa su mujer.
El recuerdo vomitó el último estertor de su tío Eufrasio.
Servelión ya no sufriría mas, el último disparo lo enterró en su cuerpo.

*Juan Vicente Gomez fue el mas duro dictador en venezuela
Datos del Cuento
  • Autor: Jhosue
  • Código: 17264
  • Fecha: 25-08-2006
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.62
  • Votos: 73
  • Envios: 0
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