Esta es la historia de un niño de nueve años que, pacientemente esperaba, pegado a su ventana que el día apareciera por el horizonte a través de su ventana, así como si un ángel dorado viajara a través del horizonte negro de la noche.
No bien llegó el día, el niño se vistió y se puso a jugar con todos sus juguetes. Quiso salir de su cuarto un momento y cuando llegó a la sala de su casa se dio cuenta que no había nadie. Sus padres, hermanos, abuelos, perros y gatos se habían esfumado. Salió a la calle y no vio a una sola persona, ni autos, bicicletas ni motos, nada de nada. Toda la ciudad estaba vacía. Sin embargo, el niño pensó: “Pero no estoy tan solo, tengo a mis juguetes, y hoy es el día de mi cumpleaños”. Retornó a su cuarto y se puso a jugar durante todo el día hasta que, agotado, se quedó dormido en medio de la montaña de muñecos, espadas y video juegos…
Cuando abrió los ojos, notó que todo estaba oscuro, negro… “Me he quedado ciego”, pensó con mucho temor. Se paró con dificultad y caminó a ciegas hasta llegar a la sala, cuando un fogonazo de luces rompió toda la tranquila oscuridad en que navegaba, y escuchó un griterío feroz por toda la casa, “¡¡Feliz Cumpleaños!!”... Luego, aparecieron sus padres, hermanos, amigos, abuelos y gente de toda la ciudad, y, cada uno de ellos, traía bajo el brazo un regalo… Sorprendido por todo aquello, decidió pedir excusas a toda la gente allí reunida y aduciendo que estaba mal del estómago se fue a encerrar en su cuarto ante el sinsabor general de toda la gente allí reunida...
El niño se encerró en su cuarto. Puso una silla en su ventana y se puso a mirar toda la ciudad. Vio que todo estaba oscuro, negro, pues ya era de noche. Miró hacia el cielo y vio una que otra estrella que oscilaba de un lado hacia otro como los fuegos artificiales pero sin escándalo… El niño sonrió de alegría, y abrigándose con una manta se quedó sentado esperando la aurora, que vendría como un ángel dorado y lleno de luz, alumbrando la ciudad en que vivía y, también, todo su cuarto… “Sí, un día más… eso es todo lo que quiero…”, pensó el niño…
Lima, agosto del 2005