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El reverendo

Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
Eclesiastes7:20

El reverendo Teodoro Cruz había dedicado casi toda su vida a predicar las buena palabra de Dios. Aún muy joven había decidido escoger el camino recto, estrecho, lleno de armaguras y sin sabores por la causa del testimonio de Jesucristo, abandonó todos los placeres de la carne, los deleites del mundo, las fiestas, los vicios, y se consagró cuarenta años a ser el más fiel de los esposos aun cuando se le presenatron en su juventud muchas oportunidades de dar rienda suelta a los deseos de la carne, pero siempre permaneció su voluntad de obedecer a la palabra de Dios.

Durante varios años fue un humilde feligres que apenas hablaba en la iglesia, una que otra vez decía que Dios había rescatado su alma de las garras del dragón, de la serpiente antigua, del diablo mentiroso y engañador que odiaba a la humanidad y a la iglesia de Jesucristo.

Estudió en secreto por varios años la biblia y encontró que había sido llenado de falsas ideas acerca de Dios y de sus propósitos, revisó las interpretaciones de los estudiosos de la biblia y se dio cuenta que muchas de aquellas cosas eran falsas y no podían sostenerse por la palabra bendita de Dios.

Así creció su descontento hasta que una día decidió no volver a su antigua iglesia, no hubo ruego ni súplicas que lo hicieran volver, aquellas ideas de que en nombre de Dios los seres humanos se mataban, se odiaban, se exterminaban parecían ser la misma prueba de que realmente Dios era un invento de los poderosos para joderle la vida a los pobres y a los humildes.

Dedicó tiempo a estudiar la biblia y la historia de las religiones. Las imágenes de los hipócritas surgían en su mente, las cruzadas, las guerras santas, las mierdas de los religiosos, que en nombre de Dios declaraban las guerras, asesinaban a los niños y a los inocentes, engañaban a los soldados con ideologías estúpidas de amor a la patria, a la libertad y a la democracia.

Estaba cansando de ver como los presidentes y los llamados asesores religiosos caminaban a los templos y luego ordenaban destruir a una ciudad con sus bombas, los veía hablar del poder destructivo de las armas, de lo que habían destruido y los muertos que el diablo se los llevara.

Así que Teodoro se olvidó por un tiempo de su dedicación religiosa, eso si amaba a Jesús y nunca dejo de admirar al carpintero de Galilea, era el unico religioso decente que había conocido en su vida.

Veía con rebeldía a los miles y miles de seres humanos que iban detrás de hombres cuyas vidas jamás habían sido limpias y honestas. Era imposible ver a esos religiosos de todas las religiones viviendo como reyes mientras los niños se mueren de hambre y de enfermedades.

Un día se levantó de madrugada, se vistió de saco, tomó su biblia y se fue al monte. Pasaron los días y los días pero no aparecía. Sus familiares estaban muy preocupados, habían explorado toda la montaña donde acostumbraba ir a menudo pero ni rastro de aquel hombre delgado y pequeño, de ojos profundos y de mirada piadosa.

Ya había transcurrido un mes y nada se sabía del predicador, del reverendo Teodoro Cruz. Entonces comenzaron los comentarios: " ese se perdió en la montaña""Ya debe estar podrido en un barranco", otros más piadosos decían: " Dios se lo ha llevado en vida""Era un ser muy especial, piadoso" y hasta alguno de los vecinos decidieron nombrar la calle con su nombre.
Ave. Teodoro Cruz. Las casas se cubrieron de luto, lazos de cintas por todas parte, lo mismo oraron los cristianos y las viejitas católicas rezaban casa por cas todas las noches para que Dios lo recogiera en su seno.

La esposa del reverendo estaba que no cabía en sus pantaletas, a veces le entraba un picor y pedía a grito al reverendo que en esos menesteres era un experto y la hacía subir por las paredes gimiendo de gozo. Aún recordaba las exclamaciones del varón de Dios.
" Te voy a sacar todos esos demonios de lujuria"

Y ella gozaba cada vez que su marido le sacaba los demonios de aquella forma tan especial.

Ya hacía las gestiones para reclamar la herencia y el seguro social más el seguro que el reverendo estaba pagando.

Pero todo era un problema,, sin cuerpo, no había muerto y no había reclamación que se sostuviera en los tribunales.

Pero como sucede siempre ya a los dos meses nadie se acordaba del reverendo Teodoro Cruz Fonseca. El pueblo estaba tranquilo, los días pasaban sin ton ni son. Las viejas católicas olvidaron sus rezos y se dedicaban a jugar bingo en la iglesia, la mujer del reverendo se había encontrado a un hermanito que le sacaba los demonios a las mil maravillas. Ese si era un macho con tranca endemoniada. Cuando la subía al potro veía como salían los demonios huyendo de aquella daga infernal.

Una noche mientras el pueblo se encontraba reunido recordando a sus muertos entró la vieja Isidora enloquecida y gritando que el demonio se había metido en su casa y que la quería violar.
La viejuca cayó en medio de la plaza dando voces y retorciéndose, llamaron al cura, al ministro,y hasta a los paramédicos para que la atendieran. La vieja se retorcía, abría sus piernas secas y gritaba, su rostro se iluminaban con una mueca de gusto de los demonios, bajaba sus manos al centro de la intimidad y parecía que todavía el demonio la quería poseer.

Hubo confusión por todas partes. El cura ordenó que se tomaran de las manos y rezaran mientras que el ministro hacía lo mismo y cayendo de rodillas puso su biblia en el pecho de la anciana para reprender a aquella legión de seres
demoniacos.

De pronto hubo truenos y relámpagos por todas parte, el viento sopló fuerte y la lluvia golpeó los cuerpos de los presentes con furia. Hubo un silencio profundo. Todos se miraron, estaban asombrados, en estado de "shock"

La vieja Isidora se había levantado. Los miró a todos y exclamó...

" El reverendo está vivo" "Vivo...vivo..."

En verdad jamás se vio al reverendo regresar a la ciudad. Pero lo cierto fue que en la casa de la vieja Isidora, todas las noches la fila de mujeres y hasta de travestis era interminable...
Decían que entraban a un cuarto oscuro y un ser que habitaba allí les echaba fuera los demonios, hasta milagros, dicen que realizaba aquella criatura de los infiernos.
Fin
Datos del Cuento
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