Cayó rendido a mis pies con una mirada de "soy una especie en extinción", que tuve piedad de él. Sé que si hubiera estado en mejores condiciones sería un enemigo formidable, pero la sequía continua de los últimos meses ha diezmado sus fuerzas hasta dejarlo exangüe a mis pies, tan manso que parece un peluche. Si tan sólo pudiera acariciarle la cabellera.., pero no me atreví a mover un pie hacia él.
Asi es que le tuve compasión y vacié mi botella de vino barato en el bol de la ensalada, me retiré cautelosamente y puse tierra de por medio, bastaante tierra.., sabía que en cuanto despertara y bebiera se convertiría en un vendaval de furia, no por la energía de la bebida sino por la acidez que le iba a provocar esa porquería de vino barato que me regaló mi suegro.