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El rinoceronte solitario

Había una vez un zoo en el que los animales no vivían en jaulas, sino en casitas con tejado, puertas y ventanas. Cada animal tenía una parcela y por ella podían pasear, correr y jugar a su antojo. 

Algunos animales compartían parcela, aunque tenían su propia casa. Otros vivían en familia o en comunidad. Además, en el zoo había caminos solo para animales que estos utilizaban para visitarse o para reunirse en las zonas comunes.

En este zoo todos los animales eran muy felices, todo menos uno: el rinoceronte. El rinoceronte apenas salía de su casa y nadie sabía por qué. Pero nadie se había acercado nunca a ver qué pasaba, porque cuando lo hacían dentro se oían unos ruidos espantosos que asustaban hasta al más valiente. 

Un día, en una reunión que hicieron los animales, un mono tuvo una idea. 

-Voy a subirme al tejado y voy a colgarme para mirar por la ventana. Nadie me verá.

A todos les pareció buena idea.

-Nosotros llamaremos a la puerta para distraerle, por si acaso -dijo un oso.

Así que el mono, ni corto ni perezoso, puso rumbo a la casa del rinoceronte, seguido por todo un séquito de animales.

Cuando llegaron a la casa del rinoceronte, el oso se acercó a la puerta mientras el mono se preparaba para trepar al tejado. Pero justo cuando el oso iba a llamar a la puerta se escuchó un grito ensordecedor que decía algo así como “parapachús aaaah”, seguido de un gran golpe y un temblor que se extendía por toda la casa e incluso por parte de la parcela.

Todos los animales retrocedieron, asustados.

-Vamos, no os acorbardéis -dijo una ardilla desde la valla.

-Desde ahí es muy fácil decirlo -dijo el mono.

-¡Vamos, valientes! -gritaron un montón de animales, también desde fuera de la valla.

Otra vez: “Parapachús aaaah” y el golpe.

-En cuanto pase el siguiente llamas y yo subo -dijo el mono.

-De acuerdo -dijo el oso.

De nuevo: “Parapachús aaaah” y el golpe.

El oso llamó a la puerta.

-Rinoceronte, abre, soy el oso. Vengo a hacerte una visita.

Pero el rinoceronte no respondía. Justo se disponía a llamar de nuevo cuando volvió a oírse: “Parapachús aaaah” y el golpe.

Justo después se abrió la puerta. Era el mono.

-Pasa, nuestro amigo está ahí -dijo el mono.

-¿Por dónde has entrado? -preguntó el oso.

-Por el agujero del tejado -dijo el mono-. Nuestro amigo el rinoceronte está resfriado y, cuando estornuda, pega un respingo que llega al techo y lo agujerea.

-Y con el techo abierto el resfriado va a más, seguro -dijo el oso.

Todos los animales se acercaron a ver qué pasaba. Entre todos se pusieron de acuerdo para arreglar el tejado del rinoceronte y para cuidarlo hasta que se recuperara. Desde ese día el rinoceronte dejó de estar solo y se convirtió en el animal más popular del zoo.

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