Nunca imaginé que me llegaría una invitación al aula principal en donde el gran escritor argentino Jorge Luís Borges iba a escuchar, pero no ver, a lo noveles escritores del colegio. La invitación era para el día de hoy por la noche. Miré todos mis escritos y no sabía cual de ellos podría gustar a Borges así que me senté en suelo al estilo del "pequeño saltamontes" en la película "Kung Fu", y me puse a meditar un par de horas hasta que la conciencia se me iluminara y me hiciera ver el cuento más apropiado a declamar delante del gran maestro argentino... De pronto sentí que el tiempo se me cruzaba por la frente así como un pañuelo de seda, vi que en la oscuridad de mis ojos un pequeño claro se abría lentamente y vi que el gran Borges se me acercaba con gran curiosidad, como si yo fuera un feto dentro de una botella de vidrio y me dijo con sus ojos secos y esa sonrisa medio torcida que escupen los ciegos...
- Agradable es la nuez cuando empieza con ayuda de dientes naturales a caer trozado sobre un amasijo de hebras de roble con agua y con hilillos del tiempo empieza a germinar algo verduzco y frágil, feo y tierno un extraño y original feto que tengo ante mis secos ojos... Es lo opuesto a la belleza pero es auténticamente bello...
Abrí los ojos y sin dudar un segundo fui sobre mi escritorio y escribí un texto que mas o menos hablaba acerca de un hombre de gran valor que a la mediana edad se encuentra con un hombre sin ojos, y éste le pide si puede trocar su vida por la del hombre exitoso y de mediana edad. "Pero qué gano yo con todo esto", preguntó el hombre exitoso. "Toda la piedad de los hombres y una oscuridad que te llevará al camino más corto hacia tu propia naturaleza", respondió el ciego. El hombre exitoso se puso a ver su pasado, lo sacó como un manojo de naipes de su conciencia y los puso sobre una balanza... y vio que no tenían peso, eran nada, puro humo... Bajó la cabeza y cuando la levantó vio al ciego con las manos extendidas, mendigando un par de ojos. Sonrió, y sin dudar, y con gran delicadeza se arrancó ambos ojos, y se los dio al ciego. Se dieron la mano y cada cual se fue por caminos diferentes prometiéndose que algún día en la noche última volverían a hacer otro tipo de negocios...
Lo firmé, y fui directo a la sala de audiencia en donde todos los alumnos esperaban la presencia de Borges. No bien llegó todos empezaron a aplaudirles sin parar, y él, esbozando una sonrisa muy fea y temblorosa alzaba las manos como diciendo: "Muchas gracias, soy ciego pero no sordo"... Se paró el director del colegio y seguidamente empezaron a desfilar los primeros alumnos con sus poemas y cuentos que declamaban en el centro del auditorio principal... Noté que todo el mundo miraba a Borges, sus gestos, sus labios, sus piernas, cualquier temblor que surgiera en su cuerpo, pero nada... Noté que a medida que los alumnos pasaban, Borges bostezaba mas y mas como diciendo a qué hora termina este circo. Cuando me llegó la hora, las piernas me temblaban, la voz no me quería salir, parecía como si fuera un trozo de carne que iba directo a la jaula de los leones, tuve que pedir un poco de agua provocando que todo el auditorio se pusiera a reír, menos Borges que parecía estar agarrotado en su asiento esperando que todo se apagara... Hablé, y a medida que avanzaba noté que el gran maestro argentino empezaba a enderezarse así como si estuviera atado por hilos de letras, como un títere, y cuando estaba por concluir, con gran sorpresa vi que el gran escritor argentino se paraba y con ayuda de su secretaria salía del auditorio sin decir una sola palabra... De pronto, se detuvo justo, justo, cuando yo había terminado de contar mi texto, y él, llamó a su secretaria y le dijo algo que ella copió en un papel, luego, salió ante el efusivo aplauso de todo el público asistente.
Y allí estaba yo, solo en el centro de la sala sin nadie que me diga nada de nada… Cuando una suave mano tocó mi espalda. Era la secretaria de Borges. Y con una angelical sonrisa extendió su mano, o sus alas, no lo recuerdo, para entregarme una nota con la firma de Borges. La cogí, y muy agradecido por la misiva salí corriendo hasta llegar a mi cuarto. Prendí las luces, abrí el sobre y leí: "Es la historia más estúpida que he escuchado esta y muchas de las noches que vivo, pero, es lo más auténtico que he escuchado desde hace muchas noches... Sigua así”, y la firmaba Borges.
No supe cómo interpretar el texto, pero continué escribiendo a lo largo de mi vida, sin entender muchas veces lo que escribía... pero siempre supe que cada letra era mía, solamente mía y de nadie mas...
San Isidro, agosto del 2005