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El show debe continuar

A petición de una gran amiga, había aceptado ir a una fiesta. Era la final de un concurso de belleza; chicas entre los dieciséis y los veinte años que estuvieran en colegio. Yo contaba entonces con diecinueve.
No esperaba mucho de aquellas fiestas, aquellos lugares, aquellas personas, todos engalanados para una gran ocasión de la cual no estaba muy enterado del todo. Había aceptado ir con Marlene más por lástima que otra cosa. Era una buena chica, de buenos modales, buen cuerpo, pero poco seso; lo cual me tenía sin cuidado. Creo que la nena estaba enamorada de mí, yo solo disfrutaba de ella.

Entramos a eso de las 8+30 PM. con el fin, acosado en cierta manera por mí, de obtener una buena mesa para ver el espectáculo. Allí sentado comencé a pasar revista: "esta sí" "aquella solo tiene culo" "esa, del rincón, tenía una hermosa cara". Marlene me miraba de reojo con cierto aire de desconfianza, y tenía todo su derecho; podía cambiarla por cualquiera en cualquier momento. Pero no era tan comemierda, pensé.

Pedimos una botella de ron y una jarra de naranjada, para ellas; yo lo bebía con agua y mucho hielo. La música que nos llegaba era esa cochambre que llamaban “reggaeton” y “new age”. Pura basura. Yo prefería el rock suave, con contenido.
- Oye, Calvin, ¿qué tanto miras? – preguntó Angelina
- Solo trato de ver dónde rayos está esa amiga tuya, que me dijiste, iba a participar.
- Si, claro – añadió Marlene en modo sarcástico.
- Entonces, ¿para qué carazos me trajeron, si no puedo ver el show?
- Ya, tranquilo, - dijo Angelina – bebe tu trago. Y así lo hice.
Las chicas fueron al baño un momento mientras liaba con un cigarrillo. Recordé que Tif no había podido acompañarnos por un catarro, así que le llamé.
- Hey, sucio, ¿qué tal el catarro?
- No me joda, Calvin; esto es una mierda. Tengo cuarenta de fiebre y un dolor terrible en los huesos.
- Que pena, no sabe lo que se pierde. Estas nenas merecen una lección de polla fuerte.
- JAJAJA. Oiga, ¿no ha visto a Alexa todavía?
- No. ¿está seguro que estaba participando?
- Segurísimo – respondió mientras me servía otro ron.
Las chicas habían vuelto de baño, con el maquillaje retocado.
- Tengo que colgar, m’hijo.
- Bueno, suerte.
- Lo mismo – y colgué.
Como supuse, ellas me miraban con cara de curiosidad e indignación.
- ¿Quién era? – se aventuró Marlene.
- Tif.
- ¿Cómo está? – preguntó Angelina
- Terrible. Dijo que tenía cuarenta de fiebre y dolor en los huesos.
- Pobrecito – respondieron las dos al unísono.
- Bueno, mejor vamos a bailar. – propuso Angelina. No puse oposición, así que nos dirigimos los tres a la pista.
Estuvimos una media hora allí, bailando, brincando, sobándonos mutuamente. Luego me cansé y volví a la mesa. Me serví otro trago y encendí otro cigarrillo.
- Hey, Angie, - así le decíamos de cariño a Angelina. Bueno, era más por pereza. - ¿qué pasó con tu novio?
- No debe tardar, me dijo que tenía que hacer algo primero.
- Seguro, tal vez tenía que pegarse un polvo antes de venir a sentarse como un imbécil – dije a manera de chiste. Obviamente, las dos se lo tomaron en serio.
- ¡qué!, como se te ocurre decir eso. Eres una rata. – refutó Marlene.
- No. Yo confío plenamente en él. Estoy segura que no tarda.
- Claro, y cuando llegue todo despeinado, descamisado, le recibirás con un beso… ah, miren, ahí viene. – dije retorciéndome de la risa.
Lo más gracioso era que, efectivamente, venía despeinado, descamisado y con cara de payaso violador.
- Hola, Angie, Marlene, Calvin.
- Andrew, ¿por qué tardaste tanto? – preguntó Angie mientras le zampaba un beso.
- Lo siento, pero me demoraron mucho cobrando una plata. – dijo convencido. Marlene lo miraba con cierta desconfianza y yo, lo miraba con una risa amplia y confidente.
- ¿por qué estás tan desaliñado? – preguntó de nuevo Angie.
- Jajaja… increíble… ¿dónde quedó tu confianza? Jajaja.
- ¿por qué se ríe tanto? – preguntó curioso el chico.
- No, no es nada, es que está aburrido.
- Ah… no, el problema fue la requisa. Los muy hijos de puta casi me empelotan en la entrada. Creo que buscaban trago o cigarrillos, pero lo peor de todo es que no fumo.
- Jajaja… - yo no podía parar de la risa, y las lágrimas sinceras rodaban por mis mejillas.
Marlene se me acercó y me besó, succionando todo el aire que me quedaba, así que me detuve.
- Ven chico, sírvete un trago. ¡por los hombres! – dije y me lo mandé en una sola toma.
Finalmente el show comenzó. Nosotros, bueno, yo, ya iba terminando la botella de ron, así que pedí otra. Comenzaron desfilando, una por una, las veinte participantes mientras un tipo, que según me decían, era de la radio, las presentaba, nos daba sus medidas, el colegio al que pertenecían y sus aficiones. Casualmente, ninguna puso la Literatura como afición. Yo pienso que era obvio.
Luego hicieron un último desfile con las veinte nenas al mismo tiempo. Todas hermosas, encantadoras, carismáticas. Yo las miraba embobado pero Marlene se dio cuenta y me golpeó en el hombro; yo estaba muy ocupado como para ponerle atención. Vi pasar a Alexa que me sonrió de inmediato, yo le hice un saludo con el vaso.
- ¿Por qué coqueteas con ella? ¿Qué acaso estoy pintada en la pared? – refunfuñó Marlene.
- Ni le estaba coqueteando, ni estás pintada en la pared. Solo saludaba a una vieja amiga.
- Si, claro. Pues entonces ve y salúdala – me dijo con ese tono triste y enfurecido.
- No entiendo por qué te pones así, solo salude a una amiga como cualquier otro ser haría. Además, no se si voy a encontrarla después, así que me pareció justo hacerlo – dije y Marlene se quedó muda ante la mirada estupefacta de Andrew y Angie.
- Hey, no seas tan ruda con él, - dijo Andrew tratando de romper el hielo – solo saludó a su amiga, no es gran cosa.
- Gracias, viejo. Eso era todo – dije sirviéndome otro trago. Marlene se unió a mi, sin pronunciar palabra.
Pusieron algo de música mientras los jueces contaban los votos a través de Internet. Salimos, Marlene y yo, a bailar un poco de salsa y merengue viejo. Mientras estábamos allí, le besé en repetidas ocasiones y me disculpe el mismo número de oportunidades.
- Tranquilo, no importa. – y me besó.
Sentí su lengua recorriéndome todos y cada uno de los dientes. Yo le agarraba el trasero con propiedad mientras bailábamos, y abría un ojo cada cierto tiempo para ver que nadie nos estuviera morboseando. La música paró y volvimos a nuestros asientos.

Al parecer, los jueces y promotores habían terminado de contar los votos; y, por un porcentaje no muy competido, Alexa había ganado el concurso. Mis compañeros de mesa estaban desilusionados pues su candidata no había conseguido lograrlo, yo por mi parte, brindé en silencio por Alexa.
- Que lástima que Marge no ganara, ella era una fuerte candidata – comentó Andrew
- Sí, ella podía ganarle a esa zorra cuando quisiera. – adjuntó Marlene. – Claro que Calvin debe estar feliz por su amiguita.
- ¿Eh? No pongas palabras en mi boca, que sea mi amiga es diferente a si me agrada que haya ganado. Yo solo vine a beber, y eso, porque me lo pidieron.
- Bueno, ya. Yo voy a buscar a Marge para ver como está. – dijo Angie. Andrew la siguió.
Me di la vuelta hacia la tarima con el fin de buscar a Alexa, olvidando por completo que Marlene seguía conmigo.
- Calvin, qué tanto le ves; ni siquiera has cruzado palabra conmigo por andar pendiente de esa cualquiera.
- Te equivocas, si hemos hablado, pero siempre desembocas la conversación a una guerra sin cuartel.
- ¡No , no es cierto!, solo te pido que no me ignores.
- Y no lo hago, nena.
- ¡Claro que sí! – su voz comenzaba a quebrarse y sus ojos a enlagunarse.
Yo estaba muy contento como para tolerar sus patéticas pataletas, así que me serví un trago, encendí un cigarrillo y me puse de pie.
- ¿A dónde vas? – dijo ella.
- Voy al baño. Pero, sinceramente, espero que reflexiones sobre esa actitud tuya. Tus celos me están volviendo loco, pero no por eso quiero perderte. – y me aparté.
Caminados unos cinco metros, me eché a reír. ¿Cómo era posible que alguien creyera semejante patraña? “Al pueblo dadle pan y circo” decía algún pensador.


Caminé a través de las mesas mirando si veía a Alexa o a alguna de sus amigas. Ni rastro. Fui al baño y me pegué una meada de campeonato, me lavé las manos y cara y salí. Fui a la barra y pedí un Jack Daniels, pero al pagarlo, apareció Alexa.
- Hey, Calvin, que gusto verte – dijo ella
- Alexa, felicidades. Siempre estuve seguro de tu victoria.
- Que tierno; déjame pagar eso y vamos a mi mesa.
- Vale – dije, y enfilamos hacia una mesa detrás de la tarima.
En verdad estaba hermosa, aquellos jeans le resaltaban las piernas y el trasero de manera grandiosa. Cuando llegamos, vi que estaba Monique, Diane y un chico de cara familiar. Saludé como era menester y me senté.
- Calvin, ingrato, no has vuelto a llamar. ¿Y dónde dejaste a Tif? – decía Monique a una velocidad que hacia sus palabras casi inaudibles.
- Si, lo siento. ¿Tif?, está enfermo, fiebre y escalofríos.
- Que pena. Oye Diane, imagínate que… - Las niñas se sumieron en una confusa, pero trágica conversación.
Yo, que era ajeno a las personas, hechos, circunstancias que allí se suscitaban, opté por beber en silencio. Recordé que Marlene estaba sola en la mesa, así que me levanté y fui a ver como estaba.
Al llegar, la vi bailando con un tipo que desconocía. Era un poco más bajo que yo, ojos oscuros, cabello corto y engominado; su pareja ideal. Me senté tranquilo y terminé el Jack Daniels. Cuando regresó, se asombro de verme allí, tan sereno.
- Hola, - dijo - ¿Dónde te habías metido?
- Lo siento, pero la fila en el baño era terrible. Habían muchos chicos vomitándolo todo como fuentes de hotel.
- Ah, veo. Creí que habías ido en busca de tu amiga. Digo, para felicitarla.
- Era muy poco probable hallarla en el baño de hombres, ¿no crees? – dije mientras servía el último trago de la botella de ron.
- Ya, bueno, no hay por qué ser tan rudos
- Déjalo y vamos a bailar.
Fuimos a la pista de baile y duramos allí cerca de media hora. Allí la besé, le cogí el trasero y la acercaba más a mí. Finalmente me cansé y volvimos a nuestra mesa.
- Oye, ¿Angie y su novio no han regresado?
- Si, mientras te fuiste. Me preguntaron por ti y me dijeron que Marge estaba deprimida, al parecer está bebiendo más de la cuenta.
- Que pena. ¿Pero que le hacemos?
- Si, bueno. Tengo que ir al baño.
- Vale – le dije y se fue.
No resistí la tentación y fui donde Alexa. La hallé sola en la mesa; sumamente aburrida.
- Alexa, ¿qué pasa?, acabas de ganar el concurso a la bella y te quedas aquí con esa cara.
- Calvin, que bueno verte. Las demás me dejaron cuidando la mesa mientras buscaban a Félix, el novio de Monique.
- Pero que desconsideradas. Vamos a bailar. –
Sonaba una canción de salsa muy movida, y, para mi suerte, la pista estaba algo más despejada. Estuvimos un buen rato allí, bailando, riendo, cantando. Ella comenzaba a excitarme con su cuerpo, su pelo. No entendía por qué lo hacía, pero no importaba. Pusieron música más lenta. Creo que era vallenato, pero estaba más concentrado en disimular mi gran erección. Ella me miraba con unos ojos profundos y se acercaba peligrosamente hacia mí. Apoyó su cabeza en mi hombro mientras nuestros cuerpos se meneaban de un lado a otro. La gente comenzaba a desaparecer del lugar, cuando me percaté del olor a licor que manaba de su respiración, sus ojos, de su boca, su cuello. Tomé su cara entre mis manos y la besé. Era suave, tierno; como de cuento de bellos príncipes y vírgenes princesas, con la excepción que nosotros hedíamos a alcohol. Bajé mis manos hasta su trasero, lleno de gloria. Eso era; una bendición, una sonrisa del destino esquivo. La apreté con fuerza mientras introducía mi lengua en su boca. Estuvimos así por cerca de dos minutos. Cuando me separé de ella y trascendí mi mirada más allá de la de Alexa, vi la inconfundible figura de Marlene. Ella se acercó a mi y me abofeteó con toda su alma, mientras ríos de finas lágrimas caían por su rostro enrojecido.
- Lo prometiste, dijiste que me amaba, Calvin. Tú, hijo de puta… - y acto seguido se marchó.
- ¿Por qué lo hiciste? – me preguntó Alexa
- ¿Hacer qué?
- Besarme, ¿Por qué me besaste?
- Pues, porque eres una mujer linda que necesita de un hombre de la valore.
- ¿Y entonces ella qué? ¿Quién era?
- Era solo una niña encaprichada. No había manera de hacerla cambiar de opinión. Yo te quiero a ti.
- ¿En serio?
- Seguro – y la besé de nuevo
- Pues… que lástima, porque yo quiero a Tif. Tu solo eres una víctima de las circunstancias. Estaba aburrida, eso era todo.
- Entonces dejémoslo así, ¿vale? – le dije
- ¿Sin resentimientos?
- En absoluto. Una vez más felicitaciones. – y me marché a la barra.
Compré una cerveza en lata y salí de aquel lugar. No tenía nada en los bolsillos con excepción de medio paquete de Lucky Strike. Sería un largo camino a casa.
Afuera, dos chicos peleaban, a puño limpio, por una bebida derramada mientras una de las "no-ganadoras" coqueteaba con uno de los realizadores del evento.
Datos del Cuento
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 5.62
  • Votos: 86
  • Envios: 0
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