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El silencio

Aquella mañana se despertó ya visiblemente famélico, deseoso de llevarse algo a la boca, mientras en el exterior aun se oía aquel eco que tanto le recordaba al sonido del mar, melodía que cada noche en sus sueños escuchaba. Había consumido todos los víveres que tía Antonia días atrás había entregado a escondidas a su mochila y que ésta, con el debido secreto, había protegido para que su amo no tuviera apuro alguno. Volvió a intentar salir de aquel recinto donde había permanecido encerrado durante días ya –según su sencillo reloj digital dos, aunque iba muy retrasado por culpa de la pila y seguramente serían ya tres-, sin éxito, y no pudo más que aceptar que por fin había llegado el castigo merecido; la muerte sería lenta, aunque creyó que el de ahí arriba había tenido un detalle con él procurándole paz y tranquilidad a su pronto perecer.
La humedad ya causaba estragos en sus débiles huesos, que tan poco calcio habían recibido y que en consecuencia no habían podido otorgar corpulencia ni altura a aquel raquítico chico. Se tumbó de nuevo y sin cerrar los ojos, alumbrado por la débil luz de la linterna que había «tomado prestada» del cajón verde del armario ropero del tío Vicente –donde éste guardaba los objetos de valor-, se dispuso a reflexionar sobre sus andares por la vida. Le vinieron a la cabeza todos los recuerdos de su dura e infeliz infancia, del bagaje por las calles de su ciudad natal, de las pocas clases a las que había asistido y de la monótona vida que llevaba; de robos y peleas, de insultos y drogas, de pesimismo y conformismo. Pero se extrañó mucho cuando no pudo recordar los últimos meses de su vida, tan solo veía caras sin nombre e imágenes sin sentido. «Qué más dará», pensó, «si no voy a vivir mucho más». Y cerró los ojos.
Le despertó una fuerte luz que acariciaba su pálido rostro y se dio cuenta que había dormido durante días. Descubrió que se encontraba en el interior de un baúl y que la tapa estaba abierta. Con las últimas fuerzas que le quedaban logró salir al exterior, observando que había ido a parar a una playa de aguas cristalinas y arena fina. Se dejó caer en ella consciente de que aquello suponía su fin. Como mínimo había visto su sueño hecho realidad, había logrado ver el mar, sentir el dulce sonido que narra, regalo impagable. En un último hálito de vida dijo casi sin vocalizar:
«Tía Antonia y el tío Vicente no existen, verdad? Ni tampoco esta calmada playa.»
Las predicciones del doctor Duarte se habían cumplido. La única familia que le quedaba, una tía abuela que se había desentendido de todos sus descendientes años atrás, dejó ir la única lágrima que había llorado en toda su vida y recordó las últimas palabras del joven, pronunciadas apenas unos minutos antes, explicando en la soledad de aquella fría habitación de hospital que su sueño siempre había sido sentir la hermosa nana que eternamente canta el mar, tocar sus saladas aguas, resignándose ante la idea de que su muerte terminaría con la historia de aquella sencilla familia y el silencio trataría de acallar los rumores de su existencia haciendo que quedara para siempre jamás en el olvido.
Datos del Cuento
  • Autor: Victor
  • Código: 7143
  • Fecha: 13-02-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.71
  • Votos: 75
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2341
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
lucy-a
invitado-lucy-a 14-02-2004 00:00:00

Leerte es algo que me gusta ya lo sabes Victor¡¡¡ Admiro tu amplio vocabualario al escrir. Logras tener en ganchado al lector en este cuento hasta el final. (Pero bueno eso ya te lo dige en el msn, cuando me pedístes mi opinión).... Te recuerdo que me debes esa frase en catalan para mi. Si puede ser este sabado nos conectamos y me la dices yo la intento traducir ¿vale?.... Un besazo de tu amiga murciana

Veeet
invitado-Veeet 14-02-2004 00:00:00

Ya sabes que este cuento me gustó (¿fui la primera en verlo a la luz?). La verdad es que noto una progresión ascendente de tus cuentos, un mayor acierto en el uso de metáforas y bla bla (estic anant de guay i no es pot anar d'aquest pal, dient xorrades, quan tens son...) Em sap greu que no hagis concursat a lo de Booket; ets massa vago, carai! Quan es vol una cosa s'ha d'anar darrere d'allò per molt d'esforç que et demani (o justament per l'esforç emprat després estàs més orgullós del resultat). T'has perdut uns ascensors còsmics a l'edifici Planeta :P Et dic tot això perquè no te trobat al msn. Que sàpigues que la vida em va molt bé i sóc feliç. Per cert... el Segon Cicle d'audiovisuals no l'has de fer al acabar la carrera? M'has de presentar al amic teu que l'està fent... :) Un petonàs! Avera quan et vens a les Bahames tu també! VET

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