Capítulo III
EL NIÑO


Hacía frío, se había levantado aire y notaba poco a poco como la niebla dominaba las sombras del campo, entró rauda y veloz a la casa, todo estaba como lo había dejado, muebles tirados, la mesa medio puesta y dominaba una oscuridad absoluta… a tientas subió las escaleras, como pudo llegó a su cuerpo, todo estaba en el mas absoluto silencio, un silencio escalofriante, con tiento logró encender una vela, la tenue llama iluminó la habitación, estaba en perfecto estado, sacó su bolsa de viaje de debajo de la cama y metió a toda prisa lo que pudo, después con el agua fría que tenía en la palangana trató inútilmente de lavarse la cara, la daba igual el resultado, solo quería salir lo antes posible de aquel caserío…
Con la vela en la mano izquierda y con la bolsa en la otra, procedió a bajar las escaleras, las sombras que la vela hacía la asustaban, estaba bañada en una fina capa de sudor frío, pero aún así tiritaba, su angustia crecía poco a poco y la noche se cerraba más… cuando estaba casi llegando al vestíbulo oyó un portazo… era en la cocina… se quedó de piedra, casi no se sostenía en pie… el pánico la inundo, todo su ser temblaba como una hoja…
Oyó pasos, el eco de unos pasos como arrastrándose, eran insoportables, cada vez se oían más cerca, ya reaccionando corrió hasta la puerta de salida, casi cuando llegaba al pestillo, oyó una voz ….
-¿Dónde vais, abandonáis así a vuestra señora?...
No quiso darse la vuelta, la curiosidad la pudo… dicen que la curiosidad es mala… la voz era o eso creía infantil, muy aguda pero a la vez daba terror…
Osó girarse, se apretó contra la puerta y lo que vio la robó el aliento…
Era un niño o eso creía, no le echaría mas de 10 años, su tez era blanquecina, casi cadavérica, pero sus ojos mostraban una chispa que la hacían dudar, vestía de forma extraña, era octubre pero aquel niño vestía como si estuviéramos en pleno verano, llevaba unos pantaloncitos por encima de la rodilla de color marfil, se dio cuenta que estaban manchados de tierra y tenía también o eso vio manchas oscuras… la camisa era de manga corta, de rallas finas … y los zapatos que llevaba le quedaban algo grandes, se dio cuenta que solo tenía un calcetín, era blanco o eso creyó porque la mugre no la dejaba dislumbrar bien el color…
El niño permaneció callado, mirándola fijamente, al lado de la mesa a medio poner para la cena, en algún lugar de la casa sonó el ping del reloj dando las diez de la noche…
-Niño, ¿no deberías estar ya en tu casa?.. es tarde, seguro que tu mamá se estará preocupando.
El niño no cambió de expresión, siguió con los ojos fijos en ella, su boca empezó a dibujar una sonrisa, a enseñar una dentadura… horror, la boca de ese niño era… no tuvo palabras para definirla..
-Ya estoy en mi casa, ésta es mi casa, lo fue ayer, lo es hoy, y lo será mañana…
Ella se quedó petrificada, pero ¿qué decía aquel niño?... no tenía constancia de que hubiera ningún niño en la casa, Isidro era soltero…. Juana era viuda, sus hijos vivían en otra zona de la comarca y ya eran mayorcitos y no tenía nietos todavía, José el guardián también era soltero y para mas INRI sabía perfectamente que odiaba los niños…
-Niño te confundes, es imposible que ésta sea tu casa… asi qué te aconsejo qué te vayas por donde has venido, te estarán buscando…
No pudiendo soportar más esa mirada, abrí la puerta y empecé a correr hacia el lugar donde guardaban los carruajes, esperaba que alguno estuviera listo, porque no sabía como se las apañaría para enganchar el caballo…
La niebla no la dejaba muy bien distinguir el lugar donde se guardaban los carruajes, no veía a dos palmos de distancia, sintió una mano tocándola la cintura, notó unos dedos fríos en su brazo y también intuyó esos ojos mirándola fijamente, era el niño…
-No puedes marcharte, te debes a tu Señora- dijo el niño sonriendo con horror…