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El té...

Bebo mi té, y me agrada beber el té. No es algo raro beber el té... ¿No les parece? A mi, me gusta beber el té con unas cucharaditas de azúcar rubia, agua bien hervida y, sobre una taza pequeña de porcelana blanca. Me agrada sentir el té caliente pasando por mi garganta, relajándome hasta tal punto que hace sentirme como un hombre afortunado de sentir el té en todo mi ser... Debe ser que mientras bebo el té su sabor, aroma se expande a través de mi garganta por todos los vericuetos que tengo dentro de mí y que me dan mucho placer... ¿Cómo será? Yo también soy de la mayoría ignorante, de la masa popular que tan solo conoce una que otra palabrita para expresarse como se debe. Quizás por eso es que bebo el té, porque no lo entiendo, tan solo lo siento, nada mas, y lo bebo muy en serio, por lo menos entre quince a veinte veces al día, y eso sin contar aquellas medias noches sin conectarme con el sueño de los dioses. La verdad, en cuanto al té, no es como cuenta o chismea la gente, o, mejor dicho, como dice la masa popular que el té produce estreñimiento, en verdad, no es así, lo que sí sucede, al menos a mí, es que, me relaja como nada ni nadie, en verdad me relaja mucho, mucho, mucho... Debe de ser como después hacer el amor con una mujer. Te sueltas desnudo sobre la cama revuelta de sábanas, cubrecamas, almohadas, sudado, al lado del cuerpo de ella, también sudado y, ambos, al menos yo, totalmente relajado y satisfecho. El té... ¡quién lo diría! El té es como una mujer, es decir, el sexo... La otra vez leí en un párrafo escrito por Freud, de la obra de Irving Wallace acerca de vida de mujeres ninfómanas, algo así como que durante mas de veinte años había estudiado el comportamiento de las mujeres y aún no sabía responderse: ¿qué es lo que quieren las féminas?... Quizás lo que buscan sea una taza de té, así como yo que, mientras escribo bebo mi tacita blanca de té una y otra ves. Me acusa risa cuando termino mi taza de té, pues, automáticamente ya estoy calentando en la tetera un poco mas de agua, lavando mi tacita, mi cucharita de plata de forma ovalada y bien brillante, la base, es decir el platito blanco y redondo donde coloco la tacita de té y, espero, espero a que hierva en su en la tetera el agua. Mientras espero, cojo otra bolsita, saquito de hierbas secas de té marca inglesa, de eso me aseguro mucho antes de comprar las hierbas de té, o sea, de la marca y el sello, la fecha de vencimiento, en fin, de pequeños detalles. Luego, acerco un frasco de plata que contiene una poca de azúcar rubia, meto la cucharadita de plata y saco una cucharita y media. La echo sobre la tacita seca, limpia y brillante, y espero, espero a que hierva el agua en la tetera, y, mientras espero, cierro los ojos, y empiezo a pensar y pensar en qué pasaría si Dios detuviera el poderoso tiempo con uno de sus supuestos chasquidos de dedos etéreos, quedándonos todos, pero todos, inmóviles, quietitos, con el tiempo parado, el agua a pinto de hervir en la tetera, y yo con mi tacita de té con azúcar rubia de mi frasco de plata, y todo lo demás... ¿Qué pasaría con la gente que está trabajando, manejando rumbo hacia sus labores? Todos quedaríamos como una foto a color gigantesca, o, como entrar a inmenso un museo de cera, o sea, todo sería como la cera ¿no?, pero, ¿y quién estaría observando a todos nosotros afuera del paso del tiempo?... Bueno, ese tipo de tonterías pienso yo mientras espero que hierva el agua para colocarlo en mi tacita con el saquito filtrante de té ingles, para luego, una vez hervida el agua, echar el agua caliente y tomarme mi tacita de té, que sería la número diecinueve. Espero que no me suceda lo que dicen por allí los que dicen saber más que uno mismo... ¿qué es lo que dicen? Bueno, muchos dicen por allí que los que toman demasiado té se vuelven personas insociables, casi mudas, que cuando abren la boca para decir cualquier cosa les sale una especie de aroma de té, y bueno, y si fuera como dicen por allí, entonces, yo, podría transformarme en una especie de fuente de saborizador natural del té, sería una fuente casi inagotable y en forma de vaporizador... Imagínense, ahorraría todo el té que debiera comprar, además que podría comercializarlo. Imagínense, un local, conmigo en la cocina y miles de tacitas de agua hirviendo, y yo, con tan solo un soplido en cada tacita los convertiría a todos en tacitas de té, tal como un geiser... Por supuesto que todo esto es tan solo suposiciones de lo que dice la gente por allí, pero yo sé que todo no es mas que conjeturas o locuras que se me ocurren a mí y que no hacen daño a nadie, pero sí entretienen a las personas que leen este texto escrito en mi cuadernillo personal, que, supongo yo, seré yo mismo cuando esté demasiado viejo que ya no pueda continuar escribiendo y escribiendo como esas ancianas que durante aquel periodo de vida se dedican a tejer y tejer mientras conversan entre una ruma de diestras ancianas tejedoras de lana, pero bueno, dejemos el té por un lado y... hagamos otra cosa, ¿pero qué? Bueno, será mejor beber otra tacita de té ya que no sé que otra cosa hacer mientras escribo y escribo, y, antes de que el té se valla a enfriarse, ¿no?




Lince, julio del 2005
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 15365
  • Fecha: 22-07-2005
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 4.94
  • Votos: 48
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4259
  • Valoración:
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