Juan soñaba con ver la luna de cerca. Por eso todas las noches Juan se asomaba a la ventana a contemplarla. Una noche de luna nueva, en que la luna estaba completamente oculta, Juan recibió una visita de su abuelo.

-¿Hoy no miras por la ventana? -preguntó.

-No, hoy es noche de luna nueva -respondió Juan.

-¿Es la luna lo que contemplas con tanto interés cada noche? -dijo el abuelo.

-Sí, pero está tan lejos… -dijo Juan.

-Tengo una cosa para ti -dijo el abuelo-. Te lo iba a dar mañana por tu cumpleaños, pero como no podrás usarlo hasta la noche, creo que mejor lo pruebas ahora.

-¿Qué es? -preguntó Juan, intrigado.

-Vamos a buscarlo -dijo el abuelo.

Juan acompañó a su abuelo, nervioso por saber qué le tenía preparado.

-Abuelo, ¡esto es fantástico! ¡Es un telescopio! -exclamó Juan.

-Con esto podrás contemplar la luna con más detalle -dijo el abuelo-. Por cierto, ¿sabes quién inventó el telescopio? 

-Pues no estoy seguro. ¿No fue Galileo Galilei, a principios del siglo XVII? -respondió Juan.

-Bueno… En realidad el telescopio de Galileo se basó en una idea original de Hans Lippershey, que presentó una patente en 1609. No se la concedieron, pero ganó mucho dinero con su invento y, gracias a él, Galileo creó el telescopio con que hizo sus primeras observaciones en 1610. 

-¿Tiene algo que ver cráter de Lippershey de la luna con ese tal Hans? -preguntó Juan.
 

-Efectivamente -respondió el abuelo-. Le pusieron el nombre al cráter en su honor.

-Algún día yo descubriré algo en el universo y le pondrán mi nombre -dijo Juan.

-Pero vas a necesitar un telescopio más potente que este, me parece a mí -bromeó el abuelo.

-Con este puedo ver muchas cosas -dijo Juan-. ¿Me acompañas a ver las estrellas? Seguro que sabes un montón de cosas sobre constelaciones, abuelo.

-Tal vez algo sepa -dijo el abuelo-.Vamos a montar el telescopio mientras te cuento algunas cosas.