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El tesoro

-Ten cuidado podrías caer al infierno-, me dijo aquel ángel poeta que tomaba destellos de luz embriagándose con el sabor de las nubes. Sin tomar en cuenta su consejo, desencadene el par de alas y me lance al vacío, una nube cargada de lluvia se me atoro en la garganta, al pasar un pensamiento fatalista por mi cabeza en la estratosfera me embriague con la lluvia ácida que caía sobre una playa solitaria, en la caída se me perdieron tres sueños que le dedique a dios, una oración que le implore al diablo y los tres poemas que le escribí a la muerte. Desnudo y habiendo perdido mis alas, que rotas lloraban mi decisión de vivir, tome un par de tragos de mar, me vestí con el canto de una sirena y emprendí mi búsqueda por ese extraño lugar que algún profeta bautizo como tierra.

Aun no comprendo como llegue a la urbe, un mago de pesadillas que anclaba su mirada sobre el desayuno de un viejo alquimista me dio la bienvenida, -no eres de aquí, verdad- ¿cómo lo sabes? Es que tus ojos demuestran demasiada confianza, tus pies no sangran y en tus manos aun se notan los rastros de quien se suicida buscando el tesoro... Así es, le robe el mapa a un ángel que dormía junto a una princesa de la noche, pero no pude encontrar los detalles sobre tal tesoro, solo quisiera saber si tiene forma, o si se puede tomar con migajas de pan, endulzado con miel, y acompañado del te cura-fracasos, quizás sea solo una figura de luz amorfa. En realidad no lo sé, eso tendrás que descubrirlo tu, a mi no me interesa –me dijo, aquel mago de pesadillas-. Algo intrigado le voltee la espalda, una gárgola mirándome despótica sobre la catedral del fracaso divino me guiñaba el ojo, un golpe seco en la nuca me atolondro y solo alcance a ver un par de figuras que se abalanzaron sobre mí y la oscuridad se hizo total. A rastras me llevaron por un callejón (quizá demoníaco) y me introdujeron en una puerta roída que en su chapa, ya violada, se dejaban ver crisoles apagados por el tiempo.

Mis ojos fueron abriéndose lentamente, en aquel cuarto solo una lámpara desvencijada lograba iluminar un poco esa sombría imagen de una habitación que pareciera tener detenido el tiempo... mis ojos agradecieron la penumbra y alcance a ver una rata negra que paso corriendo enfrente de mí, rodeo un trozo de madera y se coló por el agujero de la puerta que aun por dentro tenia esos crisoles apagados por el tiempo... mis manos estaban rojas como si hubieran estado amarradas por un largo rato, las frotaba intentando eliminar ese ardor cuando oí una vocecilla desde el rincón mas oscuro de esa habitación, -con que a ti también te engañaron- con la voz apagada y tragando un poco de saliva para sofocar la sequedad de mi boca que quemaba los labios, un poco confuso le pregunte quien era. Eso no tiene importancia –me contesto- yo caí en este lugar buscando el tesoro de un mapa que le robe a un ángel que dormía junto a una princesa de la noche, pero no pude encontrar los detalles sobre tal tesoro, entonces le pedí ayuda a un mago de pesadillas, me dijo cosas extrañas que no entendí cabalmente, luego solo sentí un golpe en la cabeza y desperté aquí, sin sueños, sin poesía y sin el vestido que hice con el canto de una sirena, creo que fue el mago de las pesadillas quien me los robo.

Dando pequeños pasos fue saliendo de esa penumbra, era una mujer cubierta solo con un vestido viejo, sus ojos ennegrecidos notaban llanto no muy añejo que se había llevado el maquillaje, que seguramente, fue lo que provoco que su rostro estuviera tatuado con lagrimas negras, se acerco a mí y sonriendo se sentó a mi lado, puso su cabeza sobre sus rodillas y mientras hablaba de su vida en las nubes, jamás dejo de mirarme fijamente a los ojos.

Yo estaba nervioso con la presencia de esa mujer, mientras me seguía frotando las muñecas, solo podía escucharla atentamente y pocas palabras salían de mi boca. La vida siempre me ha parecido aburrida, sabes, dijo mientras se levantaba y daba vueltas alrededor de mí, por eso cuando encontré aquel mapa no lo pensé mas y me arroje al vacío. ¿Tu también caíste en la playa solitaria? Le pregunte. No, yo caí en un extraño café cantante donde un demonio se embriagaba junto a la sirena que me ayudo a cubrirme, tenían las paredes cubiertas de fotografías con gárgolas que parecieran me miraban fijamente, solo cuando reuní el valor suficiente para abandonar los engaños que el cantinero te ofrece, salí de ese lugar para buscar mi tesoro. Pero ya ves, solo logre que me robaran mis sueños. Se volvió a sentar en el rincón oscuro en el que estaba y me pido que le relatara mi experiencia. Habiendo pasado el dolor de las manos, yo solamente comencé a hablar, lo que le pareció más extraño fue la advertencia de aquel ángel, pasaron horas, quizás años (¿a quien le importa?) y ella se fue metiendo en mi conciencia cada vez mas, entre risas fugaces apagadas por el recuerdo de aquel robo y con el sueño muerto por encontrar aquel tesoro, nunca entendí, como ella podía ver los despojos de arrepentimiento que quedaban en mi alma.

Los instantes pasaban, algunos más oscuros que otros, y se perdían con el ir y venir de la luz de esa lámpara que en ocasiones dejaba de funcionar y otras, sin embargo, su luz podía llegar a lastimar la vista y teníamos que refugiarnos cada cual en su esquina, lanzando comentarios sobre nuestro paso por la tierra. Por un momento llegue a olvidar él porque de mi estancia en ese lugar, las horas se quemaban con ella, y lo que nació no puede considerarse tan simple como el amor, no es tan fugaz como una amistad, simplemente se borraba el recuerdo de aquellas nubes en que los pecados de soñar y relatar versos diversos sobre la distancia que separa la realidad de mi locura, y placidamente podía dormir cada que mi organismo lo exigía.

En uno de esos instantes que pasaban, los crisoles apagados por el tiempo, de aquella puerta comenzaron a girar y en medio de tanta luz apareció el mago de las pesadillas, ella se levanto furiosa y recogiendo el trozo de madera que aquella rata seguía esquivando para colarse por el agujero de la puerta, se abalanzó sobre el mago, el simplemente levanto su mano y ella se detuvo en seco, el mago se dirigió hacia ella y en un movimiento no premeditado de un brinco me levante y me interpuse en su camino. El mago solo sonrió, nos miro fijamente y dijo: se pueden ir. No les devuelvo sus sueños porque ya estaban demasiado gastados, ya no necesitan ropajes, han aprendido a vivir con esas ruinas de trapo en este mundo y tampoco necesitaran este mapa, lo tomo entre sus manos y lo rompió de sus poesías no puedo decirles que ha pasado; pero por un extraño suceso, ya no me importo. Salimos de esa habitación y nos encaminamos por el callejón, que aglutinaba cajas de cartón encimadas unas sobre otras, y con pedazos de basura esparcidos por el concreto, ya lo único que brillaba eran los crisoles apagados por el tiempo de aquella puerta. Por cierto –dijo, el mago de las pesadillas- bienvenidos al infierno, pueden ustedes volver cuando gusten.

No acababa yo de digerir esa sentencia, cuando aquella mujer con lagrimas negras tatuadas en el rostro me dio un beso en la mejilla y salió corriendo... Confundido, me tuve que detener en una pared para no caer al suelo, puesto que todo me daba vueltas, avance por las calles, que ruidosas con el ir y venir de personas cargando mapas entre sus manos, trozos de metal móviles avanzaban rápidamente por el concreto, luces cegadoras y anuncios luminosos, provocaban que mi mareo siguiera aumentando. Pase por un café cantante donde un demonio se embriagaba con una sirena, esas personas que cargaban mapas en sus manos tropezaban conmigo, ni siquiera volteaban a mirarme y seguían su camino. Avanzando no sé cuantas millas aun sentía sobre mi espalda la mirada de aquella gárgola.

Cuando por fin encontré mi playa solitaria, las alas seguían llorando y el mar impaciente las arrullaba en sus olas, tome un poco de arena, con la sal del mar y un poco de saliva frote mis muñecas hasta que una gota de sangre escurrió. Tome las alas, las bañe con esa gota de sangre y me las colgué a la espalda. Al principio no funcionaban, daba brincos y no lograba subir mas que un par de centímetros, escale un arrecife, abrí las manos y me lance al mar. Sentía el agua salina sobre el rastro de aquel beso en mis mejillas, cuando mis alas se abrieron, dieron un par de zancadas en el aire y comencé a volar. Esquive la lluvia ácida que seguía cayendo y al pasar por una nube, mi garganta solo sintió un refresco de aire que pudo ayudarme a seguir subiendo. Dando vueltas por todo el cielo, buscando la abertura por donde di el salto inicial. Cuando por fin di con él, me colé por ahí, volví a enredar mis alas y me senté junto a aquel ángel poeta que tomaba destellos de luz embriagándose con el sabor de las nubes. Me ofreció un poco pero me negué, -encontraste lo que buscabas- no lo sé, pero una mujer con lagrimas negras tatuadas en el rostro me dio un beso y me acompaño en aquellos instantes perdidos en la oscuridad.

Ah, dijo el ángel poeta, para haber conocido el infierno, no esta tan mal
Datos del Cuento
  • Categoría: Tradicionales
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
FRANCES
invitado-FRANCES 10-02-2005 00:00:00

MUY BIEN REALIZADO EL CUENTO, AUNQUE ESTE LARGO. EL OTRO SENOR ESTA EQUIVOCADO; ESTA MUY INTERESANTE Y VERSATIL Y LO MANTIENE A UNO ENTRETENIDO. NO OBSTANTE, CUANDO ESCRIBES EN MINUSCULA, DEBES ACENTUAR Y PONER CUIDADO EN LOS ACENTOS, YA QUE SON MUY IMPORTANTES PARA DAR ENFASIS A LO Q ESCRIBES...FELICIDADES... Y ABRAZOS DESDE EL CARIBE.

Amanda
invitado-Amanda 25-05-2003 00:00:00

Este cuento me parece magnifico, el manejo de las imagenes diversas es extraordinario. Felicidades

jorge
invitado-jorge 03-05-2003 00:00:00

oyeme, por que no te entierras tú en vez del tesoro???? así nos librarías de tan largos suplicios

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