—¿Te acuerdas, Dino, de los actores de la película “Heliotropos de abril”?

—Claro, abuelo. Son los que murieron en el avión. Bueno, se “dice” que murieron, pues nunca se hallaron restos ni del aparato ni del elenco… Usted me ha contado eso cientos de veces.

—¿Sabes?, uno de esos actores viene en el tren de las diez, representa para mí un pequeño papel y se va…

Éste diálogo con mi abuelo, Danko, ocurrió hace dos meses. Sin embargo, a partir de entonces, el viejo, a diario me comenta los breves perfomances de sus ídolos a la hora de la cena.

—Figúrate que hoy vino la bella Elga Brown. Estaba ataviada con un vestido gris y un sombrero de velo. Era una espía rusa…

O:

—Hubieras visto a James Groom interpretando a un misionero…

Si todo fuera eso… Empezó a insistir que lo acompañara. Fue tanta su cantinela que un sábado, cerca de las diez de la mañana, estaba junto a él, en un sitio eriazo cercano a casa, mirando los raíles.

Puntual pasó el tren frente a nosotros.

—¡Oh, la grandiosa Margot Duval!— exclamó, el abuelo, apuntando hacia una ventanilla.

A quien señaló fue a un gordo de bigote que aplastaba su boca abierta y babeante contra el vidrio. Dormía tal vez ebrio.

—Oye, viejo, ese es un borracho durmiendo— le acoté, riendo.

El abuelo me miró con una sonrisa de lástima y dijo:

—Ah, es que tú no tienes idea de lo que es capaz la magnífica Margot Duval…