Ella siempre había tenido debilidad por las noches lluviosas, aunque prefería disfrutarlas mientras las observaba a través de la ventana de su casa. Aquella tarde estaba lloviendo a cántaros, y había estado buscando una tienda que una amiga le había recomendado.
Sin embargo, la dirección de dicha tienda se encontraba en algún lugar de una zona de clase alta bastante alejada de donde ella vivía, totalmente desconocida para ella. Una vez encontró la tienda, esta ya había cerrado, aunque al menos sabía dónde se encontraba. Se hacía tarde, así que decidió volver a casa; además, había dejado alguna que otra tarea sin hacer, a pesar de que sus brillantes notas le permitían saltarse algunas obligaciones universitarias.
Veinte años de edad y el sueño de convertirse en cirujana. Según ella, una de las profesiones más exigentes, y a su vez útiles, que un ser humano podía llegar a desempeñar. Además, el transplante de pulmón que sin éxito se le practicó a su padre le acabó de convencer acerca de qué carrera debía escoger de entre todas las posibles.
Eran las nueve y cuarto, y buscaba una parada de autobús, aunque la lluvia caía con tal intensidad que se hacía difícil incluso caminar. Decidió llamar a casa y tranquilizar a su madre, explicándole que llegaría a casa tan pronto como le fuera posible. Después, continuó buscando. Las difuminadas luces de las farolas apenas iluminaban la calle, mientras que las parpadeantes luces de los semáforos se mantenían ajenas al ritmo de la lluviosa noche.
Verde. Rojo. Verde.
Dos segundos. Oyó tras ella el sonido de un coche frenando… cada vez más cerca. Se giró y vio la luz de sus faros. Tan sólo tuvo un segundo para contemplar la última imagen de su corta vida. El coche la golpeó violentamente y el conductor no pudo hacer nada para evitar pasar por encima de su cuerpo.
El conductor gritaba que no la vio. Sencillamente se preguntaba por qué demonios no la vio. Por qué. Se acabó el sueño. Más luces parpadeantes bañaban el maldito lugar. Su cuerpo empapado yacía sobre la aún poco iluminada calle. Aún llovía.
Ella adoraba las noches lluviosas.