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El último suspiro de la reina

Los países de Europa del este, se caracterizan por tener en sus registros varias historias aterrorizantes. Hoy quiero retomar una de ellas, conocida como la leyenda de terror de la reina malvada. Cuentan que en una región montañosa había una monarca que era temida por todo su pueblo. El tiempo de tener descendencia ya se le estaba agotando y sin embargo no encontraba a quien desposar.

Fue entonces cuando su secretario organizó un evento social en donde asistirían los jóvenes casaderos de la región. Uno a uno los chicos iban presentándose y la soberana se limitaba a mirarlos con desdén. Hasta que un muchacho hizo que sus pupilas se posaran sobre él.

Ipso facto pidió que lo condujeran hasta donde ella estaba:

 

– Hoy debe ser el día más afortunado de tu vida, pues te he elegido como consorte real. Dijo la monarca.

– De ninguna manera me casaré con usted, después de lo que sus lacayos hicieron con mi familia.

– ¡Insolente! ¿Cómo te atreves a hablarme así? No sabes que por menos que eso puedo pedirle a uno de mis verdugos que te corte la cabeza. Además, ignoro de qué me acusas.

– Por su culpa mi padre fue azotado hasta morir, al no haber podido pagar la cuota de impuestos. Él suplicó clemencia y sólo pidió unos días más de plazo para liquidar la deuda. Sin embargo, su gente no hizo caso y alegó que se trataba de una “orden”. Mi madre también falleció ese día, dado que no pudo soportar el dolor de observar esa masacre.

– ¿Te sobrevive algún pariente?

– Sí, mis dos hermanas menores, su majestad.

– Al casarte conmigo, ellas formarán parte de la corte, lo que significa que su condición de vida mejorará marcadamente. De lo contrario, yo misma haré que los soldados quemen sus tierras y las dejen viviendo en la miseria, mientras tú te pudres en un calabozo.

– ¡No, a ellas no les haga nada por favor!

– Entonces te enviaré a una húmeda mazmorra hasta que cambies de parecer. ¡Guardias, llévenselo! Aliméntenlo únicamente con un mendrugo de pan y un vaso con agua al día.

– Lo que ordene, su majestad.

Pasó una semana y el joven aunque un poco más demacrado, no pronunciaba palabra alguna. Guardaba sus energías para comer y esperaba paciente a que la reina se desesperara y lo mandara colgar.

Transcurrieron treinta días con sus treinta noches y la situación era la misma. La monarca, quien veía a ese joven no como su futuro esposo sino como una posesión, creyó que ya era suficiente burla y ella misma fue al calabozo a darle un ultimátum al chico.

– Muchacho esta es tu última oportunidad para aceptar casarte conmigo en buenos términos. Si mañana a las siete de la mañana no he recibido la respuesta que deseo, la cabeza de tus hermanas rodará y yo misma me encargaré de que presencies el espectáculo.

– ¡Usted es una mujer trastornada, que cree que porque tiene poder puede someter el alma de los demás, pero se equivoca!

A la hora señalada el preso fue sacado de su celda y conducido al patio central del castillo donde ya se hallaba un encapuchado vestido de negro y sus dos consanguíneas frente al cadalso.

Trató de zafarse, pero los grilletes estaban hechos de acero sólido con lo que no consiguió moverse ni siquiera un ápice. Los gemidos y chillidos de sus parientes bien pudieron haber salido de la mente de cualquier escritor de leyendas de terror.

Cuando todo aquello concluyó al fin, los ojos del joven estaban acuosos y enrojecidos a causa de tantísimas lágrimas que derramó.

– ¡Es usted una vil serpiente! Ya no puede hacerme daño, me arrebató a las personas que amaba. Le advierto que debe cuidarse, ya que mi venganza será mortífera.

El hombre fue devuelto a la mazmorra, únicamente que ahora su dieta sólo estaba constituida por agua. Obviamente a los pocos días murió de inanición, dejando a la monarca tal y como había empezado, es decir, buscando a alguien para poder casarse.

Mientras eso sucedía, los pregoneros informaban al pueblo de los hechos que habían acontecido en el castillo. Esos relatos llegaron a oídos de un viejo hechicero, quien había sido buen amigo de la familia del muchacho.

– Es imperdonable lo que esa mujer ha hecho con todos ellos, en especial con ese joven, pues lo único que él hacía era el bien. Tengo que descubrir la manera de traerlo de nuevo a este plano terrenal para que pueda vengarse. Caviló el anciano mientras buscaba sus libros de hechicería.

Encontró uno que recopilaba algunas historias de terror en las que se usaron brebajes, los cuales permitían a las ánimas convertirse en fantasmas. De manera clandestina recolectó uno a uno los ingredientes de la pócima y tiró ese brebaje en la tumba del occiso.

No sucedió nada extraordinario a excepción de unas cuantas nubes negras que aparecieron en el cielo. Sin embargo, a partir de ese día la reina malvada empezó a tener pesadillas y a sentir que alguien la perseguía por todas partes.

– ¿Qué le sucede majestad? ¿Otra vez tiene un mal sueño? Preguntó una de sus criadas.

– Sí. Sueño con alguien que quiere asesinarme pero por más que busco verle el rostro, éste siempre está cubierto con una máscara roja. Ciertas noches siento la respiración de ese ser en mi nuca, como si estuviera esperando el momento exacto de clavarme un cuchillo por la espalda. No puedo seguir así, mis nervios me están matando.

– Ahora mismo bajo y le preparo un té señora.

– No, no me dejes aquí.

– No tema, los guardias cuidan su balcón y las escaleras.

La monarca se encerró y se recargó en una de las paredes. En ese instante, sus ojos vieron cómo se materializaba la figura del muchacho que hacía unos meses había aprisionado en uno de sus calabozos.

De dicha creatura fantasmal se formaron dos fuertes brazos que se dirigieron al cuello de la soberana estrangulándola sin que pudiera gritar.

Instantes después llegó la criada y escuchó a la soberana exhalar su último suspiro mientras alcanzaba a susurrar: Fue el fantasma del campesino.

Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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