Él sabía (como lo sabe cualquier hombre con un poco de experiencia), que si una mujer no es linda, tiene que ser simpática, y en el remoto caso de que no cumpla ninguna de las dos características, posiblemente tenga algo de dinero que la convierta en deseable. Encontrar alguien que sea fea, antipática y de clase media (“media derrumbada” sería más preciso) es casi imposible. Sin embargo, y sin buscarla, tenía frente a él a un mujer que reunía esas características.
Ella fumaba y respondía con un ademán todas sus preguntas, escuchándolo pero no prestándole más atención que la necesaria. Él intentaba un acercamiento, buscar un tema de conversación que la sedujera para así poder captar su atención. Sabía que si se detenía un instante a reflexionar acerca de lo que estaba haciendo abandonaría todas sus intenciones; pero no estaba en condiciones de desperdiciar oportunidades.
Su primer novia, Leticia, sí que había sido linda; ella era con sus diecisiete años una de esas muchachas que congenian una hermosa carita con un cuerpo acorde. Estuvieron juntos más de un año y a él nunca le quedó claro si entre ellos hubo amor o todo fue cosa de adolescentes.
De la que estaba completamente seguro que había estado enamorado fue de Romina, aquella morocha con la que compartió hermosos momentos. Ella fue su novia pero también había sido su amiga, la persona que lo ayudaba en todos sus problemas. Lástima que todo había terminado tan mal.
Para olvidarla no hubo nada mejor que buscarse alguien radicalmente distinta. Y la voluptuosidad de Andrea lo envolvió. Con ella conoció lo que era una relación basada en el sexo y no en el amor. Durante el tiempo que permanecieron juntos vivieron en una burbuja alejados de todo y de todos. La fantasía duró poco pero terminó en buenos términos.
Luego decidió postergar las mujeres por un tiempo y se dedicó a reunirse con los amigos, compañeros inseparables de mil batallas. Pasado un año conoció a Jimena, la cual (según luego descubrió) se le había acercado por su dinero, el cual no duró mucho en gastar, para luego marcharse tal como había llegado.
De allí en más sólo tuvo algunas relaciones ocasionales, habiendo sido la más duradera la que tuvo con una mujer casada, quien decía que lo amaba pero no tenía pensado dejar al marido. Con ella fue cuestión de pocos meses llegar a una ruptura.
Resolvió olvidarse de las mujeres, creyó poder vivir sin ellas. Al principio no fue difícil, parecía que podría estar así todo el resto de su vida. Ahora, con treinta y cinco años recién cumplidos, empezaba a sentirse solo. Ya no era un jovencito pero tampoco se sentía viejo. Los amigos estaban todos casados, hasta aquellos que parecía que nunca lo iban a lograr... en cambio él, seguía intentando.
La miró a los ojos y permaneció en silencio, Olga (porque así se llamaba la fea y antipática que tenía enfrente) terminó su cigarrillo, le sonrió y se fue. Resignado, pidió otra cerveza y decidió emborracharse. Mañana ya habría tiempo para intentar con alguna otra.
Y queda picando la pregunta : ¿ Pero qué le pasó al tipo que ya no caza nada ? Evidentemente no maduró y debe ser un plomo insoportable. Muy bueno