Regresaba de un largo viaje en mi coche por carretera, cuando repentinamente me empezó a fallar justo en una curva muy peligrosa, bajé para revisarlo, aún de que mis conocimientos de mecánica son de cero, me dispuse a realizar una llamada por mi celular sin éxito, ya que no había señal en ese lugar, era una carretera muy solitaria en esas fechas, como pude empujé el coche hasta un acotamiento, cuando de repente escuché en el fondo del barranco un bullicio, característico de quienes están jugando, temeroso, retrocedí hasta el coche, y lo cerré con llave, caminé tres kilómetros hasta el poblado más cercano en busca de ayuda, ya en el pueblo, los lugareños me dijeron que yo había corrido con mucha suerte, ya que allí, hacía muchos años, se había caído un autobús al barranco matándose todos los integrantes de un equipo de béisbol, esa noticia me impactó mucho, pero no les comenté nada de lo que yo había escuchado en ese lugar.
Ya de regreso con el mecánico para que revisara mi vehículo, cual sería mi sorpresa que encendió a la primera, no tenía ninguna falla, le pagué al mecánico sus honorarios, y me dispuse a seguir con mi camino rumbo a mi destino. Una vez que estuve en casa, al ir a sacar la maleta de la cajuela, casi me infarto del susto, a un lado de mi maleta, estaba un uniforme de béisbol antiquísimo, pero en excelentes condiciónes, lo tomé en mis manos y me percaté de que estaba húmedo, como si lo hubiesen utilizado hacía poco tiempo. Una vez repuesto del susto, lo llevé a la lavandería, donde sorprendido el encargado me preguntó que de donde lo había sacado, ya que era muy viejo, le dije que lo había adquirido en una subasta por internet, que había pertenecido a un grán beisbolista.
Con el tiempo, en la empresa donde trabajo, lanzaron la convocatoria para integrarse a los equipos de fútbol y béisbol, deporte éste último, que nunca me había llamado la atención verlo, mucho menos jugarlo, aún así me apunté en éste deporte. Ese fin de semana que fuímos a entrenar, me puse ese viejo uniforme, mis compañeros se burlaban de mí, me preguntaban que si era de mi abuelo ese uniforme, sin hacerles tanto caso, me puse en la posición en que iba a jugar, y grande fué mi sorpresa, que de repente entendía todas las reglas del juego, sabía que jugadas hacer en determinados momentos del partido, bateaba y corría como si de siempre lo hubiese jugado, mis compañeros no paraban de felicitarme por lo bien que jugaba. Para el siguiente fin de semana que fuímos a entrenar, no me puse ese uniforme, me puse unos pants, sin embargo lo guardé en mi maletín deportivo para llevarmelo al campo, y al estar en el terreno de juego, de repente ya no sabía nada del juego, no entendía que era lo que tenía que hacer, cometía muchos errores, y mis compañeros se burlaban de mí, me preguntaban que me pasaba, si yo había sido el mejor la semana pasada, no les contesté nada, me fuí donde tenía mi maletín deportivo, y me enfundé nuevamente en ese viejo uniforme, y otra vez, comprendía todo sobre el juego, mis compañeros estaban felices conmigo por mi manera de jugar nuevamente.
Era como si todos aquellos jugadores que se habían matado en el accidente aquél hubiesen renacido en mí. Desde ese día, cada vez que tengo partido de béisbol, me pongo ese viejo uniforme, el cual solo yo sé el encanto que tiene.