En una casa pequeña sin ventanas y sin puertas, vivia un viejito triste. El viejito estaba triste porque vivia solo, era bien pobre y no tenia familia. En las noches se abrigaba con papeles para esconderse del frío. Otras veces se tiraba al piso para protegerse de la calor y del sol caliente, qué entraba por aquellos agujeros sin ventanas y sin puerta. Un día pasó por la casa del viejito triste una niña trigueña y bonita. Miró por aquél agujero sin ventana y vio al viejito sentado en el piso, comiéndose unas papas. Desde aquél agujero sin ventana, la niña le preguntó al viejito: "Señor viejito, ¿porque su casa no tiene ventanas ni puerta, porque come papas en el suelo? ¿Porque su cara está triste?" El viejito miró hacia aquél hueco sin ventana y pudo ver a aquella niña tan bonita, de voz melodiosa y ángelical.
"Soy pobre niña bonita- dijo el viejito- no tengo nada y es muy poca mi comida. Como en el piso y también en el piso duermo. ¿Y tú ángelito qué haces por aqui?" Tristemente la niña respondió, "Caminaba por aquí, buscando a mi abuelito qué se parece a ti. Tiene el pelo blanco, la cara arrugada cómo tú, pero nunca está triste, sonríe mucho y a mi me hace reír mucho. Tú puedes ser su amigo, mi abuelito es bueno. Quizás te pueda regalar una puerta y una ventana. Ven, ayúdame a buscarlo, serás su amigo, ya no estarás solo ni triste".
El viejito triste camino con la niña un buen rato. Pisaron la yerba, arrancaron una flor de un hermoso jardín, la niña trigueña sonreia, el viejito triste comenzaba a sonreír despues de mucho tiempo. Le dió una flor amarilla a la niña, ella muy contenta le dió su flor blanca, parecian dos niños traviesos haciendo muchas travesuras. El viejito acarició con cariño aquella flor blanca, era la primera vez que recibía un regalo de alguién, aquella niña tenia qué ser un ángel. Pero ya el pobre viejito estaba cansado de caminar. La niña bonita le tomó la mano. Llegaron a un banco y allí se sentarón. "Mi abuelito-dijo la niña- debe de estar muy cerca de aquí. Él sale a comprar frutas y dulces para mi. Lo vas a conocer, yo lo quiero mucho y mamá también." En eso pasó un viejito muy cerca de ellos. Cargaba dos bolsas y un viejo sombrero. Al ver a la niña sentada al lado de un desconocido, se puso serio, miró a la niña y le dijo, "Aqui estoy cariñito, dime, ¿quién es ese desconocido? Sabes muy bien qué no debes hablar con extraños." La niña corrió a besar a su abuelito. Después mirando al viejito triste le dijo a su abuelo, "Abuelito este viejito no es un extraño, él es mi amigo. Lo conoci en una casa sin ventanas y sin puerta. Come y duerme en el piso. Está triste porque no tiene a nadie, ni tiene amigos. ¿Quieres tú ser su amigo? Se parece a ti abuelito."
El abuelo de la niña miró al viejito con curiosidad. Después de sus labios gastados por los años, salió una sonrisa, abrazo a su nieta y dijo, "Claro qué seré su amigo. Quizás tengamos la misma edad, tendremos mucho de qué hablar." La niña estaba bien contenta. El viejito triste volvio a sonreír. ¿Cuántos hacia qué no sonreía? La niña bonita le dijo a su abuelo, "Abuelito, tú sabes hacer jaulas, escaleras y casas, ¿podrias hacerle a mi amigo una puerta y una ventana? El frío que entra por su casa lo hace temblar, el calor del sol lo quema y lo hace sudar. Y también construyele una mesa abuelito, para qué no coma en el piso". Sonriendole a su nietecita, le dijo, "Tus amigos son mis amigos amorcito mio. Le haré una ventana y una puerta. Mañana compraremos la madera, también tendrá una mesa con tres sillas, para cuando lo visitemos, estemos todos sentados juntos. Ahora vamos a la casa, se nos hace tarde, tu madre nos espera. Ya es hora de la cena."
El viejito caminó con ellos, ambos llevaban la niña de las manos. La niña se veía muy feliz, ahora tenia dos abuelitos. Por primera vez en muchos años aquél viejito ya no estaba triste. Aquella niña vino a darle felicidad a su vida. Ya no estaba solo, tenia un amigo y una nietecita. Ya no le temería al sol ni al frío, muy pronto su casa tendría ventanas y puerta, estaria bien protegido, gracias a la nena y a su amigo. Llegaron a la casa del viejito. El pobre viejito muy alegre se despedia de sus nuevos y únicos amigos. La niña volvio a ponerse triste, no queria dejar al viejito solo en aquella casa sin puerta ni ventanas, hacia frío y comenzaba a llover. Mirando a su abuelo dijo, "Abuelito, porque no nos llevamos a nuestro amigo con nosotros? Debe de tener hambre y ya el pobre está temblando, tiene frío. Mañana temprano lo traeremos de nuevo a su casa, quiero que con mamá también cene en casa."
¡Qué orgulloso se sentía el abuelo de su nietecita! En su corazoncito habia mucha ternura. El viejito qué ya no estaba triste, sintió qué de sus ojos brotaban dos lágrimas. Aquella niña era un ángel que se habia escapado del cielo, antes nadie lo tenia en cuenta, a nadie le importaba su soledad y su pobreza. Los viejitos se miraron, ambos estaban orgullosos de aquella niña trigueña. Sé rieron a carcajadas. La niña bonita pensó qué sus abuelos se habían vuelto locos. Después de verlos reír con tanta alegría, ella también se rió con ganas. Era una risa contagiosa. Gracias a la niña, el viejito qué antes estaba triste, comió caliente ese día, después por primera vez en mucho tiempo durmió en una cama, cobijado con una bonita sábana, ya no tenia frío. Esa noche la niña soñó
qué aquel viejito también era su abuelito, aquél abuelo qué cuando ella era más niñita, se fue con Dios. El pobre viejito le dio gracias a Dios, por aquella niña de noble corazón. Hoy volvió a pasar la niña por la casa del viejito. La casa ya tenia ventanas, una puerta, y el viejito estaba sentado en una silla de madera y comía arroz y pollo.