Después de escribir esas palabras, se sintió pleno, completamente realizado El día no cambió por ello. Todo seguía igual. La tormenta seguía descargando con furia gotas de lluvia que golpeaban fuertemente en el suelo. Encendió un cigarro y miró a su alrededor, intentando buscar en aquella habitación un resquicio para acomodar su mente cansada. Encontró un mínimo hueco entre aquellos libros y allí acomodó su mente. Entre el “El alquimista” y “Poemas de amor” su mente se encontraba a salvo.
Eran las doce de la noche, acababa de terminar aquella historia que durante tanto tiempo había deseado terminar. Se encontraba cansado pero enormemente feliz. Fueron muchos años de duro trabajo, donde su mente no dejó de pensar cada momento. Años buscando un principio y un final para aquella historia. El tiempo parecía haber perdido el significado para él, su vida se giraba entorno a ese libro. Se había convertido en un hombre bohemio, quizás desde un principio lo fuera pero, con el paso del tiempo su bohemia se fue acrecentando. Suponemos que un bohemio es una persona muy estructurada, que conoce de arte, literatura, tiene mucha cultura general, puede ser inclusive un profesional "fracasado" o algo por el estilo, pero que, por alguna circunstancia, regularmente vive solo, es medio alcohólico, amante de la buena música y las tertulias, trabaja solo por las necesidades mas indispensables, y simplemente, sobrevive. Magnifica explicación de una realidad.
Así era Vicenzo, un bohemio, pues aparte de todas esas características, quizás innatas para cualquier mortal, su bohemia transcendía cualquier estado anímico. Sus idéales iban mas para allá del entorno presente, sus sueños eran inimaginablemente bellos, su amor por la vida era más que amor, era una sensación de continuo roce con los sentimientos que ella le ofrecía. Y en la vida, las emociones transcurren a penas sin ser percibidas. Sólo unos pocos son capaces de admirar los secretos de un silencio o las virtudes de un mínimo gesto. Durante años Vicenzo cultivo el don de la observación. Cuando observaba cualquier momento de la vida, su corazón dejaba de latir, necesitaba observar en silencio, abstraerse de su presente y observar detenidamente. Para él la vida era un colorido paisaje de momentos, que muchas veces se perdían si ser observados. El vuelo de una mariposa, en sí, no esconde nada particular y destacado, pero si observamos ese vuelo en silencio, quizás podamos escuchar algo que nos lleve a pensar que la observación es un don que hay que cultivar. Para Vicenzo el vuelo de las mariposas representaban su bohemia de amor, su ideal máximo de plena pasión. En primavera al ocaso del sol y sentado en aquella hamaca vieja, Vicenzo daba nombre a todas las mariposas que volaban por su jardín. Hablaba con ellas en silencio, les contaba sus secretos y su más íntimos sentimientos. Las observaba con exquisita pulcritud y de vez en cuando estiraba su mano para intentar que alguna de ellas se posará en sus manos. El “estanque de los sueños encontrados”, así llamo Vicenzo a su particular oasis de emociones. Durante mucho tiempo intentó comprender el mensaje de su vuelo, para él todo tenía una explicación en esta vida, y esos vuelos armoniosos y bellos no podían ser menos.
Vicenzo Del Piero Albertini, ese era su nombre completo. Quizás para conocerlo mejor, tendríamos que retroceder en el tiempo Nació en Padua hace 70 años. Fue un chico alegre desde su juventud. Era un niño guapo, su expresión era angelical, sus ojos verdes zafiro componían con su milimétrica cara un bello retrato. Desde joven Vieenzo comenzó a atraerle la lectura. Su padre Domenico le había inculcado el amor por las letras ya que durante mucho tiempo fue rector de la Biblioteca Paduense. Vicenzo amaba el arte y todo aquello que emanara sentimientos. Decía que el mundo no podía sobrevivir sin las emociones que traían los sentimientos, y que cada segundo de nuestra vida estaba guiado por ellos. Un simple roce, una dulce mirada, un verso, la fragancia de un perfume, todo era catalogado como sentimiento para Vicenzo. Domenico, su padre, advirtió un don innato en él, quizás porque el fuera parecido a su hijo. Creyó en ese don innato y desde joven le lleno de cultura. Asistió a clases de piano e interpretación, leyó clásicos populares e incluso se atrevió con la danza clásica. Un día de primavera mientras Vicenzo jugaba en el jardín de la casa, su padre se acercó a el y mientras agarraba su cintura beso sus mejillas. Posteriormente le guió al estanque y le contó una bella historia: “Vicenzo, hijo mío, el todo de tu ser es mágico, eres distinto a cualquier persona, por eso te veo capacitado para cococer el verdadero amor, el amor de la naturaleza, tu amor, el amor que tanto desearás estará escondido en ella. Siempre que veas una mariposa concéntrate en su vuelo, no dejes de mirar sus alas y sigue su camino, te llevaran a sitios inimaginables. Si te concentras y haces tuyo el silencio comprobarás como el ellas hablan, y si por casualidad quieres encontrar tu alma gemela reencarnada en mariposa, sólo tienes que estirar el brazo, muchas de ellas rozarán tu palma, pero sólo una se posará en tu mano. Si esto ocurre escúchala no la ignores, habla con ella, ella deseaba ver tu mano estirada desde hace mucho tiempo”.Vicenzo recordó con cariño esa historia y aún con el pasó del tiempo, todos los días cruzaba el camino que unía el jardín del estanque y se dirigía allí, con el convencimiento de que hoy encontraría a su alma gemela. Creía en aquella historia y sabía que tarde o temprano alguna mariposa se posaría en su mano.
Era un día esplendoroso. Los rayos del sol jugueteaban incansablemente con las sombras estáticas de las sillas del jardín. La luz era terriblemente cegadora. Mientras Vicenzo caminaba por aquel camino, trató de concentrarse interiormente, poco a poco ir apagando el tic-tac frenético de su corazón. La hierba del camino rozaba sus pies descalzos. Llegó al estanque y el resplandor cegador del sol nublo su vista. Tras unos instantes de oscuridad sus ojos volvieron a abrirse. Se sentó en una gran piedra cerca del estanque y estiro su brazo a la vez que habría su mano. Decenas de mariposas rozaron su mano, pero ninguna, por el momento se posó. Vicenzo no obstante sabía que hoy conocería a su alma de mariposa. Pasaron los minutos y su mano estaba cansada y su brazo pedía un descanso merecido pero se hizo fuerte y aguantó en esa posición durante varios minutos más. Concentro de nuevo su mirada en las aguas del estanque y volvió a observar en silencio el vuelo de las mariposas. De entre la yedra del estanque surgió una mariposa de colores verdes azulados, su belleza era única. La miró fijamente y observó como su vuelo se dirigía a él. Pensó que ella podía ser. En ese instante se hizo el silencio, un silencio descomunal, parecía como si la vida se hubiera detenido bruscamente. Sólo se escuchó el aleteo incesante de aquella mariposa. Vicenzo cerró los ojos y trató de abstraerse, intentando escuchar el dialogo de su vuelo. Volvió a abrir los ojos y vio como la mariposa se acercaba, los cerró de nuevo y mientras lo hacía un hilo fino de voz dijo: “por favor soy yo aguanta ya llego”. Vicenzo volvió a abrir sus ojos y en ese momento pensó en su padre, se le vino a la imaginación la figura de su padre besándole las mejillas y contándole aquella historia. Mientras, la mariposa se posó en su mano. En ese momento una paz insospechada se adueño del cuerpo de Vicenzo. La observó con detenimiento y intentó rozar sus alas con sus dedos, pero ella se lo impidió: “no toques aquello que es frágil sólo obsérvalo, conócelo y siéntelo”. Vicenzo apartó enseguida sus dedos y miro de nuevo la mariposa. En ese mismo momento, se escuchó una melodía que provenía del otro lado del estanque y mientras sonaba esa melodía miles de mariposas surcaron las aguas del estanque, volaban de un lado a otro, sin sentido, como si alguien o lago siguiera su vuelo. “No te asustes sólo están bailando”.dijo la mariposa Vicenzo quedó atónito por fín podía interpretar el diálogo de las mariposas. ¿Será ella?. se pregunto.- Mientras su razonamiento intentaba dar señales de lucidez la mariposa de alas verdes azuladas, emprendió el vuelo y se unió al baile de sus compañeras. Era una melodía encantadora. Al fin pudo descansar su mano, mientras la cerraba observo como el día se nublo, y de repente empezó a llover. En ese mismo momento ella, giro su vuelo y se dirigió de nuevo a la mano de Vicenzo. Por favor abre tu mano, resguárdame de la lluvia.-dijo con voz temblorosa. Vicenzo abrió la mano y la mariposa volvió a posarse allí. Cierra con cuidado la mano y protégeme de la tormenta, alguien llora por mí, en otro mundo, pero en el fondo quiere debilitar mis alas. Quedó perplejo, no consiguió entender ese diálogo., pero hizo caso de sus ruegos y cerro con cuidado su mano. La lluvia era cada vez más fuerte. No me dejes nunca, cúbreme de tu calor y ayúdame a convertirme en ilusión y esperanza.-dijo la mariposa mientras pidió a Vicenzo que soplará entre sus dedos para secar sus alas mojadas. Así lo hizo una y otra vez, hasta que la lluvia desapareció. Abre tu mano, quiero volar Vicenzo.- le dijo la mariposa. Mientras abría su mano la melodía antes escuchada volvió a sonar y volvieron a aparecer decenas de mariposas que comenzaron a danzar al ritmo de la melodía. Ella aquella mágica mariposa, mientras volaba al reencuentro de sus semejantes giro su diminuta cabeza y le miro a los ojos, en ese momento comprendió que era ella, que el amor de la naturaleza que su padre le contó, por fin lo había encontrado. Vicenzo nunca me dejes sola.- volvió a repetir mientras volaba de un lado a otro del estanque. Al fin tubo la certeza de haber conocido la magia de la naturaleza y de haber encontrado el amor en ella. Pero, ¿cómo podré amar a una mariposa?.- se preguntó mientras sus paso se dirigían a la casa.
Necesitaba escribir ese momento allí vivido. Y así lo hizo. Describió aquél día con exactitud y en su palabras quedó reflejado la admiración por los encantos de la naturaleza. Quiso dar nombre a aquella mariposa, pero no pudo, algo en su interior le hizo recapacitar y pensar que su nombre no podía ser inventado por el, que ella por sí sola sería capaz de decirle su nombre. Pues tenía la convicción de haber encontrado lo que tanto deseaba. Quedó dormido mientras pensaba en aquel nombre desconocido.
A la mañana siguiente despertó asustado. La lluvia golpeaba fieramente contra los cristales de la ventana. En eso momento pensó en ella, se vistió apresuradamente y corrió escaleras abajo. Abrió la puerta no sin antes coger el paraguas, y corrió como alma que lleva el diablo. Al fin llego, sus pies se encontraban helados y llenos de barro, la lluvia era tan fuerte que había embarrado el camino. Miró a su alrededor y sólo puedo ver un mosaico de lluvia atroz. Intentó concentrarse para atraer a aquella mariposa, pero no pudo verla ni tan siquiera imaginarla. Creía que la había perdido. En ese mismo momento escucho una voz que provenía del suelo. Miró bajos sus pies y allí pudo encontrarla, sus alas estaban destrozadas y su mirada perdida en el infinito. Vicenzo se agacho e intento cogerla, pero ella se lo impidió. “No toques aquello que es frágil, sólo obsérvalo, conócelo y siéntelo”.-dijo la mariposa. Pero si estas tiritando y dolorida.- dijo Vicenzo con tono de admiración. Estoy dolorida pero cuando la lluvia pasé el sol regresará y curará mis heridas.- Vicenzo se sentó al lado de ella y comenzó a mirarla se sentía mal, pues podía ayudarla pero ella no dejaba que así fuera. Sentía impotencia. Mientras observaba su pequeño cuerpo mojado, sintió unas ganas tremendas de llorar. Pero no lo hizo, simplemente la observó en silencio. Pasaron los minutos y el sol surgió de entre las nubes. La tormenta había pasado. Vicenzo se levantó y tras limpiar su ropa miró de nuevo al suelo, pero ella ya no estaba, se había marchado. Se quedó atónito, intentado buscar una explicación, pero no consiguió encontrar ninguna explicación convincente. No podía entender como podía haber desaparecido de esa manera, en tan breve espacio de tiempo. Mientras se encontraba inmerso en sus pensamientos, a lo lejos escuchó una voz, era ella. Vicenzo, aunque no me veas esto aquí contigo, sólo te pido una cosa no me dejes nunca, creé en mi como yo lo hago en ti. Dijo desde la lejanía. Vicenzo empezó a caminar por la orilla del estanque intentando ver de donde procedían esas palabras, pero no pudo encontrarla. De camino de vuelta a casa, Vicenzo se volvió a preguntar la misma pregunta de días anteriores ¿cómo saber amar a una mariposa?. Su cabeza empezó a dar muchas vueltas e intento apaciguar su angustia con un cigarro. Subió a la habitación y se sentó en la mecedora justo enfrente de la ventana. En un principio creyó que la imaginación le estaba haciendo ver de nuevo a aquélla mariposa, pero no fue así. Ella voló repetidamente por delante de sus ojos. Y en un momento dado la mariposa se posón en la cornisa de la ventana entreabierta, era ella en su realidad. Hola Vicenzo.- dijo la mariposa. ¿Cómo estas?.-preguntó. Bien, estoy cansado pero bien. ¿Cansado Vicenzo?, ¿cansado de qué?.- preguntó. ¿No sé como amarte ni tan siquiera se tu nombre?. Dijo Vicenzo con tono melancólico. Mi nombre no importa Vicenzo, ni tan siquiera la manera en la que me ames, pues sólo deseo que no me abandones, esa es la única muestra de amor que me puedes ofrecer, te conozo sé que eres distinto, conozco tus ideales y te valoro como eres, no cambies, se tu mismo, pero nunca me abandones. En ese momento la mariposa alzó su vuelo y le pidió a pidió que abriera su mano. Así lo hizo y ella se posó. ¿Por favor como te llamas?.- preguntó Vicenzo. ¡Me llamo AMOR Vicenzo, simplemente amor!. ¿Y por que hasta ahora no me has mostrado tu nombre?. Por qué el amor no se muestra por sí sólo se tiene que buscar con ilusión y esperanza y ambos nos hemos encontrado. ¿Y como te amaré siendo mariposa?. No puedo tocarte.- dijo Vicenzo con resignación. Ten paciencia y sólo ámame no dejes de lado tus ideales, sueña conmigo, y ten presente que la espera es sólo el premio de un amor verdadero, y que todo será como ambos deseamos. Me convertiré en mujer cuando menos te lo esperes. Pero hay que ser pacientes. Vicenzo.-dijo la mariposa, la lluvia de estos días eran las lágrimas derramadas por mí, de todos los mortales que creyeron en el amor, pero poco a poco se fueron debilitando, conforme su amor desaparecía, mis ideales se marchitaban, pero me hice fuerte y olvidé todos esos nombres, porque sabía que mi alma no era merecedora de sufrimiento y que mi premio estaba aún por llegar. Creé en mi y nuca me dejes. Seré mujer si tu corazón tiene paciencia, te lo aseguro. ¡Querido amor, será así como pides, yo también creo en ti!..-dijo Vicenzo.
La mariposa tras esta conversación alzó su vuelo, se acercó a la cara de Viecnzo y sus alas tocaron sus mejillas. Vicenzo quiso tocarla pero ella se lo impidió de nuevo. Ella, llamada AMOR, salió por la ventana para perderse entre el azul del cielo.
Vicenzo trató de entender aquél diálogo. Reflexionó y tras incorporarse de la mecedora y cerrar la ventana se dispuso a seguir escribiendo. Todos sus momentos en la vida, necesitaba dejarlos expresados en palabras. Cada instante era un sentimiento nuevo para su alma.
Pasaron los años y nada supo de aquella mariposa llamada AMOR. Todos los días visitaba aquel estanque, esperando que apareciera, pero nunca más lo hizo. Sin embargo el no perdió la esperanza de volver a encontrarla, seguía amándola en silencio y la única manera de estar cerca de ella era con las palabras de aquél libro. Todas las noches, mientras escribía con la luz de las velas, la sombra del AMOR se veía reflejada en aquellas hojas, la sombra deambulaba de palabra en palabra, como si estuviera leyendo. El entendió aquél mensaje, pues era un signo, de los que muchas veces a apenas percibimos, pero que existen y sólo el corazón abierto de bondad puede sentir. Escribió durante años eran palabras de esperanza, de ilusión, de alegría, pero también de nostalgia, tristeza y desesperanza, era un libro sincero pero contrapuesto en sentimientos. Siempre se quedaba dormido en aquel escritorio y todas las mañana al despertar y observar sus palabras, las frases de desesperanza y tristeza desaparecían de ese libro. No había señales de ellas, ni muestras de que hubieran estado allí. Ella aquella mariposa llamada AMOR, se encargaba todos los días de apartar tales sentimientos de la mente de Vicenzo. Así pasaron los años.
Un día mientras dormía placidamente, apareció ella. La mariposa llamada AMOR, entró por la ventana y miró a Vicenzo, se había trasformado en una bella mujer. Se acercó a la cama y besó sus mejillas. Acto seguido levantó las sabanas y se metió en la cama. Ella, llamada AMOR, le abrazó a con pasión y dulzura desmedida y mientras esto hacía sus manos tocaron su frente. Estoy aquí contigo cariño.- dijo la mariposa reencarnada en mujer. El no despertó siguió dormido, pero Vicenzo la abrazó también, transitó por todo sus cuerpo y la amo con plena pasión. La noche se convirtió en un manto perfecto de estrellas, sólo la claridad majestuosa de la luna dio luz a estos sentimientos tan deseados y por fin encontrados.
Al día siguiente Vicenzo se levantó como de costumbre. Su libro estaba abierto. Alguien había escrito unas palabras en él. Se acercó a la mesita, cogió sus gafas y tras colocárselas comenzó a leer: “Vicenzo mi niño ayer estuve cerca de ti convertida en mujer, nos amamos en silencio, por fin pudiste amarme con pasión pues dejé de ser débil y me observaste con dulzura y me sentiste como tuya. Ayer ambos nos dimos cuenta que la espera es un regalo majestuoso para los que aman y que los sueños son también realidad para los que sueñan con el amor. Si no hubiera tenido tu paciencia no hubiera probado tus besos, ni tus caricias. Me voy pero volveré porque ya no soy frágil, por fin te encontré, porque sé que sabrás esperar y seguir amándome como hasta ahora. Queda poco cariño para amarnos como deseamos”. Sigue escribiendo pues cada palabra tuya clama mi angustia y me hace sentirme más cerca de ti”.
Al leer esta palabras Vicenzo cerró el libro y corrió como un poseso por la escalera, abrió la puerta y corrió por el camino que le conducía al estanque. Al llegar allí, grito: ¡AMOR!, ¡AMOR!. ¡Te amo cariño!. ¡Nunca te dejaré!. Vicenzo dejó caer su cuerpo en la hierba del camino y alzó su mirada al cielo. En ese mismo momento pudo observarla tan bella como siempre.
Vicenio comprendió la palabra AMOR y no dejó de escribir. Cada palabra escrita era la unión del amor, el simbolismo de un amor puro y eterno. Ambos se amaron en la distancia pero con el convencimiento de que algún día podrían estar juntos.
Pasó el tiempo…
Ahora Vicenio ha dejado de escribir y el final de la historia ya la conocen. El tiempo dicto sentencia y el destino fue complaciente para aquellos que saben esperar. Vicenzo pudo amar a esa “pequeña” mariposa llamada AMOR durante el resto de su vida, juntos e inseparables como siempre habían deseado.
escribes muy bien. algo largo el cuento. gracias