Me iban a cortar las piernas, estaba en medio de la guerra y el enfermero junto al doctor hablaron que después de tomar un café me las cortarían... Les vi alejarse y levanté la cabeza, hacía un calor infernal, me levanté con todas las fuerzas que pude y salí arrastrándome hacia afuera, en donde aún se escuchaba las balas de nosotros y de nuestros enemigos. Llegué junto a un muchacho que estaba pegado al piso, tenía su arma y disparaba una y otra vez, como esas películas que veía en la tele. Me paré con todo el dolor y le dije al chico en dónde estaban los enemigos. Este me miró y me dijo que me agachara... No le hice caso y me arrastré hasta salir de nuestro escondite. Vi un caballo y lo monté. Miré a los enemigos y me aventé hacia ellos. Cerré los ojos, abrí mis brazos y esperé que todas las balas apagaran el dolor que tenía en mis piernas... Fue hermoso cabalgar en medio de las balas en aquella hermosa tarde de sol, campo y todos los ojos abiertos de la gente que peleaba, hasta que una bala me atravesó el pecho y caí junto al caballo, no sentía nada, mientras el caballo seguía corriendo hasta llegar a la banda rival. Me cogieron y ya agonizando me dijeron que estaba loco. Les pedí que me mataran, y ellos rieron, luego, me cortaron las piernas, me las mostraron y me metieron un balazo en la cabeza... Dicen que morí, dicen eso, pero no recuerdo, ni deseo saber nada de ello, mientras siento que aún corro sobre un caballo que no se detiene por nada, pero esta vez vamos hacia el sol, y es bello viajar hacia él, es como deshacerme en una dicha total...
San isidro, mayo del 2006