Cuarta parte
Se hizo de noche, y Harriet se fue a dormir después de haberse comido un plato de espaguetis a la boloñesa, croquetas con beicon y un flan. Se fue a dormir a las nueve. Todo está en silencio, y Puff pico a la ventana. Spanky, el perro empezó a gruñir bagito, y cuando estaba apunto de ladrar, la niña se despertó. La niña habló a Puff:
- Oye, dragón. Intento dormir. Mi nimbre es Harriet Anderson y tengo doce años.
- Yo soy Puff.
Puff se lo contó todo y Harriet se preparó la mochila. Se puso tres botellas de agua, una cantimplora, ocho bocadillos, cuatro fiambreras de espaguetis, otras de filetes rebozados, un saco de dormir, tres libros sobre los dragones y se montó en Puff hacia el mundo que tenía que salvar. Se despidió de Spanky que se quedó mirando el cielo estrellado.
Ya había llegado, y después de hablar con los elfos viejos, se envarcó a la peligrosa aventura. Llegar hasta Douglion, y coger la Piedra de Ópalo, y destruír al mago Gudrov, sería una difícil aventura. Harriet, volando en Puff, pasó las Montañas Empinadas, el Bosque Verde, el Turón Oscuro, y ya solo les faltaba el Paso del Glaciar, un lugar peligroso donde Harriet tenía que caminar porque Puff le costaba volar. El Paso del Glaciar era peligroso, lleno de lobos blancos. Le costaba pasar por la nieve. Puff hacia lo que podía, pero la tempestad no le permitía volar bien. Hacía mucho frío, y el viento cada vez era más fuerte. Los lobos blancos les observaba desde unas rocas de hielo. La tormenta paró y Puff se la puso en la espalda y Harriet le abrazó.
*¡No os perdáis el final! Descargará acción sobre nosotros.