Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Cuento
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Cuento
Categoría: Aventuras

Elizabeth

John Parr había soñado siempre con navegar por el mundo, pero nunca imaginó que lo iba a hacer de esta manera.

Muchas cosas pasaron desde la primera vez que pensó en fundirse con el mar y las estrellas...

Y ahora el mar y las estrellas estaban cubiertas por un parche en uno de sus ojos, y el mar tenia un viso de haber sido mal habido...

John Parr era ahora un forajido...

Su sueño puro se había convertido en ira, luego de que Elizabeth Wiggins, la misma Elizabeth Wiggins que había sido la dueña eterna de su corazón, lo traicionó y se casó con Samuel Blake, el director de puertos de Londres.

La historia con Elizabeth Wiggins iba a marcarlo de por vida en su relación con las mujeres, pues ella había sido su único y verdadero amor. Elizabeth era hija del gobernador del pueblo, un señor muy respetado llamado Isaiah Wiggins. Él era conocido por ser muy poco tolerante con los que cortejaban a su única hija.

Por esta razón, John Parr nunca quiso irle a pedir formalmente la mano de Elizabeth al Sr. Wiggins. Pero lo que el señor Wiggins nunca se enteró fue que aún así Elizabeth y John se veían a escondidas.

John era un pescador de la zona, de unos veintitrés años, con un cuerpo de acuerdo a su profesión, su piel quemada por los rayos penetrantes del sol, unos ojos verdes color aceituna que, cuando fijaban su mirada en algo o alguien, no los quitaban hasta tenerlos rendidos a sus pies.

El día en que se conocieron John y Elizabeth era un día de verano....muy caluroso por cierto, en el cual, no soplaba ni un poco de brisa. Era el 13 de marzo de 1763, un día bastante especial para ambos por distintas razones.

Este dia para John significaba un día bastante triste, pues hacía ya 15 años que su esposa había muerto de una enfermedad muy extraña, y este día le traía recuerdos malos y tristes a su ya muy sufrida vida.

Por otro lado, para Elizabeth, irónicamente, este 13 de marzo significaba más bien algo positivo, pues era el día del cumpleaños del gobernador, es decir, de su padre y cada año hacían una celebración con todos los amigos y amigas del gobernador, dentro de los cuales, se encontraba, el Señor Samuel Blake.

Este día transcurrió para ambos bastante despacio, para desgracia de uno y para la alegría de otra. John no dejaba de pensar en su esposa, a quien él había amado tanto y a quien extrañaba desde el fondo de su ser. Pero, no se dejo vencer por su memoria, y se dijo que el podía tratar de superar esta tristeza trabajando mucho y tratando de ser alguien mejor.

Da la casualidad que al gobernador le fascinaba la comida marina, en especial el pulpo y la trucha, por lo que nuestra querida dama Elizabeth junto con su madre Sarah, fueron al mercado portuario a encontrar el mejor pulpo y la mejor trucha para una fecha tan memorable.

Siendo John Parr un pescador renombrado en el pueblo, él se daba a la tarea de vender lo que pescaba para poder comprarse su diario vivir.

Así fue como John y Elizabeth primero se conocieron....John estaba con ropas muy sucias, con una camisa blanca de manga larga, llena de tripas de pescado y sucia de sudor, y un pantalón muy a la moda para la época, tipo short, azul marino, que le llegaba hasta la rodilla.

El día que se conocieron, Elizabeth vestía un gran vestido rosado de seda, con sus tacones del mismo color y andaba con un gran sombrero con una rosa roja en una de sus alas.

Después de haber comprado tanto el pulpo como la trucha, y de darle a John la plata correspondiente, ellas se desaparecieron entre la multitud; y él pensó: “Esta muchacha es muy linda, pero a menos que yo sea alguien importante, como un comerciante, no me pondrá la más mínima atención.”

Así que John, luego de un largo día de trabajo, buscó refugio en la cantina del pueblo, y específicamente, en una mesa adonde él sabía se reunían todos los capitanes de buques del puerto de Londres.

Se pidió una cerveza, y esperó pacientemente a que todos estos grandes e importantes personajes empezaran a aparecer. Entre ellos, se encontraba Peter Fowler, un importante capitán de un barco pescador de la zona.

Peter Fowler era reconocido por ser un capitán muy exigente con su tripulación pues no los dejaba dormir hasta que hubieran capturado bastante pesca, y que ésta estuviese almacenada en las bodegas del barco. Él era un tipo de apariencia bastante desagradable....pues traía un parche sobre el ojo izquierdo, pelo largo por los hombros negro, con un pañuelo rojo sobre él, y un arete grande de oro en su oreja derecha. Además, cuando sonreía, el atributo que más le resaltaba era un diente de oro enchapado que se había puesto para que vieran lo importante que era.

Apenas entro al Spiffy Joes, vio al susodicho capitán en una de las esquinas del bar, con todos sus amigos, tomando unas cervezas y en un ambiente un poco mezquino para la época. A John, el capitán le provocaba diferentes sensaciones; una de ellas era los nervios que sentía al saber que este capitán tan importante estaba a solo unos metros de distancia de él.

Tratando de ser tan valiente como su pobre cuerpo aguantaba, John se levantó de donde estaba y se dirigió con paso firme pero lento a la mesa del Capitán Fowler. Cuando finalmente, John llegó a la mesa, se creó un silencio sepulcral, peor que el silencio que John encontraba cuando se encontraba en altamar.

Los distintos capitanes observaron a John por un momento, y uno de ellos especialmente. Luego de que lo observaron, la mayoría siguió tomando su cerveza pero solo el Capitán Fowler notó la presencia inamovible de John.

El Capitán le preguntó: “¿Con qué propósito te acercas a mi mesa?”, y aquí fue cuando John realizó que había estado callado por más de quince minutos y le dijo “Vengo por un asunto de suma importancia y me parece que deberíamos de hablar en un lugar más privado, o por lo menos en una mesa más tranquila que esta. Necesito hablar con usted.”

A lo que el Capitán accedió. Cuando John lo vio levantarse, le pareció un hombre bastante más grande de lo que se lo hubiera imaginado cuando lo vio sentado, medía como metro ochenta de altura y su cuerpo parecía el de alguien que toda su vida había trabajado en aras del mar. Pero John creyó que el Capitán Fowler se levantaba para ir a algún otro lado a hablar con él....¡cuanto se equivocaba!
Apenas se levantó el Capitán Fowler, a John lo invadió una repentina sensación de miedo y angustia.....pues en este preciso instante, se dio cuenta que el Capitán no se había levantado precisamente a hablar.
De esto se dio cuenta muy tarde, cuando sintió el pesado puño derecho del Capitán sobre su mejilla izquierda, y fue ahí cuando realizó que el comentario suyo no había sido el más apropiado.

Cayó de espaldas sobre la mesa contigua a la del Capitán, haciendo botar las cervezas y demás viandas que sobre esta se encontraban, y partiendo la mesa en dos. Cuando se dio cuenta de lo ocurrido, John inmediatamente acató a levantarse, y sin mirar atrás, le dio al salonero la plata correspondiente a los daños y se fue del Spiffy Joes, dejando tras de si un eco a risas burlonas.

Con su orgullo herido y con un diente roto, John se apresuró con pasos largos, a llegar al puerto para poder recoger sus pocas cosas y retirarse por el día, cuando de repente sintió que lo llamaban:”-JOHN!!”

A esto, dio media vuelta, y cual sería su sorpresa al descubrir que quien lo llamaba, no era ni más ni menos que Elizabeth. Al ver a esta preciosa criatura, John paró en seco. Se dio cuenta que Elizabeth estaba hace mucho tiempo buscándolo, pues su frente estaba sudorosa de estar corriendo de un lado para otro.

Para no parecer maleducado, se le acercó y le ofreció un pañuelo, a lo que Elizabeth, aunque un poco disgustada por el aspecto del pañuelo, accedió y se limpió su brillante frente repleta de sudor. John quiso saber el porqué de la búsqueda de Elizabeth. Ella le respondió que necesitaban en su casa a alguien que realmente supiera del mar para que esa noche, en la fiesta de su padre, fuese a contar sus aventuras, y que, siendo él el único marinero disponible, el alcalde había convenido en que ella lo fuese a buscar para que fuese a su mansión en la noche.

John se sintió a la vez halagado y asustado, lo primero porque nunca en su corta vida, lo habían siquiera considerado para un evento de tanta importancia como para ir a la casa del alcalde de Londres. Lo segundo porque debía de pensar en muchos detalles en muy poco tiempo para poder ir presentable a la casa del alcalde, y para, a su vez, causar una buena impresión en él, su esposa, Elizabeth y todos los de la alta sociedad de Londres.

De repente, sus pensamientos se centraron en esa sola ocasión.... y en como sería la forma mas adecuada de resolverla. Pensó primero, como buen marinero, en resolver su situación de la manera más fácil: robándose un traje de la tienda del sastre. Luego pensó qué pasaría si el sastre se diera cuenta de lo que había hecho y en media celebración llegara a la mansión e hiciera que apresaran a John.

Por eso evitó ser deshonesto y al contrario de muchos de su oficio, fue adonde el sastre y muy gentilmente le pidió que si le podía dar un traje semi formal para una gala que tenía en la mansión del alcalde Wiggins esa misma noche.
La primera reacción que tuvo el ingrato sastre fue la de reirse, pero al ver que nuestro amigo estaba esperando su traje, fingió seriedad y se fue a la bodega a inspeccionar si tenía trajes a la medida de John.

Mientras hacía esto, nuestro marinero pensaba en la mejor manera de convencer al sastre que hicieran un intercambio, que a ojos de John era bastante bueno; y éste era que a cambio del sastre, le daría buen pescado, pulpo, trucha y en fin, todos los productos que quisiera por un año.

Ya de por sí bastante nervioso con este pensamiento, nuestro amigo ni se dio cuenta de cuando el sastre volvió a estar a su lado, pero de un golpe realizó lo que pasaba. Agarró coraje de donde más pudo y preguntó:
-“Señor Rogers, le vengo a hacer una proposición. Quisiera ver si usted sería tan amable de darme el traje a cambio de una oferta que cualquier hombre razonable como usted no podría negarme.”

El Señor Rogers, ya de por sí interesado, se volvió adonde estaba John y le preguntó:
“¿Cuál sería esa oferta a la que, según su coraje y osadía, no me podría negar?.”

A lo que nuestro amigo respondió:
“ Creo que a usted le vendría muy bien el tener productos tales como pulpo, trucha o camarones a la mitad o a una tercera parte del precio a la que se las negocio al resto de la gente. Claro está, que si quiere cerrar este trato conmigo, necesitaré saber que usted me dará el traje.”
Datos del Cuento
  • Autor: Ana21
  • Código: 4473
  • Fecha: 21-09-2003
  • Categoría: Aventuras
  • Media: 4.83
  • Votos: 52
  • Envios: 1
  • Lecturas: 5693
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 18.118.255.51

1 comentarios. Página 1 de 1
nataly
invitado-nataly 10-11-2007 00:00:00

hola Elizabht,en primer lugar me encantó el cuanto,pero me hubiese encantado más saber el final... una duda que tengo ¿Tiene éste cuento alguna relación con la pelicula de piratas del caribe? te inpiraste en jack sparrow(johnny depp)para poder escribirla? me encanta el personaje de johnny en la peli,asi que aunque no sea así me interesaria saber tu repuesta,saludos.naty.

Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Cuentos: 21.638
»Autores Activos: 155
»Total Comentarios: 11.741
»Total Votos: 908.509
»Total Envios 41.629
»Total Lecturas 55.582.033