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Categoría: Románticos

Ella mató mis sentimientos

Todo empezó cuando la vi por primera vez... no sé que era pero tenía algo en su mirada que me atraía... a lo mejor serían sus ojos sin maldad, sin malicia alguna. Cuando tenía oportunidad me pasaba el tiempo observando su rostro, su sonrisa, y poco a poco, día tras día, así se fue escribiendo esta historia.

Ella era una alegre e inteligente niña menor que yo, pero no por eso pude evitar que se fuera adentrando en mi corazón de la forma en que lo estaba haciendo.
El tiempo fue pasando, la niña creciendo y con ella lo que yo sentía, pues aquella amistad que teníamos, con el paso de los años, para mi se estaba transformando en algo más. Empecé a sentir aquel cosquilleo como vuelo de mariposas en mi estomago, cada vez que la veía; me temblaban las piernas y se me aceleraba el corazón. De esta manera y sin darme cuenta, me fui enamorando de ella y a partir de ese momento mi vida se convirtió en un calvario y dulce tormento; calvario porque tuve que amarla en silencio por temor a ser rechazado... dulce tormento porque un día decidí arriesgarme y confesarle que la quería, pedirle la oportunidad de conquistarla... el hecho es que no me dijo ni si, ni no, y yo interpreté eso como una esperanza.
Empecé a hacer cualquier cosa por acercarme a ella, pero entre más trataba más lejos de mí la sentía; a veces alcanzaba a ver en ella algo que me daba ánimo para continuar pero era sólo mi imaginación pues siempre era indiferente. No sé si es por aquello del masoquismo pero entre más tiempo pasaba, más enamorado estaba; cuando no podía verla, me conformaba con escuchar su voz, y cuando no podía hablarle, me conformaba con verla a lo lejos esperando que entendiera lo que mis ojos trataban de decirle cuando la miraban.
... Y el tiempo siguió pasando y ella no me daba esperanzas de nada, claro que yo sabía que no sería tarea fácil conquistarla, pero nunca me imaginé que fuera imposible; de todas formas mi terco corazón seguía insistiendo tratando de tocar el corazón de piedra de ella. En ocasiones eran pequeñas notas en simples hojas de papel que nunca supe si leía o no; le enviaba correos electrónicos que jamás respondió; le daba grabaciones que no escuchaba...pero con todo eso yo continuaba muriéndome por dentro cuando pasaban los días y no sabía nada de ella, soñando que ella podría llamarme el día de mi cumpleaños...pero qué iluso, si uno se acuerda de la gente que le interesa, y los ceros a la izquierda no cuentan.
Y el tiempo pasaba y yo cada vez más enamorado, pensando en ella todos los días y a todas horas, hasta en mis sueños estaba... y tengo que decir que yo quería vivir soñando ya que ahí en ese mundo irreal éramos los más felices enamorados, y podía decirle delante de todos que la amaba, sin preocuparme quien pudiera escucharme; pero como soñar no cuesta nada, tenía que despertar para darme cuenta que nada era cierto.

Y el tiempo... continuaba y yo seguía ahí, alegrándome cuando por casualidad su mirada y la mía se cruzaban y ella me sonreía, sufriendo por tener su boca a unos cuantos centímetros y no poder besarla...por sentir su cuerpo cerca al mío y no poder tocarla...sintiéndome feliz cuando me aceptaba un chocolate sin pensarlo tanto y sin hacerme sentir que estaba perdiendo el tiempo, o sin hacerme sentir que la apenaba que alguien la viera recibiéndome un dulce...
Pero algún día de tantos ya no la volvía ver más, empecé a sentir que mi vida se hundía y decidí llamarla; al comienzo varias veces a la semana, pero como pensé que me hacía cansón, cambié a una vez por semana; como seguía haciéndome cansón, decidí llamarla sólo cuando no aguantara más sin ella. Así lo hice y cuando ya no pude más, un día tomé el teléfono y la llamé nuevamente. Sólo quería decirle que la extrañaba y que quería que escuchara una canción... eso era todo. Pero me respondió que no tenía tiempo, que estaba ocupada, que tenía mucho que hacer; pero yo insistí en que me diera cinco minutos... tan sólo cinco minutos... pero continuó negándose. En mi desespero terminé rogándole y casi suplicándole que me diera dos minutos... al fin accedió no de muy buena gana.
Esos dos minutos me alcanzaron para que escuchara un pedazo mínimo de la canción y para que me dijera que estaba loco, y para que yo le respondiera que ella era el motivo de mi locura y que no la volvería a molestar.

Ese fue el peor día de mi vida, pues al colgar el teléfono me quedo una sensación extraña y desagradable: Yo, que no le rogaba a nadie, le había rogado a ella que me concediera dos miserables minutos de su tiempo... me hizo sentir muy mal, un mendigo, como si me estuviera arrastrando. Entonces recordé las palabras de una amiga que me decía que uno jamás debe mendigar amor. Ese día toqué fondo y juré que no la volvería a molestar.
Ese día lo recuerdo como si fuera ayer; entendí por fin que había cometido el error de enamorarme de quien no debía ; y como todos los errores se pagan, por eso estoy aquí, sintiendo que se me va la vida con cada segundo que paso sin ella... pero no importa, pues ese día le perdí el miedo a la muerte... porque la mujer que amaba mató mis sentimientos.
Datos del Cuento
  • Autor: Argos
  • Código: 1130
  • Fecha: 23-01-2003
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.94
  • Votos: 64
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3837
  • Valoración:
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Pau 2
invitado-Pau 2 31-01-2005 00:00:00

"ELLA MATÓ MIS SENTIMIENTOS" (ARGOS) El enamorarse no conlleva la garantía de ser correspondido...así y todo,nunca es un error expresar los sentimientos,aunque la certeza del rechazo duela. Pau

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