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Emit (3ª parte)

- Hazlo... , tu madre lo consiguió el primer día. -dijo- Y recuerda, piensa profundamente en el toro y apunta con el dedo índice.
La chica pensó con todas sus fuerzas en el toro, apuntó y...
- ¡Zinc!- gritó, pero no salió nada.
- ¿Lo has pensado bien Emit?- dijo curiosamente Samal.
- Sí- respondió tímidamente.
- Sí- respondió tímidamente.
- Vuelve a intentarlo. – la animó el viejo.
Emit volvió a pensar en el toro, apuntó y...
- ¡Zinc!- volvió a gritar.
Un rayo plateado salió del dedo de la aprendiza y un toro robusto y grande salió en la otra punta del patio. Miró a Emit despiadadamente,
agitó la pierna delantera y corrió hacia la joven. Samal se adelantó y...
¡Laem!- y el toro desapareció como si nada. No dejó ni una huella. – ¡Muy bien chica!
Emit enrojeció. Se secó el sudor de la manos con la túnica.
-Empezamos bien el curso ¿eh, Emit?-
-Sí-
Samal cogió a la muchacha en brazos y la llevó hasta un pozo de agua situad en medio de aquel jardín, entre algunas espesuras. Dejó a su alumna en el césped. Emit se sentó y se apoyó en la sólida pared de roca.
Emit, hija, aparta esas yerbas de ahí- dijo señalando unas yerbas altas pegadas a la pared.
La chica obedeció y vio una cosa fascinante. Increíble. Era una cría de dragón. Sus escamas eran de color plata, tenía un par de alas preciosas. Estaba dormido, enroscándose en si mismo. Emit alargó la mano para tocar al dragón, pero Samal le apartó la mano de un golpe.
- No debes molestarlo mientras duerma, chica.- dijo. Cuándo duerme se pasa todo un mes entero, y si se le despierta te podría atacar... – agregó el hechicero.

La muchacha asintió con la cabeza, al mismo tiempo que le preguntaba cómo se llamaba.
- Responde al nombre de Gort. Tiene grandes poderes. Con los amigos es muy bueno e indefenso, pero con los enemigos...
- Pero eso no puede ser... es demasiado pequeño, maestro. No creo que...
- Éste dragón es la fuente de tu magia, sin él no tendria nadie la magia que puede hacer.- dijo Samal cortando.Emit se levantó, observando el cielo estrellado de la noche...
¡Que pronto había oscurecido! Samal despidió a la muchacha con un fuerte abrazo y la acompañó hacia la puerta. Emit salió de la casa y, empezó a caminar en dirección a su palacio. Por el camino pensaba en aquel dragoncillo plateado. ¿Cómo podía ser aquello? Un dragón de estamaño no podría ser la base de la magia, aunque Samal lo dijera. Ya vislumbró el palacio real. Cuándo iba a pasar por el Arco de Reyes, un bandido la cogió por sorpresa, empujándola consigo hacia el suelo. Emit intentó pedir ayuda, pero aquel bandido le tapó la boca con su mano. Se asfixiaba. No podía escapar. Emit hizo sonar los dientes, de rabia. Izo un último esfuerzo, pero fue inútil. De repente, el hombre dejó libre a Emit. (continuará)
Datos del Cuento
  • Categoría: Mitológicos
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