En el cielo no estás. No preguntes como lo sé, sólo lo siento, es que ya estoy grande y como bien sabes los años no han pasado en vano. La mentira aquella de que estás en un bello y mejor lugar llamado cielo, construyendo una hermosa casa para Papá y para nosotros; dejo de convencerme hace mucho tiempo, además sería imposible encontrarte ahí, pues con tantas personas que se mueren diariamente, el cielo y sus casas ya se habría caído, al menos de que el componente que utilizan ahí no sea noble, la verdad, a esta conclusión llegue hace un par de años pues antes creía que sólo pocos eran los afortunados que poseían un lote en el cielo.
Otro de los tantos engaños del que fui víctima era el viaje a un país cuya ubicación geográfica jamás me especificaron por ello jamás pude hallar su situación y me tuve que conformar con la obligación de escribirte cartas y rezar por tu regreso. Que ingenuo era, me tarde en descubrir que todo era un fraude, de lo contrario porque no volviste nunca si yo siempre me mantuve esperando, escribí mil cartas en letra coquito para ti, cartas que jamás tuvieron respuestas, pues cada vez que pedía una todos los adultos decían que el servicio de correo del aeropuerto era pésimo y que las cartas siempre terminaban perdidas. Ahora sé que ese viaje era tan quimérico como el precio que habrían tenido que pagar y más fabuloso habría resultado el tiempo que iba a tomar. Si Phileas Fogg tardo sólo ochenta días en dar la vuelta al mundo, porque tu tardas tanto Mamá, es más caótico el transito y la congestión vehícular en otros países raros como el nuestro o en realidad se trata de un viaje, sólo que es interplanetario y yo debo tener más paciencia y seguir aguardando.
En el cielo no estás, de lo contrario: ¿Cómo me explican la perdida sistemática de mis llaves?. No tienes porque sentirte aludida Mamás, menos sonrojarte, yo sé que eres tú, aunque la familia piense que todo es producto de mi mala memoria y peor imaginación. Descubrí que tu ocultabas las llaves cuando yo era todavía un niño. Fingía dormir una noche mientras tú las escondías para que yo las buscara luego y claro, para tu felicidad, nunca las encontraba. No hay porque sentirse avergonzada de ser pillada Mamá, pero no podrás evitar que me ría ahora de tu malévola travesura. Tampoco pienses en pedir perdón (esa debe ser mi eterna tarea) más bien déjame pedirte un favor: la próxima vez ten en cuenta que perder mis llaves en mi bar favorito para que al llegar a casa no las encuentre significa pasar el resto de la noche y toda la madrugada expuesto a cualquier peligro en alguna banca del “parque vecino”, parque al que nunca me llevaste a pasear, por cierto.
Ahora ya más piadosa de mí, te has tomado la dedicación de no molestarme más y si a quienes me molestan desmedida e injustamente. He sido testigo mudo de tus innumerables venganzas Mamá: vergonzoso tropezón que incluyo rotura de hueso y vestido de la profesora que me desaprobó, expulsión de los matoncitos de la clase que abusaban de mí, acné para la chica que me rechazó, papeleta para el ómnibus que me raspo el lado derecho del auto, soledad para los amigos que se burlaron de mi amistad, cierre indefinido para el cine que no me dejo entrar, quiebra de la editorial que tiro mi proyecto y mi sueño al tacho, muerte del indeseable que no contento con asaltarme me rompió el tabique, aunque todos digan que se trato de un infarto en la comisaría.
Ayer di unas vueltas por esa casa que fue nuestra algún tiempo, pero ahora sólo le pertenece al tiempo. Recorrí a pie el mercado al que me permitías ir siempre y cuando no me despegara ni por un momento de ti, aunque inquieto escapaba de tus manos para empezar corriendo y terminar llorando por tu regaño y tu jalón de orejas, ahora sólo va gente vieja y cansada, pues si no lo has notado esta ciudad se ha modernizado horriblemente y para estar a tono con ella se tiene que hacer las compras en supermercado y te atienden mejor si pagas con tarjeta. Tuve la suerte de encontrar, aún viva, a la señora de los dulces y le compre cuanto pueda comer mi sobrina preciosa que tiene tu nombre, tu mirada y no tu carácter. Cuando aprenda a escuchar le hablaré de su abuela y por favor no te enfades si distorsiono algunas historias.
Para que nunca me olvide de ti has confabulado con Dios y el destino mi amor, esa es otra de tus hazañas y más hazañas todavía, pero ya no tan heroicas, son las que intenta hacer mi esposa con la cocina. Me burlo de sus intentos por tratar de freír un huevo sin reventar la yema y a la vez, vigilar la leche para que no se le vuelva a evaporar, me río y es inevitable recordar tus platos. Sólo a veces me recuerda como eran, la señora que cocina en casa, tan buena y noble que dan ganas de llamarla Mamá, aunque tu te revuelques de celos, pero tranquila sólo son ganas. Los postres son insípidos, nadie podrá igualar esa mazamorra o esa torta helada, que diablos, como me gustaba. Para mi último cumpleaños, como cada vez, contrate al mejor cocinero que pude conseguir y le obligue a preparar la mejor torta helada que pudiera hacer pero por más que intento, fracasó el pobre hombre que se excuso diciendo que yo era un caprichoso y engreído además de insultarme y recordarte un par de veces, puedo imaginar como habrás dejado su panadería. Así que para evitar inconvenientes mi próximo cumpleaños hagamos un trato: yo dejo todos los ingredientes en la cocina para el pastel y cuando despierte una deliciosa torta helada hecha por ti y no por mi esposa que es linda y más cuando se mantiene alejada de la cocina, debe de estar esperándome en el refrigerador, vamos Mamá es la única oportunidad que tengo, atrévete, Dios no se va a enterar.
Se acerca la noche y debo dormir, mañana es lo que unos comerciantes llamaron “día de la madre” y aunque ya no puedo regalarte esa cocina inmensa con seis hornillas que siempre adoraste a través de un mostrador, te obsequiaré una humilde oración, claro que tendré que leerla, tu bien sabes que yo olvide rezar desde que partiste de aquí. Me parece irónico que de niño nunca me hayas narrando un cuento cuando yo hoy te podría escribir miles. Fueron muchas las veces que espere que llegaras de tu eterno viaje para las actuaciones por el día de Mamá, pedía mucho para que estuvieras presente tan sólo ese día y no sentirme miserable y triste porque todos entregaban su regalo a Mamá, manualidad que nos tomaba terminar todo un bimestre y era el regalo que yo terminaba por entregar forzosamente a una tía que muchas veces trate de confundir contigo. Hoy es bueno saber que aunque dormido escucho tu voz e imagino relatando el más bello de los cuentos sólo para mí, aquella historia que nunca podré escribir, me reconfortan tus brazos que fingen ser mi almohada, no necesito tu foto en mi mesa de noche, pues tu recuerdo siempre me ronda y aunque quisieras que este contigo, aquí la estoy pasando mejor, tengo una esposa que no cocina muy bien, pero que se las ingenia par amarme siempre. Mantienes viva la fuerza de Papá, y la inteligencia de mis hermana, me has dado una sobrina que temo me robe la ternura y la mirada. Sé que ahora estás secando mis lagrimas, y aunque me enseñaste a llorar de tristeza, he descubierto que también puedo llorar de felicidad como lo hago ahora. Siento tus manos, escucho tu voz, recoges mis caídas y corriges mis errores, besas mi frente y te amo Mamá y sé más que nunca que al cielo no fuiste jamás, porque aunque nadie me crea, a mi lado tú siempre estás.
Siempre la madre ausente sera fuente de inspiracion para los mejores escritos,hay mucho sentimiento en tu cuento.Muy bueno ,felicitaciones