Una serenata, pero Diego no estaba preparado. Su guitarra estaba desafinada, y al tratar de afinarla reventó un par de cuerdas, las remplazaron y pusieron su guitarra a tono.
Era la primera vez que Diego los acompañaba, era el cumpleaños de la novia de David.
-¿Para qué le llevas serenata? Yo pienso que es inútil –le decía diego a David- , ridículo, anticuado… yo no lo haría.
-Pero puede ser útil; ella es una chica romántica y quizá se conmueve tanto y hasta me deja pasar la noche con ella. Tú no sabes cómo ansío hacerla mía… es que no sabes qué chica, qué piernas, qué pechos…
-¡Llegamos! –anunció el conductor de la camioneta en la que viajaban terminando con la charla.
-Es media noche –le decía Diego a David- y tengo mucho sueño. Es increíble, no sé que diablos estoy haciendo aquí.
-Viniste a ayudarnos- exclamó David- te necesitamos para completar el trío, así que toma tu guitarra y afina la voz.
-¿Trío? Somos cuatro.
-Claro –le dio una palmadita en la espalda- pero comprenderás que yo tengo que estar con ella mientras ustedes le cantan.
-¡Qué ridículo y que poco original!
-¡Ya! A ella le gustará, te lo aseguro. Bien muchachos, comencemos. Uno… dos… tres.
Y empezó el trío a tocar y cantar.
Todos notaron lo mal que sonaba la guitarra de Diego, menos él, que miraba hacia el jardín de la casa a la que le cantaban. Al terminar la primera canción se lo hicieron saber y él nada más asentía con la cabeza, mas seguía tocando sin arreglar el problema.
Durante la tercera canción se encendió una luz, y al comienzo de la cuarta salió una chica cansada, pálida, pelirroja. No miró a nadie más que a David, se le acercó y lo besó apasionadamente en la boca y sonriendo.
-No suenan bien las guitarras- le murmuró a David.
-Es sólo la de Diego- contestó.
Miró la chica a los músicos que tenía frente a su casa y se detuvo al mirar a Diego.
-Sí, ese- dijo David.
Diego la miró también –Anita- dijo para si abriendo mucho los ojos. Se le resbaló la guitarra de las manos y cayó al suelo dándose un tremendo golpe y descomponiendo la melodía.
“Este nos está arruinando la noche” se decían los otros. David y Anita sonrieron.
Levantó rápidamente del suelo Diego su guitarra, pero ya no la tocó. La recargó contra su cuerpo y miró fijamente a Anita. La pareja se besaba, pero Anita mantenía los ojos abiertos mirando a Diego. Indignados miraban la escena los otros músicos.
Ya en el auto le preguntó David a Diego -¿No era acaso una chica muy bella?
-Sin duda.
-Imagina esos pechos junto a mis labios, acariciar esas piernas, besar ese cuello…
-¡Déjenme aquí!- Le grito Diego al conductor.
-¿Tan lejos de tu casa?
-Sí, hoy me quedaré en casa de un amigo que vive aquí cerca. –El auto paró y Diego lo abandonó.- Bueno, nos vemos, y gracias.
-¡Me esperaste!
-Sabía que regresarías.
-¿Qué haces aquí Anita? Tú no perteneces a este lugar.
-Ay Diego, yo ya no quisiera estar aquí, pero al menos te vuelvo a ver. Sigues igualito que cuando te dejé.
Sonrió Diego. –Si David supiera que regresé.
-¿David?- Dijo Anita con desdén. –Yo no siento nada por él.
-Pero si acabo de ver cómo se besaban.
-No es cierto; si hubieras visto cómo nos besábamos habrías visto que no lo quiero.
Se quedaron en silencio.
-Déjame besarte.- Dijo Diego. Anita se acercó a él. -¿Vas a acostarte alguna vez con David? Eso es lo que él quiere.
-Nunca ¿sabes? Siempre pensé que perdería la virginidad contigo hace dos años… Aun espero.
-Yo siempre soñé con tenerte desnuda… en mi cama.
Se besaron. Luego Anita lo tomó de la mano y lo jaló hacia su casa, luego a su cuarto.
-Será en mi cama.
¿Sin amor? Ya he
sentido mucho mi
corazón es hora
de sentir mi cuerpo.
Jueves Nov 28 2002
11 meses con Carolina