En algún lugar… muy cercano
Estamos en el interior de la belleza, en un lugar indeterminado de la naturaleza, dentro de las flores que caen de la lluvia y también en los olores que matizan el campo en primavera. Vivimos en aquellos días luminosos donde caminamos por los rayos del sol que hacen brotar las palabras que inventan el mundo y que describen los sentimientos como si fueran perlas unidas en cada sonrisa esgrimida y de los dulces recuerdos que todos hemos vivido.
Es el tenue pensamiento maquillado de maravillas y del que hemos desterrado las indolencias vividas. Haremos en él la cuna de nuestros sueños, de nuestras acolchadas ilusiones, de las caricias latentes de un pasado que todos hemos tenido y donde sólo lo bueno nos importa o, por lo menos, es lo que realmente nos conforta y nos hace llegar a entender lo que hemos sido, rememorando sólo lo bien que hemos estado y teniendo a nuestro lado a todos los que nos han querido. No es bueno vivir en el pasado, pero es lo que realmente hemos tenido y lo llevaremos a cuestas o sobre nuestra sudorosa frente donde lo podamos ver para así poder leerlo y saborearlo como al mejor libro escrito de nuestra vida.
Así será… como el humo del adiós, que ha pintado la tarde rosa, de tus labios mojada con las palabras encadenadas, a esos colores soñados en algún nuevo mundo ilusionado. Con el viento del recuerdo, que en cada estrella brilla (también en las frías noches), donde desnudos caminamos buscando nuestro pasado. En la piel de esas gotas brillantes que nos vemos reflejados como si a nuestros mismos ojos miráramos, y donde el deseo nos alcanza para seguir proyectando los sueños como una llama inextinguible que arderá siempre en la mirada… del instante que se refleja en el cristal, tras el cual se perderá la vista y la imaginación nublada; siempre trayendo pequeñas cosas nuevas…, pequeñas cosas pasadas.
© J. Francisco Mielgo 28/08/06