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En aquel parque...

De su rostro brotó la tristeza. Parecía increible, tan solo en breves segundos su sonrisa resplandeciente y viva se había roto en una mueca de dolor. Se sujetó el pecho y con tremenda congoja cayó sobre el verde cesped de aquel parque. En su curiosidad algunas personas comenzaron a acercarse. Pero él permanecía inmóvil, solo su cara pálida se desfiguraba con lentos movimientos, no andaba, no se movía, tan solo elevaba una de sus manos hacia aquellas gentes. Se estiraba, suplicaba con desorbitados ojos pero nadie entendía. Parecía que sus gestos fueran tan desmedidos que a nadie le alcanzaban semejantes expresiones. Tras varios segundos sus ojos se cerraron despacio, y su gesto descansó en una sonrisa extraña que le llenó el rostro.

De repente surgió de la multitud una mujer, llevaba una pequeña flor en sus manos. Con suavidad acercó su manos hasta el pecho de aquel hombre de camisa oscura y la dejó reposando sobre su corazón. Por unos segundos se le quedó mirando, pero aquel hombre no dijo nada ni se movió. Luego de la misma forma afectuosa con que se había acercado aquella mujer se mantuvo alejada en silencio, sin decir palabra.

Todos quedaron sobrecogidos por la escena, algunos murmullos comentaban, ¿será su esposa? ha sido un momento muy emotivo, precioso ¿os habéis fijado en su cara?, ¡la mujer parecía estar realmente conmovida!, expresaban algunos.

Y tras la euforia, en mitad de un gran silencio, aquellas gentes comenzaron a aplaudir cada vez más y más. La mujer les miraba sin decir nada mientras aquel hombre permanecía quieto, en una misma posición.

Tras el paso de un minuto de aplausos unas personas comenzaron a perder interés y se fueron alejando, sin decir nada, sin expresar ni una sencilla emoción, sin una palabra.

Tan solo quedó junto a él aquella mujer, que con inexplicable llanto había comenzado a deshacerse en lágrimas al fijarse en aquella flor, pues aquel corazón no mecía sus pétalos en vaivenes... por haber dejado de latir.

Y allí quedó tendido en el suelo el viejo mimo de aquel viejo parque. Nadie entendió que en su expresión morirse por un ataque al corazón no formaba parte de su espectáculo del silencio.
El siempre había sido tan realista y profesional en sus estudiadas interpretaciones, que nadie sospechó que pudiera estar siendo protagonista de su última función.

Junto a la mujer y el mimo, unas cuantas monedas, las que habían dejado caidas los más conmovidos por el drama, adornaban el final de un teatro de manos blancas y muecas forzadas que no se volvería a repetir jamás.

Aquella mujer guardó su silencio y su dolor en los bolsillos del mimo y junto a él, ya sin fuerzas, se desmayó.


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A veces pensamos que las personas nos exhiben gestos y muecas intencionadas tan solo para arrancarnos un aplauso. Tal vez no nos damos cuenta de que nos han acostumbrado a verles vivir muriendo en su expresión.
Datos del Cuento
  • Categoría: Educativos
  • Media: 5.12
  • Votos: 77
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
Lebana
invitado-Lebana 20-12-2006 00:00:00

Como todos los tuyos. Lo mejor en estos días y lo mejor en el nuevo año.Con mi cariño.

Celedonio de la Higuera
invitado-Celedonio de la Higuera 20-12-2006 00:00:00

Querida Lágrima Azul: Como siempre demuestras ser una excelente escritora con este relato tan cargado de sentimientos y con un mensaje para hacernos pensar. Tienes en mí a un admirador. Un abrazo.

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