Una vez se encontraron tres viejos amigos en el camino: Verdad, Mentira y Silencio.
Verdad llevaba traje de domingos, planchado, bien almidonado y de reluciente blancura. Daba gusto verla, producía destellos de claridad a aquel que le miraba.
Mentira llevaba un bello traje verde, las malas lenguas dicen que desde que había visto que su eterna enemiga la Amistad se ponía esos ropajes siempre quería aparentar ser como ella, tan bella como su eterna rival y aunque no lo conseguía plenamente muchas veces sí es cierto que se daba un cierto aire que podía confundir.
Silencio lejos de ir de negro o color oscuro llevaba un lindo traje color rojo fuego, muy intenso en color que producía una agradable sensación de fuerza, de seguridad, de aplomo. Como digo los tres viejos conocidos se encontraron en la vereda de un camino. La verdad fue la primera en hablar:
- Verdad: Cuánto tiempo sin saber de vosotros!, no me alegra mucho haberos encontrado pues hay que recordar que la última vez no os portásteis muy bien conmigo, pero ha pasado mucho tiempo de eso, ya no tiene sentido recordar penas ni mantener orgullos, así que espero que todo os vaya fenomenal (hay que recordar que siendo la verdad siempre decía lo que pensaba y todo lo que pensaba siempre era verdad). Tú, Mentira, creí que te habías dado por vencida la última vez que nos vimos las caras y no saliste muy bien parada y tú Silencio, te hacía sumido en algún escondido bosque, sin mostrar tu rostro. Pero bueno como os digo me alegra ver que estáis bien y espero que estéis siendo justos con quienes os encontráis a vuestro paso y ya no hayais hecho sufrir a nadie más.
- Mentira: cuantísimo tiempo sin saber de ti compañera, me alegra mucho verte tan contenta y tan generosa!, yo siempre supe que prosperarías en la vida!, tienes el don de renacer siempre de tus cenizas, de eso no hay duda. Y tú silencio ¿no dices nada?
- Silencio:
Este siempre igual, dijo entonces Mentira, metido en su mundo de mudas palabras pero seguro que también se alegra de verte. Dime, Verdad, ¿hacia donde vas?.
- Verdad: Voy al Palacio de las Certezas, la última vez que lo visité me dejé ahí un sueño y una felicidad, voy a ver si aún siguen ahí y puedo recuperarlos.
- Mentira: Un sueño, una felicidad ¡claro!, ¡ya recuerdo! tú siempre has sido de palabras muy soñadora, muy idealista, se te ve tan linda, tan bien plantada, me alegra que estés tan bien (hay que recordar que la mentira siempre decía lo que no pensaba, lo que para ella no podía ser cierto porque no soportaría ni pensarlo como realidad) Bueno pues te acompaño, total no tengo nada especial que hacer (mintió Mentira). Nos acompañas Silencio ¿no?
- Silencio: (hizo ademán de calladamente acompañarlas sin mediar una sola palabra)
De esta forma Mentira y Verdad continuaron camino juntas y un poco más atrás, sin decir nada, Silencio, seguía sus huellas en la misma dirección sin haber alzado en ningún momento su voz.
Mentira, sin poder evitarlo, miraba de reojo a Verdad, en realidad no podía soportar que ella se mostrara tan confiada y tranquila. Llegaron así a un estrechamiento en la senda, el camino discurría por en medio de unas afiladas rocas que había que escalar y se hacía dificil el paso sin resbalar, herirse con los puntiagudos cantos y caer entre ellas por un enorme precipicio. Aún así Verdad y Mentira decidieron atravesarlo. A mitad de la escalada, Mentira que iba delante, como sorteadora nata que es de las dificultades, sin pensarlo dos veces dejó caer hacia atrás disimuladamente una pequeña piedra a los pies de Verdad que por el dolor intenso de aquel golpe soltó su sujeción a la roca, perdió el equilibrio y comenzó a tambalearse en el aire. Verdad viendo la intención de Mentira trató de extender su mano hacia Silencio que por cobardía o timidez siempre andaba dos o tres pasos más atrás de los demás, y al ver que no podía alcanzar su ayuda cayó con desesperación por entre los riscos, golpeándose en su caída con las despiadas rocas que lastimaban y herían su piel mientras se precipitaba irremediablemente hasta el fondo de aquel abismo. Mentira desde el borde del precipicio gritaba: ay, Verdad, ay, Verdad, ¿qué te ha pasado? ¿te has hecho daño? ¿cómo ha podido suceder todo? me he dado la vuelta y ...¡ya te habías caido!, no he podido hacer nada por ayudarte!, mentía y mentía descaradamente Mentira y no contenta con ello se volvió hacia silencio preguntando: Silencio, tú que has visto que ha pasado y cómo ha sucedido todo ¿puedes decirme porque Verdad ha caido? Y silencio con los labios muy apretados y la mirada muy fija, testigo mudo de aquella injusticia, derramaba una tímida lágrima por su rostro en señal de respuesta impotente por la forma irónica en que Mentira se reía de su cruel hazaña sabiendo que él jamás abriría la boca. Derramaba simplemente una lágrima que desde aquella distancia y tan lastimada como estaba, Verdad jamás podría llegar a ver.
Y fue así como Verdad, murió al fondo de un abismo rocoso y nadie supo nunca dónde estaba y qué le había pasado. Mentira contó una tremenda mentira, cómo Verdad se había vuelto loca y en nombre del Amor se había arrojado al Pozo de los sentimientos imposibles y había sido inútil salvarla, ahogándose irremediablemente en las cenagosas y sucias aguas de aquellas profundidas y Silencio, por andar en silencio, aunque sabía que eso no era cierto no contradijo las palabras de Mentira y de esta manera, con el tiempo Mentira y Silencio se hicieron dueños del pequeño reino en dónde había vivido Verdad y todos los habitantes se fueron acostumbrando a su ausencia sin saber nunca qué le había sucedido realmente ni dónde se encontraba Verdad.
Pero lo que nadie sabe es que Verdad, en su eterna sabiduría de afrontar el devenir de las cosas con madurez y justicia antes de morir, con su propia sangre, grabó en el suelo de aquel abismo estas palabras:
"La verdad puede llegar a morir tanto por una Mentira como por un Silencio".
Y cuentan que desde entonces, quien a lo largo de su vida anda ese mismo y tormentoso camino y sorteando dificultades se asoma a ese único y especial precipicio rocoso que solo conocen aquellos que llegan hasta él tratando de buscar a la Verdad, si se fija con atención, puede llegar a leer en letras rojizas impresas sobre una blanca piedra, esa frase grabada con la generosa sangre de Verdad, y así recapacitar y comprender que para proseguir camino y llegar al Palacio de las Certezas, aunque el camino sea duro, arisco o peligroso, jamás debe dejarse guiar por la Mentira ni permitir que a sus espaldas le siga un temeroso Silencio que nunca le ayudará.
Y entonces llegará a alcanzar su sueño o su felicidad, guiado tan solo por la solidez y entrega de las sacrificadas palabras de una Verdad.
Tú, que eres auténtica, que eres de verdad. Siempre nos llegas al alma. Besos y tintineo de alas.