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Categoría: Románticos

Encuentro al final del camino

Eran tiempos difíciles para Laura. Mira una y otra vez la foto en el portarretrato sin comprender; no supo ni sabrá entender lo que pasó. Sus lágrimas no pueden lavar más que sus mejillas.

Cuatro horas. Cuatro horas han sido las que Horacio debió soportar estoicamente de espaldas contra una áspera pared para que le dijesen "NO" otra vez. Dejó caer el diario que sostenía debajo de su brazo derecho mientras deambulaba sin cesar calle tras calle; nueve han sido los meses en los que Horacio recorre de extremo a extremo la ciudad, sin éxito...

La espantosa noticia está ahí, encerrada en un incompleto círculo en la sección "Avisos Fúnebres" del diario con la gruesa punta de un fibrón; a Andrés no le bastaron sus treinta y dos años para esquivar la muerte, a pesar de la velocidad de su motocicleta, y Laura no lo supo ver hasta este momento. Ahora ya es tarde. Deja el portarretrato sobre la repisa que lo contenía; mira sin mirar a su alrrededor, parada inmóvil al costado de la cama que supo acunarlos a los dos. De repente, su vista se frenó sobre el ventanal abierto y el balcón; la fresca brisa de la mañana tiraba hacia adentro las cortinas blancas como tratando de evitar que llevara adelante la decisión que acababa de tomar...

El banco de granito parecía más duro que de costumbre; Horacio no lo soportó. Se levanta y atraviesa cansinamente plaza. En nada lo inmutó la andanada de insultos que recibió por parte de los molestos conductores que debieron clavar imprevistamente la trompa de sus coches ante su presencia en el medio de la calle.
Por la vereda de enfrente, dos o tres cuadras marcha hasta que se detiene de improviso: la puerta del moderno edificio abierta y dos hombres fornidos bajando bultos de todo tamaño para depositarlos en el palier absorvió su atención. -Porqué no ?- pensó... .

Recorría de punta a punta el estrecho balcón, mirando nerviosamente hacia abajo calculando la distancia. -Sí, no puedo fallar !- . Se animó a sí misma, pensando que los siete pisos que la separaban de la calle serían suficientes para darle fin a su angustia. Se frenó una fracción de segundo y pensó. Retomó el camino hacia el living. Del armario abre un cajón y de él extrae bolígrafo, papel y un sobre; se sienta y escribe: "Queridos Amigos..." .

Por suerte, nadie lo vió o reparó en él en el momento en el que se introdujo velozmente al edificio. Aborda el ascensor tan rápidamente como puede; sin saber porqué, oprime el botón con el número siete dibujado en su superficie.
Las dos puertas del ascensor ya están abiertas: ha llegado a destino. El silencio más absoluto lo invade todo y, de no ser por un haz de claridad diurna que se escapa de una de las cuatro puertas del piso, la oscuridad le haría juego.
-¡ Mi día de suerte !- Pensó Horacio, mientras nerviosamente como nunca antes seguramente estuvo se fue acercando paso a paso a aquella puerta para finalmente penetrar en el departamento.
El living totalmente solitario y en el medio solamente la redonda mesa parecía cobrar vida con un florero con una débil rosa blanca en su interior y un sobre parcialmente cerrado sobre aquella superficie de madera. -Habrá algo de valor para llevar ?- Pensó. Allí no parecía haberlo.

No alcanzó a pasar una pierna sobre el balcón. Se volvió de improviso y se le ocurrió que la matinal brisa era lo suficientemente fresca como para regresar por una campera. Su rostro, mojado en toda su extensión por las lágrimas, mostraba aquella angustia de quien se resiste a hacer algo pero en donde la obligación está planteada.
Con la campera ya sobre sus hombros, lista está para volver a lo que marcó como su destino; mientras, sus lágrimas no cesan... .

Nada que a él le sirviera en esos coquetos cajones del armario del comedor; decidió, bajo una lluvia de temores, que no le quedaba otra opción que arriesgarse e ir hacia las otras habitaciones; ...total, nada más había que perder !... .
A pesar de todo, a sus nervios no pudo dominar y los pasos dejaron de ser lentos para convertirse en torpes y algo violentos; los sonoros ruidos que acompañaban cada uno de ellos así lo atestiguaban... .

Ya había apagado la luz de su habitación cuando levemente percibió una serie de sonidos extraños. Pero ya nada importaba que no fuera su decisión tomada; apuró el paso y ...allí lo vió... .
En la desembocadura sobre el comedor del pasillo que lleva a las dos habitaciones él frenó de golpe, única manera de no tragársela. Ella hizo lo mismo, tal el ímpetu de ambos.

Se miraron uno, dos o tres segundos. Ella frunció el seño e inclinó despaciosamente su cabeza. El, los ojos y la boca desmedidamente abiertos, finalmente adopta una posición cabizbaja retrocediendo sin darse vuelta tres o cuatro pasos para volver a detenerse y reiterar su mirada sobre ella enderezando su cuerpo.
-¡ Lo siento !- Dijo, entre tartamudeos -yo...yo no quería... ...Estoy sin trabajo... ...Ví la puerta abierta y...me tenté y entré !-. Bajó otra vez su rostro para quedarse allí quieto.
Laura, bajo los efectos de una mezcla extraña de bronca y risas reprimidas ante lo que le tocaba presenciar, no puede evitar que una hermosa sonrisa le dé brillo a su cara entristecida. Horacio pareció notarlo porque cuando ello ocurrió empieza a sentirse con un principio de renovadora confianza en sí mismo; al menos para intentar responderle con la misma sonrisa y decirle: -...Recibís a todos los ladrones de la misma forma ?- .
Ahora, su sonrisa fue un poco más abierta. De todas maneras, poco duró: al momento, su rostro se cubre con la dura seriedad de al principio para, en forma tajante decir: -...Interrumpiste mi suicidio !- .

Dos tazas de café humeantes y dos rostros frente a ellas y frente a sí mismos. Ella le contó a él sobre el porqué iba a hacer lo que finalmente no hizo. El, para no ser menos, describió con lujo de detalles ( y hasta con aportes que pretendieron ser humorísticos, que transformaron aquella carita apenada en otra deliciosa en el marco de una serie interminable de sonrisas y carcajadas alternadas ) las horas y kilómetros recorridos para buscar desesperadamente un mínimo sustento para simplemente vivir... .
El tiempo fue transcurriendo y la noche llegó. Las tazas estaban vacías y a un costado de la mesa; en lugar de ellas las manos entrelazadas de Laura y Horacio eran todo un símbolo de una amistad nacida al borde del abismo. ...Y como para darle forma definitiva, acordaron ayudarse mutuamente... .
La claridad del nuevo amanecer otra vez por el ventanal comienza a entrar. Aquel temido día después empieza a hacerse presente... ...Y pensar que, injustamente, muchos no quisieron tenerlo en cuenta !... .

Julio Zalazar
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 4.76
  • Votos: 37
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2692
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