Mi nombre es Neirey, soy una ninfa, una nayade en concreto, ninfa de rios y lagos, las nayades nos caracterizamos por nuestros ojos verdes, nuestra piel blanca como la nieve y nuestro cabello extremadamente largo color azabache.Esta es mi historía, el porque de mi maldición y del encuentro con alguién que me hizo cambiar de forma de pensar. Hace miles de años conocí a un mortal, me enamoré perdidamente de él y era correspondida, era feliz, pero sabía que estaba desobedeciendo a Madre Naturaleza, ella es nuestra diosa, nuestra madre, la que tiene el poder de decidir sobre nuestras vidas.Me rebelé y me marché de mi mundo mágico, deserté al mundo de los mortales y renuncié a todos mis poderes. Pasaron los años, mi amor envejecía y yo, al ser inmortal permanecía joven como siempre, él dejo de amarme pues no podía entender que lo amara pese a que no fuera como cuando lo conocí y quiso que me alejara de él.Yo no estoy hecha para ese mundo, echaba en falta mis lagos, mis rios, los cuales me pertenecían. Tuve que tomar una decisión, si quería que Madre Naturaleza me aceptase de nuevo debería renunciar a mi amor, así hice muy a mi pesar, regrese al mágico mundo donde todo es posible excepto lo que yo quería, poder amar.No obstante Madre Naturaleza no quedó conforme con mi sacrificio y me castigó, me maldijo de por vida. Jamás podria mirar a los ojos a ningun varon, mortal, dios, elfo , etc..Si lo hacía lo hechizaría, se volvería loco de amor por mi, y acabaría muriendo, de locura.Asumí mi catigo, deje de creer en el amor, en la magía, hasta un día,yo estaba en mi lago y escuche unos pasos timidos acercarse, era una princesa, estaba perdida, lloraba por su amor, por un ser irreal, una utopía, pues no existía.Decidí utilizar mi magía y hacer que por un breve espacio de tiempo su príncipe fuese real, de ese modo su melancolía desaparecería, pues la había creado ella misma al encerrarse en un mundo imaginario.Creo que lo conseguí y me sentí bien, no obstante la felicidad que sintió aquella princesa perdida mientras se miraba en los ojos de su amado, jamás, por miles de años que yo viva, la sentiré yo.

Esa es mi cruz, yo elegí, jamás podemos culpar a los demás por nuestros actos, jamás.