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Ensayo bibliográfico sobre Napoleón.

TESIS BIBLIOGRAFICA SOBRE EL GRAN CORSO

"Napoleón está llamado a ejercer eternamente su atractivo sobre los individuos".
Esta frase de Georges Lefébvre, historiador y profesor de la Sorbona muerto en 1956, define magistralmente el por qué de la inmensa bibliografía existente sobre Napoleón Bonaparte. A estas alturas, dicha bibliografía sobrepasa ampliamente los CUATROCIENTOS MIL volúmenes. Puede decirse que no transcurre un año sin que aparezcan en todo el mundo decenas de libros, estudios y artículos dedicados al estudio de su época o de su persona.

Como es natural la más extensa bibliografía existente sobre el héroe se debe a escritores franceses, pero existe también una amplia gama de obras de autores de otras nacionalidades, entre ellas la española. Incluso en 1823, un chino, Ozeki Sane'i, escribió una biografía de Napoleón Bonaparte para los lectores de su país.

Tengo por seguro que ni el mismo Napoleón, siempre tan preocupado por legar a la posteridad un nombre que superara a los de los grandes capitanes de la Historia, llegó a imaginar jamás hasta qué punto había de conseguirlo.

Pese a esta ingente bibliografía, no existe ningún estudio bibliográfico completo sobre Napoleón I. El suizo Federico Kircheisen inició uno que debía constar de nueve volúmenes, pero la muerte le impidió pasar de la letra G del segundo tomo. Por lo tanto, me limitaré en este prólogo a citar, a vuela pluma, algunos de los autores más importantes.

Desde el principio de su carrera, Napoleón Bonaparte suscitó entre los historiadores de su época pasiones muy antagónicas, que habían de transmitir a los de las generaciones posteriores. Mientras para unos fue un semidiós, para otros fue la encarnación de Lucifer.

Uno de sus primeros historiadores franceses, Juan Carlos Lacretelle, criticaba ya amargamente, en 1797, la política que Bonaparte seguía en Italia, lo que no le impidió más adelante convertirse en su historiador oficial. Por orden de Napoleón escribió una "HISTORIA DEL CONSULADO Y DEL IMPERIO". Esta obra, muy favorable a Napoleón, fue corregida en parte al advenimiento de Luís XVIII con la Restauración.

Más favorable incluso que la obra de Lacretelle, fue el libro de Lemontey encargado por Savary en 1811, que se publicó bajo el título de "HISTORIA DE FRANCIA DESPUÉS DE LA MUERTE DE LUIS XIV". En esta obra se ensalza con entusiasmo el resurgimiento de Francia bajo el reinado de Napoleón.

Estos dos historiadores pueden considerarse los padres del panegirismo napoleónico francés.
Es comprensible que después de 1815, con la caída definitiva de Napoleón, la tendencia apologética hacia el emperador cambie de signo y se transforme en verdadera "Leyenda Negra", a la que contribuyeron no pocos escritores franceses.

Benjamín Constant, el amante de Germana Necker (Madame de Stael), fue uno de ellos, pese a que ocupó un importante cargo bajo el reinado de Napoleón a petición propia. Constant no tenía, como su amante, motivos de queja.

Madame de Stael, que intentó seducir al joven general de Italia sin conseguirlo, arremetió contra él en sus escritos, con toda la furia de una mujer despechada. Sus "CONSIDERACIONES SOBRE LA REVOLUCIÓN FRANCESA", son una amarga condena para el Gran Corso, al que tilda de tirano apátrida, sin más fe que su propia ambición. La de ella tampoco se quedaba atrás. De su obra DIEZ AÑOS DE DESTIERRO, encontrará el lector el correspondiente comentario en mi libro NAPOLEÓN BIOGRÁFICO.

Pichon, embajador francés en EE.UU. desde 1800 hasta 1805, publicó un libelo titulado "EL ESTADO DE FRANCIA BAJO LA DOMINACIÓN DE NAPOLEÓN BONAPARTE". Naturalmente, el libelo vio la luz cuando ya el autor nada tenía que temer del emperador.

Federico Schoell, Alfonso de Beauchamp y, sobre todo, Chateaubriand, que publicó en 1814 un terrible libelo contra el emperador titulado "DE BONAPARTE Y DE LOS BORBONES", fueron otros tantos escritores franceses que contribuyeron a la creación de la "Leyenda Negra" napoleónica.

Ésta leyenda negra no ha cesado todavía. Hacía finales de la década de los años sesenta de este siglo, el escritor francés Henri Guillemin publica un NAPOLEÓN TAL CUAL que es uno de los más terribles libelos escritos contra el Gran Corso. El título del primer capítulo, EL PEQUEÑO CHACAL, ya indica al lector por donde van a ir los tiros y, en verdad, que el señor Guillemin no deja títere con cabeza. También se comenta dicho libelo en mi libro.

Más comprensible resulta el antagonismo demostrado por los escritores ingleses, entre los que cabe destacar a Goldsmith, que habiendo vivido en Francia hasta 1809 bajo la protección de Talleyrand, tuvo que regresar a Inglaterra debido a sus turbios manejos. En 1810 publicó un libro titulado "HISTORIA SECRETA DEL GABINETE DE BONAPARTE". Por el cargo que Goldsmith ocupaba al lado de Talleyrand sabía muchas cosas que se encargó de airear, pero deformándolas a su antojo y mintiendo con todo descaro. No obstante, como es lógico, el libro tuvo un éxito inmenso entre los británicos, y contribuyó poderosamente a engrosar la "Leyenda Negra" napoleónica.

En 1817, cuando ya el emperador llevaba dos años cautivo en Santa Elena, su figura comienza a despertar compasión y es entonces cuando aparece el "MANUSCRITO DE LA ISLA DE ELBA" que se publica en Londres y en Bruselas. Es una defensa a ultranza de Napoleón Bonaparte. El autor sigue siendo desconocido. Su autoría se ha atribuido a varios personajes, entre ellos el mariscal Marmont e incluso a Madame de Stael, cosa bastante improbable con respecto a ésta última, dado el matiz de sus otros escritos. Algunos historiadores y biógrafos pretenden que es el mismo Napoleón el autor de dicho manuscrito, pero no dan prueba alguna de sus afirmaciones. Lo que si es cierto es que el libro tuvo un éxito inmenso, lo que venía a demostrar que los partidarios del emperador francés eran mucho más numerosos de lo que se pretendía hacer creer a la opinión pública.

Habían de seguirle en 1821, entre otras muchas apologías, una obra del doctor O'Meara, médico de la marina inglesa a bordo de la fragata Northumberland en la que el cautivo viajó hasta Santa Elena. O'Meara atendió al cautivo hasta que Hudson Lowe en 1818 lo expulsó de la isla. Se publicó bajo el título de: "NAPOLEÓN EN EL EXILIO, O LA VOZ DE SANTA ELENA". Esta apología había de causarle no pocos sinsabores a su autor. Fue retirado del servicio con una exigua paga que apenas le permitía malvivir.

Pero el libro que en realidad había de dar pábulo a la leyenda blanca napoleónica fue, sin duda, el "MEMORIAL DE SANTA ELENA" del conde Manuel Las Cases, marino, nacido en Revel en 1766, de familia de la pequeña nobleza del Alto Garona, de origen español. Las Cases emigró a Inglaterra en 1791 y regresó a Francia en 1802, cuando Napoleón amnistió a la mayoría de los emigrados franceses. Fue nombrado miembro del Consejo de Estado y más tarde chambelán del emperador.

La obra fue escrita al dictado directo de Napoleón Bonaparte y su éxito fue tal que, dicho sea de paso, hizo millonario al escritor, proporcionándole, además de popularidad y honores, dos millones de francos de la época como derechos de autor.

"El Memorial", por supuesto, es el "evangelio" de los bonapartistas y debe leerse con precaución pues en él se describe a sí mismo el emperador como un pacifista al que han obligado a guerrear de continuo. Pese a todo, contiene gran cantidad de datos, anécdotas y pasajes muy interesantes. Por supuesto, para los detractores de Napoleón el "Memorial" no es más que una sarta de falsedades y tergiversaciones.

En 1835 se editó en España y en francés el "Memorial". Existen ediciones de esta obra traducidas al español en los años 1844, 1853 y 1897, aunque no todas tienen la misma extensión. En el presente siglo se ha vuelto a editar la obra un par de veces en los años 40, en los 50 y la más reciente de todas data de 1981; tampoco esta vez tienen todas las ediciones el mismo número de volúmenes. Todas ellas pueden encontrarse en la Biblioteca Nacional de Madrid.

Pero el cautivo de Santa Elena no sólo dictó al conde Las Cases. Otra parte fue dictada al conde de Montholon, que la publicó en París en 1823 bajo el título de "DICTADOS DE SANTA ELENA".

Una tercera parte fue recogida por el general Gourgaud quien, conjuntamente con el conde Montholon, las publicaron en ocho volúmenes, desde 1822 hasta 1827, bajo el larguísimo título de: "MEMORIAS PARA SERVIR A LA HISTORIA DE FRANCIA BAJO NAPOLEÓN, ESCRITOS EN SANTA ELENA POR LOS GENERALES QUE HAN PARTICIPADO EN SU CAUTIVIDAD."

En 1825, el último médico de Napoleón en Santa Elena, Antonmarchi, corso como él, pero una perfecta nulidad como médico, publicó sus "MEMORIAS". El éxito no fue demasiado halagüeño. Lo que le sobraba a Antonmarchi de suficiencia le faltaba de inteligencia.

A partir de la muerte de Napoleón en 1821, empiezan a aparecer en Europa, y sobre todo en Francia, gran cantidad de Memorias, Recuerdos y Estudios sobre la vida y la obra del gran emperador. Casi todas ellas son apologías, aunque no faltan las de signo contrario.

Otra obra de gran éxito en Inglaterra fue la "HISTORIA DE NAPOLEÓN" de Walter Scott, en doce volúmenes, publicada en 1829. Baste decir sobre ésta obra que el filósofo Enrique Heine, después de leída, calificó al autor de la siguiente manera: "Los ingleses no han hecho más que matar a Napoleón, pero Walter Scott lo ha vendido, en una típica jugada de escocés" ¡Cabeza superficial! ". Y el historiador ruso Eugenio Tarlé cataloga a la obra de Sir Walter Scott como la de un beneficiario de provincias.

A partir de 1830 entran en escena los historiadores y los memorialistas que hasta 1851 fueron casi todos favorables al emperador, debido en buena parte al movimiento romántico de la época. Quizá la más conocida de todas ellas sea la obra de Adolfo Thiers. Su "HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA" contiene, en los dos últimos volúmenes, la primera campaña de Italia y finaliza antes del golpe de Estado de Brumario.

Desde 1845 hasta 1862, Thiers publica en veinte volúmenes la "HISTORIA DEL CONSULADO Y DEL IMPERIO". Sus cargos públicos impidieron a Thiers una mayor celeridad en su publicación. En lo que se refiere a la narración de las batallas y campañas, tiene su obra la ventaja de que pudo recabar información directa de muchos supervivientes de dichas campañas. Sus relatos de las batallas han quedado como clásicos. Pero la obra de Thiers se limita a los terrenos militar, político y diplomático, pasando muy levemente sobre las cuestiones económicas. Algunos historiadores le achacan un desconocimiento profundo de la economía, que Thiers no consideraba esencial para la comprensión de la historia. Pese a todo, sus obras han influido de manera notable sobre los historiadores y biógrafos posteriores, y su brillante forma de escribir contribuyó al gran éxito alcanzado.

Hacia 1845, Armando Lefébvre, publicó una HISTORIA DE LOS GABINETES DE EUROPA DURANTE EL CONSULADO Y EL IMPERIO. Lefébvre aprueba en conjunto la política exterior del emperador, ya que su tesis quiere demostrar, y bajo mi punto de vista con toda razón, que todo se redujo a la lucha por el dominio del comercio mundial entre Francia e Inglaterra. Es la misma tesis que sostendrá, casi cien años más tarde, el historiador y profesor de la Sorbona, Georges Lefébvre.

El culto a Napoleón continúa con Alberto Sorel. Su "EUROPA Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA" consta de ocho volúmenes, la mitad de los cuales están consagrados a Napoleón. La obra, escrita después del desastre francés de Sedán a manos alemanas, le llevan, por patriotismo, a sostener la tesis de que Francia no ha atacado a nadie, limitándose siempre a defenderse dentro de sus fronteras naturales: los Alpes, el Rin y los Pirineos. Sorel, diplomático de carrera y con un estilo literario finísimo, alaba a Napoleón en el tono más ardiente. El mismo camino, corregido y aumentado y lleno de inepcias, había de seguir el historiador Arturo Levy, motivo por el cual la obra tuvo un éxito más que mediocre.

Federico Masson publicó, en la última década del siglo pasado, una serie de volúmenes dedicados a casi todas las facetas desde donde podía ser estudiada la figura del gran emperador. Escribió sobre su coronación, sus mariscales, sus esposas, su familia, su ejército, sus amantes etc.; no son pocos los autores que consideran a Masson como el mejor biógrafo de Napoleón. Sin embargo, en sus obras se echa en falta una visión de conjunto y una excesiva veneración por su personaje que le lleva a disculpar hasta las mayores trapacerías cometidas por su héroe. Pero sus escritos y sus amplias investigaciones de archivo han descubierto muchos datos ignorados hasta entonces. Nada de éste autor ha sido publicado en España que yo sepa.

Las obras publicadas por los historiadores durante todo el siglo XIX, adolecen de partidismo en uno u otro sentido. Este partidismo no cesará hasta principios del siglo XX, cuando se inicia el estudio científico de la época que va de 1789 a 1830.

Georges Pariset, en 1921, publica una "HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE FRANCIA", que pese a sus limitaciones, resulta suficientemente imparcial, pues, Pariset, no trata de escribir ni a favor ni en contra de Napoleón.

Georges Lefébvre, en 1935, publica un "NAPOLEON" que, a mi juicio, quizá sea la más completa e inteligente de las obras escritas sobre el personaje y su obra. Según él, sin dejar de reconocer la ambición napoleónica, ésta pasa a un lugar secundario dadas las circunstancias: Dos naciones se disputan en el orden económico el dominio mundial con igual poderío: Inglaterra por mar y Francia por tierra. Era imposible que las dos subsistieran juntas. La primera veía en Napoleón al hombre de la Revolución. Contra éste representante, más que contra el emperador francés, luchó Inglaterra con todas sus energías y arrastró al Continente contra el hombre surgido de dicha Revolución, máximo oponente a las aspiraciones inglesas de hegemonía sobre el comercio mundial. Como se ve, la misma teoría que casi cien años antes había expuesto el autor de la HISTORIA DE LOS GABINETES DE EUROPA DURANTE EL CONSULADO Y EL IMPERIO.

Luois Madelin publicó en 1936 una "HISTORIA DEL CONSULADO Y DEL IMPERIO" en dieciséis volúmenes. Su obra es todo lo favorable al emperador que se puede esperar, pero está bastante bien documentada, aunque, dada la época en que fue escrita, las circunstancias le impidieron a Madelin consultar muchas veces archivos extranjeros. El tono de su obra es casi de veneración hacia el emperador. Lo mismo les ocurre a los continuadores, Octavio Aubry y Jean Thiry, siendo éste último el autor que más páginas dedica a las campañas napoleónicas. Pero el mejor conocedor de dichas campañas es, a mi juicio, el comandante Lachouque, cuyas obras son un clarísimo y documentado estudio de cada una de sus batallas y disputó más que Alejandro Magno, César y Aníbal juntos, en total más de sesenta, ganándolas casi todas.

El gran mariscal Bertrand escribió durante los seis años que permaneció al lado del emperador en Santa Elena, un Diario con una taquigrafía muy personal que no pudo ser entendida hasta que Fleuriot de Langle, con un trabajo pacientísimo, logró descifrarlos y publicarlos entre 1948 y 1959 bajo el Título de "CAHIERS DE SAINT-HELENE". Por ellos se conocieron multitud de detalles desconocidos hasta fechas tan recientes como las indicadas. Muchos de estos detalles dejan muy mal parado al hombre al que el gran mariscal veneraba.

Tampoco las memorias de Marchand, primer ayuda de cámara del emperador, pudieron ser publicadas por Bourguignon y Lachouque hasta 1952-1955.

Un importante estudio histórico es el auspiciado por la Universidad de Cambridge en su "HISTORIA DEL MUNDO MODERNO" cuyo tomo IX está casi íntegramente dedicado a Napoleón. Publicada en España por Editorial Sopena en 1980, intervienen en ella profesores e historiadores de las Universidades de Cambridge, Oxford, Princeton, New York, Notre Dame, Toulouse, Lovaina, Birmingham, Londres y Massachusetts.

El estudio es todo lo importante e imparcial que cabía esperar de tan insignes autores, pero no por ello deja de notarse, en los historiadores anglosajones, cierto tufo partidista al referirse a las acciones de Napoleón, arropando las de los gobiernos ingleses de la época con razonamientos que eximen a dichos gobiernos de toda responsabilidad, o pasando por alto aquellas que no hay manera de disculpar. Como visión de conjunto de la época que va de 1793 a 1830, es uno de los estudios históricos más completos. El lector encontrará algunos comentarios sobre dicha obra en mi libro NAPOLEÓN BIOGRÁFICO.

Como ya he indicado, la figura del gran emperador francés sigue acaparando, a más de doscientos años de su muerte, la atención de multitud de autores prendidos en la grandiosidad de su epopeya. En 1991, Don Carlos Fisas, bien conocido de los lectores españoles por sus amenas HISTORIAS DE LA HISTORIA publicadas por Editorial Planeta, nos da a conocer unas HISTORIAS DE NAPOLEÓN, SUS ESPOSAS Y OTRAS MUJERES, sobre las que el lector también encontrará comentarios en mi libro. La vida de Napoleón Bonaparte, a estas alturas, sigue dando temas suficientes a autores tan conocidos de los españoles como Fernando Díaz Plaja, Terence Moix, etc.

En fecha tan actual como 1994, hasta los laboratorios del F.B.I. norteamericano se interesaron por la causa de la muerte del emperador francés, descubriendo que había sido envenenado con arsénico. El estudio se realizó sobre uno de los cabellos del mechón de pelo de Napoleón cortado unas horas después de su muerte. Este mechón fue subastado varias veces y, en una de ellas, lo compró un hotelero estadounidense con todos los certificados que autentifican su origen. La noticia la hemos podido ver y oír los españoles en la televisión, pues fue anunciada por todas las de nuestro país.

No es nueva, ya que en mi poder obra un artículo, publicado en 1978 por una revista española de ámbito nacional, que indicaba la misma causa de la muerte basándose en una investigación realizada, en aquella ocasión, por unos laboratorios franceses. Es indudable que la polémica sobre tan controvertido personaje no ha terminado todavía, sin embargo, la teoría del envenenamiento por arsénico parece definitivamente descartada, incluso por los historiadores más incondicionales del gran emperador francés; a no ser que nuevos documentos prueben algún día, sin lugar a dudas, que el envenenamiento existió realmente.

Como ya he indicado, en mi libro NAPOLEÓN BIOGRÁFICO encontrará el lector un estudio sobre algunas de las más importantes biografías editadas en España, en el que se señalan los gazapos, errores, imprecisiones históricas y anécdotas apócrifas incluidas en dichas obras empezando, naturalmente, por el MEMORIAL DE SANTA ELENA del conde Manuel Las Cases, publicado en Francia en los años 1817, 1822 y 1823.

Muchos de los biógrafos e historiadores de Napoleón I caen siempre en los mismos errores sobre su vida. Ni siquiera los traductores se molestan en señalar dichos errores a pie de página, pese a que muchos de estos traductores dan la impresión de tener un profundo conocimiento de la epopeya napoleónica, pero, edición tras edición, se publican sin aclaración alguna.

Citaré un ejemplo. Es comprensible que el magnífico NAPOLEÓN de Emil Ludwig, por citar a un escritor bien conocido en España, señale que el general Bonaparte estuvo prisionero en el fuerte Le Carré de Antibes al finalizar la época del Terror con la muerte en la guillotina de los hermanos Robespierre, de quienes era protegido. Ludwig publicó su Napoleón en 1925, cuando aún no habían aparecido las memorias del señor de Laurenti, rico comerciante de Niza en cuya casa se hospedaba Bonaparte al ser nombrado general jefe de la Artillería del ejército de los Alpes. Fue el señor de Laurenti quien salió fiador del joven general, y fue en su domicilio y no en el fuerte Carré donde permaneció arrestado durante quince días, si bien que con guardia a la puerta. Pues bien, esta biografía de Ludwig ha conocido en España hasta la fecha presente veinticuatro o veinticinco ediciones, sin que en ninguna de ellas aparezca una nota del traductor o de la Editorial que rectifique o aclare los errores que contiene, ya que no es éste el único.

Incluso un biógrafo tan concienzudo como André Castelot narra en la página 19 de su BONAPARTE una anécdota ocurrida en Ajaccio durante la infancia de Napoleón que, cronológicamente, es imposible que ocurriera. El lector la podrá encontrar con todo detalle en el estudio dedicado a la biografía de este autor en mi libro.

Y esto no sólo ocurre a nivel de obras de vulgarización, lo malo es que también ocurre con los historiadores de reputada solvencia que incurren en gazapos y errores que a cualquiera de sus alumnos les representaría un suspenso en un examen de final de curso; vean si no los comentarios que hago sobre el tomo IX de la HISTORIA DEL MUNDO MODERNO, auspiciada por la Universidad de Cambridge, en la que intervienen, como ya he dicho, historiadores y profesores de reconocido prestigio.

Por último, debo señalar al lector que mi interés por el personaje se despertó desde mi infancia. Desde entonces, mi interés por la vida del primero de los napoleónidas no ha hecho más que aumentar. Reunir, cotejar y desbrozar leyenda y realidad no es tarea cómoda, grata ni rápida pero, para mí, resulta cada día más apasionante.
Datos del Cuento
  • Autor: Aretino
  • Código: 16054
  • Fecha: 27-02-2006
  • Categoría: Históricos
  • Media: 4.92
  • Votos: 199
  • Envios: 0
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